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No hay duda que las malas políticas económicas del MAS empiezan a pasar factura en el sector agrícola e intensifican la escasez de maíz. Los funcionarios públicos, lejos de plantear soluciones buscan (e inventan) culpables para lavarse las manos. Primero acusaron a los grandes productores de generar el déficit de maíz esgrimiendo agio y especulación para obtener “ganancias ilegítimas”, luego dijeron que el déficit era una excusa para importar maíz transgénico y por último, por increíble que parezca, la falta de maíz es culpa de los detractores del modelo económico y la falta de patriotismo (Miguel Marañón, El Deber 12/05/2022).
Pero como ninguna de las excusas anteriores terminan de convencer a la opinión pública, han decidido volver a la vieja confiable: echar la culpa a los intermediarios; esos seres desalmados que exprimen hasta el último centavo del comprador elevando los precios bajo el lema “compro barato y vendo caro”.
Pues bien, lo cierto es que el denostado intermediario juega un rol fundamental en la economía. Por un lado, sus acciones disminuyen los costos de transacción, es decir el tiempo, esfuerzo y dinero que se hubiese gastado en negociar y comprar directamente del productor. Para entender este concepto imaginemos por un momento que el intermediario no existiese; es decir, usted como consumidor final debe adquirir cualquier bien directamente del productor. No es difícil darse cuenta lo complicado que sería preparar la cena ya que tuviese que ir al matadero a comprar la carne, salir de la ciudad para adquirir las verduras de los agricultores, ir a algún ingenio a comprar azúcar, etcétera. Pero gracias al intermediario, lo que en realidad hacemos es ir mercado, al súper o a la venta de la esquina y comprar todos los alimentos que se necesitan. Ciertamente se paga un poco más que si se comprase directamente del productor, pero el ahorro en tiempo y esfuerzo más que compensa el gasto extra.
Adicionalmente, el intermediario ayuda a solucionar parcialmente el problema de selección adversa. Es decir, el intermediario tiene mucho más conocimiento que el consumidor promedio sobre los bienes que ofrece y por lo tanto disminuye el costo de información para el consumidor. Por ejemplo, el vendedor de autos (un intermediario) sabe más sobre autos que el comprador promedio; por lo tanto, si el vendedor de autos quiere mantener una buena reputación debe orientar y ofrecer un producto con la calidad/precio solicitado por el comprador quien -asumimos- no entiende mucho de autos. En este caso, la especialización del trabajo juega un papel importante en la transmisión de información.
Entonces, ¿por qué atacar a los intermediarios? Sencillamente porque se ha insistido machaconamente -al punto que mucha gente lo toma como cierto- que la búsqueda de lucro es mala, sin entender que en realidad el intermediario al buscar su propio beneficio nos otorga un gran servicio; mismo que se resume en el establecimiento de una relación entre productores y consumidores disminuyendo los costos de transacción, aumentando el volumen del comercio y promoviendo el crecimiento económico.
*La opinión expresada en este artículo es responsabilidad exclusiva del autor y no representa necesariamente la posición oficial de Publico.bo