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Abrir los ojos a la vida cotidiana

Carlos Toranzo

Economista,UNAM México. Maestrías Economía: Escolatina Chile y UNAM-México. Autor de varios libros.

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En estos días estamos saturados de política, de si habrá elecciones o no. Ante ese exceso de la política en los medios y las redes, no está mal recordar temas de la vida cotidiana.

Los más de los políticos promueve la ideologización de los problemas del país, instalan prejuicios para entender la realidad. La subida del MAS al poder llevó al extremo la oposición entre k’aras y t’aras. ¿Por qué lo hizo y lo hace? Porque saca ganancia política al enfrentar a la sociedad, polarizándola –esa es la forma en que el MAS encara la política para salir airosa contra sus contrincantes–.

Pero, al salir de los prejuicios de las cúpulas políticas, al entrar al mundo de lo cotidiano, se observa más diálogo y comprensión que enfrentamientos entre sectores sociales de diversos orígenes. Por ejemplo, es diáfano el diálogo entre habitantes de El Alto, en especial jóvenes, con pobladores de la ciudad de La Paz.

Con la misma intención, esos dirigentes políticos acuden a inflamar la oposición entre cambas y collas. Pero de nueva cuenta, acudiendo a la vida cotidiana, lo que uno encuentra en La Paz es una relación cada vez más tersa entre cambas y collas.

Asimismo, en Santa Cruz, lugar donde una gran parte de su población es migrante proveniente del occidente del país, se va tejiendo más diálogo y comprensión entre esos habitantes provenientes de distintos lugares del país.

La observación de la vida cotidiana evita seguir en el prejuicio de las polarizaciones, más bien nos enseña que existe la interculturalidad en la realidad.

Da un gusto inmenso ver cómo los jóvenes alteños se la pasan conversando con jóvenes de La Paz –lo hacen en el Multicine, en el Alexander, en el Megacenter, en el mercado Camacho, en las universidades, etc.

¿A la Feria de la 16 de Julio van sólo alteños? No, para nada, está llena de jóvenes paceños que compran de todo, desde ropa de moda hasta electrónicos y todo tipo de productos. Ahí comparten, se conocen y reconocen entre sí –no se angustian por la división entre k’aras y t’aras ni por las oposiciones entre cambas y collas–.

En todos esos lugares, ¿los jóvenes discuten sobre si hubo fraude o golpe de Estado? No, esos temas no están presentes en sus conversaciones. Esas polarizaciones están básicamente en los discursos de los políticos –en buena parte masistas–, que saben que ganan enfrentando a la sociedad.

Cada día tenemos una mirada más pesimista sobre la vida, sobre la sociedad, en torno a la gente.

Pero, abramos los ojos a lo cotidiano: hay hijos que atienden a sus padres independientemente de si sus padres cometieron errores y hasta los abandonaron –esos hijos olvidan los agravios–. Sí, lo olvidan, tienen la capacidad de perdonar, como también lo hacen las parejas agraviadas.

¿Esto es sueño? No, es una realidad.

En las salidas de colegios están cientos de abuelos recogiendo a sus nietos, ayudándolos con sus tareas y dándoles el calor humano que necesitan para crecer sanos. Muchas jóvenes deciden tener hijos porque saben que abuelos y otros familiares ayudarán al cuidado de los niños.

¿Acaso no existen madres que dejan la comida hecha –cocinada desde las cinco de la mañana– para que sus hijos, al llegar del colegio, puedan comer comida saludable?

Hay demasiadas cosas buenas, de gran contenido humano en la vida cotidiana como para que las olvidemos y solo nos hundamos en el pesimismo de la política.

No hay que llorar por lo que no se tiene, antes bien, hay que valorar lo que se tiene.

*La opinión expresada en este artículo es responsabilidad exclusiva del autor y no representa necesariamente la posición oficial de Publico.bo


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Carlos Toranzo

Economista,UNAM México. Maestrías Economía: Escolatina Chile y UNAM-México. Autor de varios libros.

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