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Este interesante fenómeno natural, es sin duda uno de los más atractivos y que se antoja al momento de pensar en fuentes alternativas de iluminación que reduzcan la dependencia de la clásica matriz energética.
La bioluminiscencia es la capacidad de ciertos organismos para generar una reacción química que emite un destello de luz. La mayor cantidad de organismos con esta capacidad habita en ecosistemas marinos. En tierra sólo se observa en algunos hongos e invertebrados y se puede encontrar en ciertas plantas, animales, bacterias y hongos.
La reacción química necesita de una enzima luciferasa, una proteína luciferina, oxígeno y el nucleótido trifosfato de adenosina (ATP – energía celular). Existen tres tipos de bioluminiscencia: la intracelular, la extracelular y la simbiosis con bacterias luminiscentes.
Ante los primeros proyectos para iluminar habitaciones y luego ciudades con ayuda de este fenómeno, la mayoría quedamos maravillados. Hace 10 años parecía algo muy lejano.
La pequeña ciudad de Rambouillet, en Francia, se ha convertido en el laboratorio de un experimento de iluminación de la empresa emergente Glowee, que utiliza la bioluminiscencia para lugares públicos. La luz procedente de los tubos cilíndricos utilizados proviene de una bacteria marina llamada Aliivibrio fischeri. Se recolecta frente a la costa de Francia y se almacena dentro de tubos llenos de agua salada, de tal forma que éstos actúan como un acuario para las bacterias.
Sin duda, son bacterias, levaduras y microalgas bioluminiscentes las que serán protagonistas de esta alternativa que surge como propuesta para reducir la dependencia de energía eléctrica. ¿Se podría hacer algo parecido en Bolivia?
EnerGea se crea el 2015 y lleva adelante proyectos que tienen que ver con la eficiencia energética y la optimización del consumo de energía eléctrica. También realizan la gestión de residuos especiales y cuentan con una iniciativa educativa llamada Tecnonautas, la que ofrece programas educativos en áreas STEAM a niños y jóvenes desde los 4 a 15 años. El objetivo es inspirar la innovación a través del ejemplo.
Los paneles que está generando EnerGea, proveen una solución para la gestión de residuos complicados como son los focos fluorescentes y botellines de fármacos. El material base está disponible y por ahora se está diseñando el modelo de colecta además de establecer alianzas que compartan la visión de una economía circular.
Acá es donde lancé una idea, que más allá del chascarrillo, se perfila como un proyecto interesante para desarrollar entre jóvenes investigadores. Le comenté a Hernann Zabala, fundador de EnerGea que sus paneles quizás podrían albergar bacterias o alguna levadura bioluminiscente. Tomando el ejemplo de Glowee y algunas otras iniciativas, hay posibilidades que aplicando biología sintética se pudiera lograr integrar algún microorganismo que emita los destellos de luz dentro de los paneles que produzca EnerGea.
Recubrimientos para interior con luz propia. Claro que hay que despejar primero muchas variables y dar solución a cómo lograr que estos paneles puedan tener una vida útil de más de 5 años. La parte más compleja del proceso es el trabajo en laboratorio para lograr las máquinas de ingeniería genética que nos brinden esa bio-luz.
Recordé el dolor de cabeza que fue para el equipo iGEM Bolivia (medalla de oro 2021) recibir material de donación para que puedan armar su biosensor de arsénico. Un largo trámite en Aduana, que al final resultó en aranceles delirantes al no tener una personería jurídica. Investigar en Bolivia es un triple desafío.
Las oportunidades ya no son exclusivas para países desarrollados. Acá también podríamos generar nuestra propia innovación. El dilema es que nos permitan realizarlo. La falta de políticas públicas en biotecnología y bioeconomía se tornan urgentes. Estas podrían abrir caminos que permitan que un proyecto como paneles bioluminiscentes se pueda llevar del laboratorio al mercado.