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Una cosa es lo que el presidente dijo y otra la que se puede leer entre líneas en su discurso del pasado domingo, cuando, ya sin ningún rodeo, identificó al enemigo principal de su Gobierno: su antiguo compañero/hermano y todavía jefe, Evo Morales.
La respuesta del expresidente no demoró mucho y fue al grano: “Su mensaje para manipular a la opinión pública y responsabilizarme de las protestas organizadas por los movimientos sociales no está a la altura de su investidura. En forma y contenido, su discurso es muy parecido al que dio Carlos Mesa antes de su renuncia”, dijo, y agregó que las movilizaciones no son para favorecerlo, sino que reflejan el “cansancio de la población”, por la crisis, la corrupción y la destrucción de la estabilidad.
Evo Morales trató a Arce de “usted”, mientras que Arce se refirió a él con un deliberado y no del todo respetuoso “tú” para recordarle que, desde 2020, es el responsable de desestabilizar el país y “descuartizar” –menudo término este– el instrumento político, además de tratar de imponer su candidatura por las buenas o las malas, “como tú mismo lo has dicho”.
Entre líneas puede leerse que Arce le recuerda a Morales que se equivocó una vez por imponer “tu candidatura”, en referencia a su postulación de 2019 luego de ignorar el veredicto popular del referéndum del 21F de 2016. ¿El ahora presidente esperó ocho años para decir lo que pensaba? ¿O es que ahora es conveniente reflexionar sobre los errores del pasado?
Para no dejar dudas, el presidente continúa y advierte que, en su afán desmedido por permanecer en el poder “otros 14 años o más”, Morales es capaz de cualquier cosa, incluso de “desconocer resultados electorales”, con tal de salirse con la suya. ¿Quiere decir que Arce piensa que su antecesor realmente hizo fraude el 2019 y que el derramamiento de sangre fue su responsabilidad? ¿Abrirá esto la posibilidad de que Morales sea incluido en el mismo proceso por el que hoy están encarcelados Jeanine Añez y Luis Fernando Camacho?
El presidente dice que el rol de ambos –“tuyo” y mío– es impulsar nuevos liderazgos, pero no aclaró si eso significa que él también dará un paso al costado en el objetivo de ser candidato el 2025.
En un mensaje relativamente corto, el presidente menciona seis veces las palabras “candidato” y “candidatura”, y le recuerda a Morales que la sabiduría indígena “nos enseña que el poder debe rotar”. Parecería que se trata pues del discurso de un “candidato” contra otro y no necesariamente el de un jefe de Estado preocupado por el destino de la patria y el de sus habitantes amenazados por la convulsión y la protesta social.
Arce vuelve a hablar de “golpe”, pero esta vez no acusa a los neoliberales, sino que directamente denuncia al exmandatario por acciones por las que tarde o temprano “tendrás que dar cuenta”.
El presidente denuncia que el supuesto sabotaje de Morales viene desde 2020, cuando comenzó a “hacer todo lo posible para que nos vaya mal”. Su reclamo significa, al mismo tiempo, la admisión de que el mensaje dominical pudo darse mucho antes, que fue irresponsablemente tardío.
Para concluir, con el énfasis de quien quiere mostrar valentía –“ven que aquí te espero”– el presidente volvió a respirar por la vieja herida abierta por su adversario: “Ni cobardes, ni traidores”. Los ataques de uno convertidos en consigna del otro.