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Para recuperar los ingresos perdidos

Pablo Mendieta Ossio

Economista en el campo de políticas públicas

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A raíz de la pandemia, las diversas políticas económicas en el mundo han sido proactivas para mitigar sus secuelas económicas y sociales. No obstante, en nuestro caso y pese a las buenas intenciones han estado limitadas por condiciones o coyunturales o estructurales.

En primer lugar, el impulso fiscal, ya sea por medio del gasto o la inversión pública, está limitado por la magnitud del déficit fiscal que hemos tenido desde 2014, en promedio 7% del PIB por año y más de $us20 mil millones en términos acumulados.

A pesar de que el país todavía tiene capacidad de endeudamiento externo, no se han empleado oportunamente las fuentes financieras internacionales, lo cual ha implicado uso masivo de fuentes internas y límites para la ejecución presupuestario.

Esta restricción explicaría por qué la inversión pública que estaba planificada en $us4.011 millones para 2021 fue alrededor de $us2.640 millones, similar en magnitud a la de 2012, menor a la de 2019 ($us3.769 millones pese al frenazo al final de ese año), y superior a la de 2020 ($us1.784 millones).

En segundo, la política cambiaria ha sido estática con un tipo de cambio fijo desde hace más de 10 años. Deduzco que su inamovilidad responde a que una eventual modificación podría generar efectos colaterales en la bolivianización y, por ende, en la hoja de balance del sistema financiero.

Pero esta fijación se ha vuelto cada vez más en perniciosa porque ha costado una caída de más de $us10 mil millones desde el año 2015 con el objetivo de mantener la paridad, que es más alto que lo que podría generar un desbalance financiero. Esto ha hecho que los indicadores más comunes de suficiencia de reservas se deterioren continuamente, algo que debe ser encarado cada vez con más urgencia.

Tercero, la política monetaria ha desempeñado un rol clave para la expansión de los medios de pago, puesto que la base monetaria es mayor en cerca de 30% a la observada al cierre de 2019. No obstante, esta expansión se ha concentrado en el financiamiento al sector público no financiero, que es más del doble que antes de la pandemia y que implica ahora más de Bs60 mil millones.

Además, que la expansión monetaria bajo un régimen de tipo de cambio fijo se traduce en general en la pérdida de reservas internacionales, lo cual limita la efectividad de esta política y genera vulnerabilidad a la otra política aludida.

En cuanto a la política crediticia, han existido dos limitaciones importantes pese a los lineamientos para servicios financieros. Por el lado de la demanda de crédito, las estadísticas laborales muestran que los ingresos familiares informales cayeron más de 10% respecto a antes de la pandemia. Por más que las condiciones de acceso sean atractivas, no existe el flujo que respalde la obtención de nuevos préstamos.

En el ámbito de la oferta, la necesaria reprogramación de créditos habría llegado a ser una quinta parte del total de la cartera. Esto se traduce en menores flujos de ingresos financieros que son esenciales para remunerar a los ahorristas, cuya magnitud también ha caído (en flujo) por los menores ingresos.

Dadas las restricciones señaladas, es hora de mirar “fuera de la caja” y buscar cuanto antes “victorias tempranas” para el crecimiento, el empleo, los ingresos fiscales y la entrada de divisas.

Esto va desde la creación y uso de mecanismos financieros internacionales no convencionales hasta la activación de una agenda corta para la eficiencia y productividad en sectores intensivos en empleo y de rápida respuesta.

Todos queremos superar de una vez este traspié por la Covid-19 y dar la vuelta a la página. Para ello no sólo se requerirán buenas intenciones y narrativas excluyentes vengan de donde vengan, sino acciones concretas que puedan recuperar la confianza perdida por la crisis múltiple de estos años.

Es hora de activar políticas estructurales pragmáticas y de rápido efecto para que se recuperen los golpeados ingresos familiares, y de esa forma, la confianza en un distinto y mejor “nuevo normal”.

*La opinión expresada en este artículo es responsabilidad exclusiva del autor y no representa necesariamente la posición oficial de Publico.bo


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Pablo Mendieta Ossio

Economista en el campo de políticas públicas

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