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Esta columna es especial, tiene que ver con el festejo de los trabajadores. Empiezo felicitando al obrero, por su cotidiana labor que coadyuva a construir un mejor país, con su esfuerzo. Pero, como lo hago siempre en esta fecha, quiero felicitar también al empresario, porque, si nos ponemos a pensar desapasionadamente, así como el trabajador, el empresario es un ser humano que día a día da todo de sí para forjar un mejor país.
Por eso, a falta de un “Día del Empresario”, cada Primero de Mayo debería felicitarse a los dos, viendo al empresario y al trabajador como una “realidad biunívoca y virtuosa”.
Hago este prólogo porque cada 1º de Mayo es significativo para mí, pues hace 36 años mi primer día de trabajo fue feriado, un Primero de Mayo. Habiendo sido contratado el 30 de abril de 1987, por el recién creado Instituto Boliviano de Comercio Exterior (IBCE), ello me permitió, en un largo caminar, aquilatar el esfuerzo de los trabajadores y de los empresarios, que trabajan igual o más.
Siempre digo que cuando un trabajador va a la fábrica, oficina, tienda o donde presta sus servicios, lo hace preocupándose por su familia, pero estando yo al frente de una institución por tantos años ya, me he dado cuenta del enorme peso que implica ser empresario, ya que cuando éste va a su fábrica, oficina, comercio o al lugar de prestación de servicios, no solo debe pensar en su familia sino en todas las familias de sus dependientes y, créanme, eso quita el sueño; sin ir más lejos, esta columna la concebí a la 1:30 a.m. cuando desperté… ¡pensando en el IBCE!
Por eso, en el “Día del Trabajo”, mi homenaje a los obreros como a los empresarios, ya que, en definitiva, guste o no, ambos son trabajadores…
Decía al inicio que esta es una columna especial, porque no solo mi primer día de trabajo fue feriado, sino, porque recuerdo bien la llamada telefónica del Lic. Francisco Javier Terceros Suárez, quien sería mi primer Gerente General, tempranito en la mañana, informándome que del concurso de méritos quedaron tres candidatos y que el Directorio había decidido que sea yo el contratado para el cargo de Jefe del Departamento de Promoción del IBCE.
Confieso que no lo esperaba, siendo un muchachito de 24 años, recién egresado de la Universidad Autónoma Gabriel René Moreno, sin experiencia ni un apellido rimbombante, la elección, más que a mis créditos, se la atribuyo a Dios, pues de Él viene todo lo bueno.
Y digo “bueno”, porque estos 36 años de servicio a mi querida institución (aunque ya estoy en la recta final) me han deparado muchísimas satisfacciones, como el visitar una veintena de países por las negociaciones comerciales internacionales, así como, cultivar amistades inolvidables en el sector público y privado.
¡Creo que escribiré un libro sobre las anécdotas, penurias circunstanciales, temores, ideales, logros y sueños aún por realizar, así como también, las invalorables enseñanzas de mi primer Gerente General que marcaron mi vida; o, las inolvidables ocurrencias y el buen humor de mi segundo Gerente General, Lic. Carlos Roca Leigue; además, el total apoyo de los Directores y Asesores de esta tan querida institución!
Recuerdo, por ejemplo, al Ing. Cristóbal Roda Vaca, que, con sólo 29 años fue el primer Presidente del IBCE; por cierto, 37 años después, el 3 de mayo de 2023, un Millennial, el Lic. Alan Camhi Rozenman, toma las riendas del Instituto; sé que, así como nuestro primer joven Presidente lo hizo bien, Dios mediante nos irá bien, también, con el segundo Presidente más joven de la historia del IBCE.
36 años de trabajo no son pocos y aunque no niego que ya no tengo la vitalidad de mis años mozos, quienes me conocen bien saben que no he bajado mi entusiasmo, más bien, ha crecido mi fe en que, con un Pacto Social Productivo, Bolivia, fundamentada en la libertad, la individualidad, la competencia, el cooperativismo y la integración al mundo, puede lograr su desarrollo. Cada día doy lo mejor de mí, para llegar a ver esto en unos años más: no solo sé que es posible, sino también que es urgente y necesario luchar contra la pobreza. Lo digo con conocimiento de causa, porque, como migrante a los 6 años a este Departamento desde mi natal Cochabamba, doy fe que, así como Santa Cruz, con gran esfuerzo lo logró, igualmente “la otra Bolivia posible”, será posible…
¡Cuán grande amor y gratitud el que he tenido al IBCE que, en poco más de tres décadas y media, solo tomé 7 vacaciones completas: la primera en 1991, cuando me casé con Jannet Velasco; la segunda en 1992, cuando fui operado para que me extraigan un quiste de 2 kg; la tercera en 1994, cuando nació mi primogénito Christian Alexis; la cuarta en 1995, cuando nació nuestro amado Miguel Ángel; la quinta en 2020, cuando casi parto de este mundo por el Covid-19; la sexta el pasado año, por el herpes zóster costal que me postró en cama por mes y medio; y, este año, la séptima, en cama por más de dos meses debido a un problema en la columna. Agradezco a Dios por lo que he pasado y porque… ¡¡¡sigo vivo!!!
¿Por qué cuento todo esto? Porque tengo el privilegio de ser al mismo tiempo un trabajador y alguien que dirige una institución con sentido empresarial, lo que me ha llevado a dar cuenta que tanto lo uno como lo otro -trabajador y empresario- son importantes, de ahí que nunca deberían confrontarse, más bien, luchar a brazo partido por una mejor Bolivia para nuestros hijos y los hijos de nuestros hijos. ¡¡¡Feliz Día del Trabajo a todos quienes dan lo mejor de sí por nuestra Bolivia!!!