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La victoria del librero sobre el beodo

Lupe Cajias

Periodista e historiadora

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La vida nos da esos regalos. Un padre que no gastaba su salario en latitas de cerveza sino en libros mensuales para cada uno de sus diez hijos, ayudándolos a viajar por el mundo aferrados a los personajes reales o ficticios, desde Alejandro el Grande hasta la Maga de Rayuela. Los libreros de La Paz lo conocían y aconsejaban.

¡Qué privilegio estudiar en Bogotá donde los compañeros leían las Mil y Una Noches en una semana! Pasaban las horas disfrutando un café -un tintico- con arepas mientras aparecían las Scherezades y los Aladinos. Los 40 ladrones de esas páginas eran en esas épocas inventos de cuentacuentos. Había que madrugar para hacer la cola y poder conseguir un ejemplar de la revista literaria “Número”, en blanco y negro y sin publicidad. Las obras de los mejores autores se terminaban en pocos días; a veces en pocas horas.

¡Qué hermoso contemplar los ríos de gente alborotando las calles de Barcelona con libros y rosas! El municipio cerró un espacio callejero equivalente a 20 estadios para que las familias recorriesen tranquilas las decenas de carpas con miles de libros.

Cada año otro récord: 25,4 millones de euros por los dos millones de libros vendidos este 23 de abril de 2024. Los libreros están satisfechos; salieron ejemplares de autores españoles, de escritores clásicos, de literatura infantil, de historia, de filosofía, biografías, ciencia ficción, romances.

Más de la tercera parte de esos textos eran de literatura infantil y juvenil. Hay jóvenes que no gastan su dinero en cervecitas baratas sino en la lectura de obras de ficción y de no ficción. Jóvenes que mañana podrán ser más libres porque serán más cultos y universales. Niños que pueden soñar con bosques encantados y animales que les dan paz y no sufrir como otros chicos que escuchan a sus padres borrachos.

En el caso de Cataluña, la celebración mundial en honor a William Shakespeare y Miguel de Cervantes coincide con el recordatorio de la leyenda identitaria de Sant Jordi que salva a la princesa del dragón. Una rosa roja recuerda el mito. Las floristas, entre floristerías formales y gitanas callejeras, despacharon más de 7 millones de flores perfumadas. La mayoría de ellas son cultivadas en Colombia, con lo que también ganan campesinos y empresarios sudamericanos.

Se vendieron más de 70 mil títulos distintos. Aunque hacía frío, los muchachos – entre amigos o con amores- formaban una multitud compacta desde Plaza Cataluña y por todo el Paseo de Gracia. Millones de selfies debajo de los balcones de Gaudi, desde donde llovían pétalos purpurados. En las librerías del centro y de los barrios, frente a los colegios y en los estantes improvisados la muchedumbre alegre compartía un libro.

Porque el libro ha ganado la batalla. Si en algún momento se pensó que las nuevas tecnologías lo arrinconarían, ahora está claro que no hay placer más perfecto que pasar una hoja tras otras mientras se desliza la romanza. La pandemia trajo las reuniones virtuales y las citas amorosas a través de una pantalla, pero no pudo reemplazar las ventas de obras impresas y el olor único de la tinta en sus portadas.

Un caso fantástico, que ya comenté hace cuatro años, es el ensayo de aventuras “El infinito en un junco: la invención de los libros en el mundo antiguo” de la filóloga de Zaragoza Irene Vallejo (1979), que ya superó el millón de ejemplares vendidos y está traducido en más de 40 idiomas. Gracias a mi amiga Gabriela llegamos al stand donde firmaba libros, igual que hacían otros 200 escritores famosos. Sencilla como toda sabia se comprometió visitar a Bolivia, donde en otra ocasión no pudo coincidir en su agenda por la falta de conexiones aéreas.

Los jóvenes en todo el mundo leen estos grandes tomos. También los bolivianos. Quizá la ministra de culturas podría decirle a su jilacata que, en las ferias del libro de La Paz, Santa Cruz y Cochabamba, los que más compran son los menores de 30 años.

Gracias a ellos siguen las librerías abiertas. Quizá un periodista mañanero podría preguntar a las autoridades cuáles son los últimos 10 libros que leyeron. ¿Tendrán algún ejemplar a su lado? ¿Cuántas bibliotecas se han inaugurado del 2006 al 2024? ¿Cuáles son sus autores bolivianos preferidos?

¿Leen historia nacional? ¿Sus hijos gastan sus mesadas en cervecitas o de vez en cuando también en un librito?

*La opinión expresada en este artículo es responsabilidad exclusiva del autor y no representa necesariamente la posición oficial de Publico.bo


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Lupe Cajias

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