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A 40 años del 21060: nuevamente en crisis – Juan Antonio Morales

La historia económica de Bolivia tuvo un punto de quiebre en 1985, cuando la inflación mensual alcanzó niveles descontrolados del 170%.

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La historia económica de Bolivia tuvo un punto de quiebre en 1985, cuando la inflación mensual alcanzó niveles descontrolados del 170%. Los precios cambiaban en cuestión de horas, los mercados sufrían un desabastecimiento severo y la producción nacional se desplomaba año tras año. Para el economista Juan Antonio Morales, aquel escenario justificaba la dramática frase de la época: “Bolivia se nos muere”. No era retórica, era la descripción precisa de un país al borde del colapso.

El decreto que cambió el rumbo
Frente a ese panorama, el Decreto Supremo 21060 se convirtió en la herramienta decisiva para frenar la hiperinflación. Morales recuerda que la norma incluyó la unificación del tipo de cambio, una estricta política monetaria y fiscal, además de la reconstrucción de un sistema financiero prácticamente destruido. El impacto fue inmediato: la espiral inflacionaria se detuvo, aunque a costa de duros sacrificios sociales, parcialmente compensados con la creación del Fondo Social de Emergencia.

Un giro hacia la liberalización
La economía boliviana se abrió paso hacia el liberalismo tras la implementación del decreto. Se redujeron los aranceles a las importaciones, se eliminaron los controles en las tasas de interés y el mercado laboral retornó a la libre contratación. Juan Antonio Morales subraya que estas transformaciones no se limitaron al corto plazo, ya que también incluyeron la renegociación de una deuda externa suspendida desde 1984, lo que permitió un alivio significativo y fortaleció la confianza internacional en el país.

Dos crisis, dos dimensiones distintas
Comparar el presente con 1985 muestra contrastes notables. La economía de entonces era mucho más pequeña, con apenas cinco millones de habitantes y un sistema financiero limitado. Hoy, con más de once millones de personas y bancos que administran depósitos por miles de millones de dólares, la escala es otra. Sin embargo, Morales advierte que los desequilibrios fiscales actuales, superiores al 11% del PIB, y la crisis de abastecimiento de carburantes, ausente en los años 80, hacen que la situación sea igualmente delicada.

Medidas que no pueden esperar
El ajuste, según Morales, es inevitable. Entre las medidas más urgentes menciona la eliminación de los tipos de cambio múltiples, la reducción del déficit fiscal y la renegociación de la deuda externa. También considera impostergable la corrección en el precio de los combustibles, cuyo subsidio distorsiona la economía y alimenta el contrabando hacia países vecinos. Para él, si bien estas decisiones son impopulares, la inacción tendría consecuencias mucho más severas para la población.

La amenaza de repetir la historia
La experiencia de los años 70 y 80 demuestra que la inflación, aunque moderada al inicio, puede descontrolarse si no se aplican correctivos a tiempo. Juan Antonio Morales advierte que Bolivia podría enfrentar nuevamente una espiral peligrosa si continúa el deterioro de las finanzas públicas y la escasez de divisas. El recuerdo de la hiperinflación es, en sus palabras, una advertencia que no debe ignorarse, porque los problemas se acumulan silenciosamente hasta explotar con fuerza devastadora.

Un puente con respaldo internacional
Para superar la crisis actual, la cooperación externa se vuelve clave. Morales sostiene que un acuerdo con el Fondo Monetario Internacional es necesario para abrir un puente financiero que otorgue estabilidad y confianza. No se trata de conseguir grandes sumas, aclara, sino de generar las condiciones para que los capitales privados regresen y los dólares que permanecen fuera del sistema financiero se reincorporen al país. En su visión, rechazar esta vía sería un error que limitaría las posibilidades de recuperación.

Lecciones que no deben olvidarse
El legado del Decreto 21060, según Morales, ofrece enseñanzas claras para el presente: sin disciplina fiscal, sin orden monetario y sin reformas estructurales profundas, no hay salida a una crisis de esta magnitud. Reconoce que los ajustes son duros, pero insiste en que el costo de no actuar siempre resulta más alto. La conducción del próximo gobierno, afirma, será decisiva para que Bolivia no repita los errores del pasado y pueda retomar el camino hacia la estabilidad y el crecimiento.


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