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En plena campaña y casi sin ningún respaldo de la población, el presidente decidió debatir con el resto de los candidatos. Primero dijo que es el que mejor administra la economía en época de crisis y luego criticó a Tuto Quiroga porque “intenta dar cátedra y recetas económicas, cuando durante su gestión arrastró al país a un déficit fiscal del 8%”.
Con el déficit fiscal por encima de 12%, una deuda que sobrepasa largamente el 70% del PIB y las reservas de gas prácticamente agotadas, Arce se atrevió a señalar que Quiroga, “pese al auge de la industria petrolera no tuvo el valor de plantear alternativas claras para la exportación de gas”.
La amnesia presidencial llega a extremos tales que no recuerda que, en 2002, junto a Evo Morales, encabezó protestas y movilizaciones para que el gas boliviano se quedará bajo tierra. Fueron los tiempos de la guerra del agua, del gas y de otros recursos naturales que, entre 2006 y 2014, sirvieron de pretexto para desestabilizar la democracia en Bolivia.
Arce y los suyos fueron parte del sabotaje a la exportación de hidrocarburos a Estados Unidos y, con el pretexto de que no debía potenciarse a un enemigo como Chile, llegaron hasta la confrontación violenta para cerrar las válvulas que posiblemente hubieran permitido abrir nuevos mercados para el gas boliviano y evitar que pase lo que hoy, cuando los ductos del país sirven para que pasen los hidrocarburos de otros.
Obviamente, Quiroga atrapó al vuelo el guante presidencial y desafió al presidente a un debate para saber quién fue el que “destrozó la economía”.
Luis Arce pasa por su peor momento y las cosas se pueden poner peor. La segunda encuesta de Panterra, la empresa que contrató el empresario boliviano, Marcelo Claure, revela, por ejemplo, que casi nueve de cada 10 bolvianos quiere cambiar dirección y capitán del barco nacional, porque el presidente ha demostrado que no puede contra la crisis económica.
La gente quiere cambios profundos y rápidos, antes que “pequeños” y graduales, lo que muestra hasta qué punto ha llegado el nivel del rechazo contra la actual administración gubernamental.
Enfrascado en una pelea sin cuartel contra su exjefe, Evo Morales, Arce perdió de vista las verdaderas prioridades del país y concentró sus esfuerzos en destruir a su adversario para limpiar el camino hacia su candidatura. Pero el presidente se quedó sin soga, ni cabra. Hundió al país en la peor crisis de su historia republicana y se quedó sin oxígeno para la carrera electoral.
El mandatario perdió la oportunidad de dar un paso al costado en el camino a los comicios de agosto de 2025 para concentrarse en arreglar la economía pensando en las necesidades de todos los bolivianos, y no solo en el interés político personal. Puso antes su ambición que su responsabilidad y así le fue.
Sin posibilidades de ganar una elección, con el agua de la crisis en el cuello, con sigla, pero en realidad sin partido, y con los primeros síntomas de amnesia de quien no asume su pasado, Arce vive el que posiblemente sea su último año de poder y vida política.
*La opinión expresada en este artículo es responsabilidad exclusiva del autor y no representa necesariamente la posición oficial de Publico.bo