OpiniónEconomía

¿Bastará con el préstamo?

Oscar Mario Tomianovic Parada

Politólogo y analista económico.

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Tras una intensa agenda internacional, el presidente Rodrigo Paz anunció un acuerdo con el Banco de Desarrollo de América Latina y el Caribe (CAF) por 3.100 millones de dólares, a desembolsarse en los próximos cinco años. Según el propio organismo, el 15% de ese monto se entregará en el corto plazo. Aunque la noticia pueda despertar optimismo, conviene recibirla con cautela. Los datos y la lógica económica sugieren que el impacto de este financiamiento será limitado si no se acompaña de reformas estructurales de fondo.

El monto inicial —unos 465 millones de dólares— es modesto frente a las necesidades de divisas del país. Solo durante el primer semestre de 2025, Bolivia importó más de 1.350 millones de dólares en hidrocarburos, lo que equivale a 225 millones mensuales. Aun destinando todo el primer desembolso al abastecimiento de combustibles, su efecto cubriría apenas mes y medio de importaciones. Y ese cálculo es conservador, porque las importaciones actuales están contenidas por la escasez de divisas, lo que implica que la demanda reprimida es mayor. Además, en el segundo semestre del año las importaciones suelen aumentar, llegando incluso a 300 millones de dólares mensuales. En un contexto de normalización del acceso al dólar y sin una corrección del precio subsidiado de los combustibles, la demanda solo crecería, ampliando el déficit externo.

A esto deben sumarse los compromisos en moneda extranjera por 1.900 millones de dólares en 2026, los sobregiros del Banco Central por unos 2.500 millones, y la necesidad de recomponer las reservas internacionales. En definitiva, sin eliminar la distorsión que representa la subvención —que estimula un consumo artificialmente alto—, el préstamo de la CAF no resolverá el problema de escasez de divisas; apenas lo pospondrá unas semanas.

Los préstamos internacionales ofrecen liquidez, pero no corrigen los desequilibrios que la generaron. La clave está en qué se hace con esos recursos. Si se utilizan para gasto corriente o subsidios, el alivio será efímero y costoso; si se destinan a fortalecer reservas, reestructurar deuda o restaurar confianza, podrían contribuir a estabilizar la economía. Bolivia enfrenta un serio dilema fiscal: el gasto público continúa en niveles altos y la política de subsidios erosiona los ingresos y las reservas. Sin un plan de ajuste gradual y creíble, el país corre el riesgo de caer en una inconsistencia intertemporal, buscando estabilidad de corto plazo a costa de una insostenibilidad futura. Hipotecar el país por unos meses de importaciones es, en ese sentido, un mal cálculo económico y un error de política pública.

La experiencia argentina lo demuestra: los préstamos multilaterales no son necesariamente negativos, pero su éxito depende de la disciplina fiscal, la transparencia y el uso estratégico de los fondos. Los dólares prestados deben servir para recomponer los balances del Banco Central, devolver liquidez al sistema financiero y restablecer la confianza del mercado, no para financiar déficits permanentes. El endeudamiento externo solo es sostenible si se acompaña de credibilidad institucional y responsabilidad fiscal. Ninguna economía puede sostener indefinidamente un modelo basado en la expansión del gasto y la emisión monetaria para cubrirlo.

Una política económica seria debería incluir una reforma fiscal orientada a la eficiencia del gasto, una revisión de los subsidios energéticos y una desregulación progresiva de los sectores laboral, externo y productivo. En otras palabras: menos obstáculos, más comercio y mayor apertura a la inversión privada. Bolivia debe decidir entre dos caminos: realizar los ajustes hoy para construir estabilidad mañana, o continuar con la ilusión de liquidez mientras se agotan los márgenes de maniobra. La diferencia entre ambas rutas no es ideológica, sino macroeconómica: una apunta a la sostenibilidad, la otra al colapso.

El crédito de la CAF puede ofrecer un alivio temporal, pero no una solución estructural. Mientras se mantenga la indisciplina fiscal y la distorsión de precios, ningún préstamo —por grande que sea— resolverá la falta de dólares ni la pérdida de confianza. La prosperidad y la estabilidad no dependen del tamaño de la ayuda internacional, sino de la capacidad interna de corregir los incentivos equivocados. En última instancia, el verdadero desafío del gobierno no es obtener más préstamos, sino dejar de necesitarlos.

Así que no, no basta con este ni ningún otro préstamo.

*La opinión expresada en este artículo es responsabilidad exclusiva del autor y no representa necesariamente la posición oficial de Publico.bo


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Oscar Mario Tomianovic Parada

Politólogo y analista económico.

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