OpiniónEconomía

Anclados en el siglo XX

Pablo Mendieta Ossio

Economista en el campo de políticas públicas

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¿Qué vas a ser cuando seas grande? Es el coro de una canción de Miguel Mateos de 1986. En la letra el papá del muchacho rockero le decía si iba a ser estrella de rock and roll o presidente de la nación.

Esa pregunta también se la hace a los niños y las respuestas varían según la época. Hace un siglo uno soñaba en ser astronauta; hoy sueñan ser influencers o tiktokers.

Ese cambio en las aspiraciones también se observa en las sociedades y los países. Antes se apuntaba a poblar las extensiones inhabitadas, promover más producción primaria, crear fábricas y dotar a las personas de los servicios básicos.

Hoy las sociedades se orientan a construir ciudades del conocimiento, crear espacios de innovación, adoptar energías renovables y enfrentarse a los desafíos que plantea la inteligencia artificial.

Bolivia, al igual que otros países emergentes, enfrenta el dilema de que no pudo conseguir las metas del siglo pasado y los desafíos y retos se van sumando continuamente.

El escritor uruguayo Mario Benedetti afirmó una vez que: “Cuando creíamos que teníamos todas las respuestas, cambiaron todas las preguntas”. Y eso es lo que nos estaría sucediendo a nivel latinoamericano, boliviano e incluso cruceño respecto a las estrategias de desarrollo.
La revisión del libro Proyecto de Desarrollo en Bolivia, de René González Moscoso, publicada en 1981 para preparar la columna de la semana pasada, me recordó que varios de los proyectos emblemáticos en el país y sus departamentos siguen siendo los mismos pese a que pasaron 30 años.

Los proyectos de desarrollo deben contener tanto la posibilidad efectiva de transformación de la sociedad y el componente aspiracional para promover el crecimiento. Debe tener un balance entre lo mejor que se puede hacer con lo que se tiene y el sueño alcanzable que nos lleve a otro nivel de desarrollo.

Combinar de la mejor manera posible las potencialidades con las aspiraciones. Si sólo miramos lo que tenemos, nos quedaremos en una situación similar; pero si soñamos muy alto, es posible que nuestra visión no se concrete.

Los planes públicos y privados de hoy deben tratar de cerrar las brechas pasadas que sean relevantes, así como comenzar inmediatamente a encarar los desafíos presentes. Es una tarea el doble de complicada de lo que habría sido encarar las prioridades en su momento.

No podemos seguir anclados exclusivamente en el pasado, tratando de ser exitosos acorde a los parámetros de éxito del siglo XX, cuando la gloria requiere ganar otras batallas.

Estamos resolviendo los dilemas del pasado mientras el mundo está tratando de asimilar los efectos de la inteligencia artificial en el mercado laboral, en un panorama que podría ser sombrío según las reflexiones de los académicos Daron Acemoglu y Simon Johnson en su reciente libro Poder y progreso.

Ellos postulan que se requieren medidas para adaptar rápidamente la fuerza laboral para que no se vea perjudicada por la automatización y robotización.

Hace cinco años desde Cainco se propuso una visión de desarrollo conocida como “Desafíos del Siglo XXI” para Santa Cruz y Bolivia. El documento identificó tres áreas: diversificación, digitalización y educación. La primera sigue en discusión, la segunda tiene un grado de avance muy precario y la última ni siquiera figura en las prioridades societales y gubernamentales.

Una persona muy ligada al mercado digital de exportación me decía que para que su empresa pueda contratar a un ingeniero de sistemas, programador y cientista de datos, primero debe pasar por un proceso de reentrenamiento de al menos tres años para dotarle de los elementos mínimos para ser parte de la empresa, pese a que recibió por lo menos cinco años de estudios universitarios.

Sin ningún ánimo de que la currícula educativa deje de lado el necesario conocimiento de nuestras raíces y esencia cultural, se debe enfocar en la efectiva capacitación de alumnos para que tengan habilidades y competencias del presente.

Caso contrario, seguiremos siendo un resabio del pasado, casi como un museo.

*La opinión expresada en este artículo es responsabilidad exclusiva del autor y no representa necesariamente la posición oficial de Publico.bo


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Pablo Mendieta Ossio

Economista en el campo de políticas públicas

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