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La reciente aprobación de diferimientos de créditos por seis meses el acto más ruin de piromanía financiera, un acto deliberado de agravamiento de la crisis, y parte de las bombas de tiempo que se le deja a quien gobierne este país desde el 8 de noviembre.
Parte de los argumentos para aplicar las medidas es que los bancos habrían obtenido utilidades más que suficientes para sostener operaciones mientras durante el tiempo que dure la norma, pero ellos saben perfectamente que los bancos no operan con la cuota capital de los dueños del banco, sino con el dinero del propio público, prestan los depósitos de la gente.
Ocurre pues que, de cada Bs 1.000 que un banco otorga en préstamos, Bs 900 provienen de los ahorros depositados del público, mientras que solo Bs 100, es decir, apenas un 10%, corresponden a recursos aportados por los accionistas del banco.
Es decir, no cobrar cartera por seis meses significa no poder devolverle su dinero a los depositantes por seis meses, pero ya no solo en dólares, sino también en bolivianos.
Pero además, estamos hablando de depósitos a la vista. Es decir, el público puede acudir al banco para retirar sus depósitos en cualquier momento, sobre todo ante cualquier posible contingencia por la coyuntura que todavía viene desde el 8 de noviembre. O sea, la gente puede asustarse, retirar sus depósitos en bolivianos y dejar el sistema todavía más ilíquido y eventualmente insolvente.
Estos problemas de no poder encarar un crédito artificialmente barato previamente adquirido, solamente denota que jamás se debió aplicar en primer lugar el programa de bolivianización forzosa, que consistía en establecer tasas de interés crediticio inexplicablemente bajas, e inducir a la gente a endeudarse en bolivianos sin garantías reales de pago.
En todo caso, lo que ahora se requiere es exactamente lo contrario. Por un lado, establecer el inicio del incremento paulatino de las tasas de interés, y sobre la mora, que cada banco atienda individualmente los casos en mora y evaluar una reprogramación de plazos y cuotas, o simplemente entrar en un proceso de liquidación por ser inevitable.
Nuevamente, este no es más que un irresponsable acto de piromanía financiera que agrava la crisis y que se traduce en un serio problema para el sistema bancario y financiero, el único pilar de la economía que todavía se sostiene en pie, y uno más serio cada vez para quien gobierne desde el 8 de noviembre.