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Se entiende generalmente a la informalidad como la actividad económica no sujeta a la legislación nacional. La tendencia ha sido siempre definirla como una aberración económica: La OIT calificó a la informalidad como un obstáculo importante y persistente en el camino hacia el progreso social y económico de nuestros países.
Primó siempre un enfoque economicista. Sin embargo, nunca hubo intentos serios de eliminar la informalidad. Es más, fue últimamente moda dignificarla, tolerarla y sustentarla. A finales de los ochenta e inicios de los noventa el peruano Hernando de Soto fue el principal exponente de esa tendencia. La informalidad sería consecuencia de los procesos engorrosos y de los tramites oficinescos que obstaculizarían la migración de la informalidad a la legalidad.
En el fondo, para ese teórico era válido y bien intencionado tolerar esas actividades económicas, al ser la mejor manera de asimilarlas. Siguió de ahí una cantidad de iniciativas hacia ese sector, promovidas por ONGs y agencias internacionales de desarrollo. Pasadas décadas de ese entusiasmo, la informalidad no solo persiste, sino que se ha acrecentado.
El pensamiento de Hernando de Soto hizo parte, en lo económico, de una moda que se expresó también en lo social, lo cultural y lo político. De la misma manera, también en esos rumbos el culturalismo, el pachamamismo y el plurinacionalismo fueron estrepitosos fracasos.
Es necesario replantear radicalmente los principios que guían la reflexión sobre la informalidad. Si se trata de actividades económicas no sujetas a la legislación nacional, el arranque de la solución empieza en determinar por qué hay sectores importantes no insertos en el Estado. Se trata, entonces, de un asunto político y social y subsidiariamente económico.
La tolerancia a las actividades informales no fue una respuesta básicamente económica, sino la expresión economicista de una tendencia culturalista. Al no poder solucionar los temas pendientes de descolonización interna, de fallas en la construcción nacional y de insuficiencia estatal, surgió en ciertos ambientes de política y de academia internacional la moda de lo pluri multi.
Los sectores informales no son tales porque estén obstinados en reivindicar supuestas lógicas económicas diferentes, o solamente porque el sistema burocrático imperante los rechaza y dificulta su inserción. La informalidad económica es el resultado de la frustración en la creación de una entidad nacional incluyente y en un Estado funcional. Esa evidencia, en lo político, ha provocado diferentes ensayos de solución, recientemente lo plurinacional y las autonomías. Sobra recalcar el fracaso que todos conocemos.
Los sectores informales están saliendo de la marginalidad al que el sistema los orilló y su prosperidad puede bordear cada vez más lo delictivo. Así, dejarían de ser elementos exóticos, excusa para captar fondos de proyectos de desarrollo o bancos populares de crédito, y convertirse en elemento político de desmoronamiento estatal.
Al ser ostensible el fracaso republicano y al ser evidente el fiasco plurinacional, es posible que el enfoque federal pueda no solamente dar sentido al aprieto regional por el que atraviesa Bolivia, sino ser también la manera administrativa cómo podrían desarrollarse potencialidades culturales y económicas todavía no manifiestas en su toda su potencialidad integradora y constructiva.
*La opinión expresada en este artículo es responsabilidad exclusiva del autor y no representa necesariamente la posición oficial de Publico.bo