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En el mundo de la innovación social existe una frase que se escucha con frecuencia. La misma reza: “el cambio ocurre a la velocidad en la que se construye confianza”. Atribuida a Stephen R. Covey, ha servido de guía para aumentar la productividad en las empresas. Esta frase, no obstante, también se aplica para iniciativas de impacto social. Utilizándola como inspiración, se la usa a menudo para pensar lo que se puede lograr cuando actores variopintos colaboran—especialmente cuando éstos están en aparente oposición como suelen estarlo el sector público, privado y la sociedad civil.
Recurriendo a casos de la vida real, puede comprobarse cuán directa es la conexión entre el cambio y confianza cuando se derriban las barreras—a veces simbólicas—que nos rigen. A finales del mes pasado, en febrero del 2022, en Santa Cruz de la Sierra se llevó a cabo el primer brainshop para pensar la región metropolitana. Congregando a diversos sectores, se estableció una visión conjunta de qué queremos como metrópolis, identificando proyectos estratégicos integrados. El brainshop fue más que un mero taller ya que su principal objetivo fue poner en relevancia la inteligencia colectiva cruceña—entendida como la capacidad de colaborar y resolver problemas conjuntos en tiempos razonables. Fue un ejercicio donde diversas mentes se pusieron a trabajar de forma alineada en base al diálogo, apoyo mutuo y empoderamiento de las partes.
El brainshop metropolitano contó con el respaldo de colegios profesionales (ingenieros, arquitectos, economistas y contadores), organizaciones empresariales (CADEX, CADECOCRUZ y ASOBAN), cooperativas (CRE y SAGUAPAC) y universidades (UAGRM y UDABOL). También participaron entidades públicas de los tres niveles de gobierno. Organizadas por temáticas específicas, contó con la facilitación del experto internacional en áreas metropolitanas, Pedro B. Ortiz, fundador del International Metropolitan Institute.
Los resultados fueron estelares, constituyéndose como el esfuerzo más importante en esta materia desde la aprobación de la Ley Departamental No. 187 del 31 de enero del 2020 que creó y reguló la región metropolitana. Se concluyó con ocho proyectos estratégicos y una nueva visión para la región metropolitana: transformar nuestra ubicación geográfica—en medio del continente—en nuestra principal ventaja competitiva. El “lejos de todo, más cerca de nada” que nos caracterizó por 450 años, ya no es más nuestra principal debilidad.
En este contexto, se discutió cómo aprovechar al potencial del aeropuerto internacional Viru-Viru, pensando más allá de la ampliación de pistas aéreas. ¿Esto qué significa? Significa reforzar la economía aeroportuaria creando plataformas productivas, enfocadas en el desarrollo logístico e industrial de nuestra región. Significa también, pensar cómo generar más valor agregado para las manufacturas cruceñas y bolivianas.
Pero el nuevo paradigma de desarrollo económico metropolitano requiere un manejo más inteligente sobre políticas de suelo, ampliando las competencias a escala metropolitana. Por un lado, necesitamos ampliar usos industriales y productivos dentro de los confines geográficos metropolitanos. Esto se puede hacer de diversas maneras. Se planteó la creación estratégica de centros de camiones, de carga aérea, agro-centros o centrales de acopio, clusters productivos y más. Una segunda estrategia identificada fue consolidar la infraestructura vial. En este sentido, carreteras y ferrocarriles metropolitanos Norte-Sur, (uniendo Montero con Santa Cruz), y Centro-Este (conectando la capital con Pailón), pueden servir para sincronizar los flujos de transporte. Usuarios y carga podrán ir y venir con dirección al aeropuerto y a estos centros productivos, accediendo a polos industriales existentes y futuros.
Ampliar la mirada de la escala urbana a la metropolitana abrió los ojos de más de un participante del brainshop. Es que este cambio de paradigma requiere manejar muchas variables. Ejemplo de ello fue la visualización del enorme potencial medioambiental dentro de la metrópolis, que resultó al vincular los ríos Piraí y Guapay. Ello llevó al diseño de cordones ecológicos horizontales, atravesando el área metropolitana de norte a sur. ¡Qué mejor forma de unificar ambos ríos que mediante sus sub-cuencas! Estos cordones, además de ser zonas verdes, funcionarían como zonas de protección ambiental o amortiguación para los nuevos requerimientos de usos de suelo (transporte, industrial-productivo, etc.).
Otro ejemplo del cambio de escala es el rol que adquiere el centro histórico de la ciudad capital como centro no solo cultural, sino receptor del flujo de pasajeros que harían escala en Santa Cruz de la Sierra. Nuevamente, el potenciamiento del espacio del centro histórico debe conectar la ciudad y su oferta turística, cultural y económica con su hinterland inmediato, con el resto del departamento y del país. Para ello, no solo se debe proteger el patrimonio arquitectónico, sino mejorar las condiciones físicas, económicas y sociales del corazón de la ciudad, identificando oportunidades de intervención y de negocios y facilitando las conexiones de transporte del resto de la región metropolitana hacia el centro.
Los ejercicios en torno a la vivienda ayudan a entender la magnitud del desafío metropolitano. Hacia el 2061—año del quinto centenario—se tiene previsto duplicar la cantidad de viviendas existentes. No obstante, se requiere tomar decisiones estratégicas para construirlas en los municipios donde se proyecta la mayor demanda para consolidar el área metropolitana. Warnes, Montero y La Guardia ofrecen las ventajas comparativas más interesantes. En el caso de Santa Cruz de la Sierra, los distritos 5, 6, 7, 8, 9 y 12 son los distritos con las mejores perspectivas para cubrir el actual déficit de vivienda. Pero ello también implica disminuir paulatinamente el ritmo de oferta de vivienda en la capital y mirar al resto de los municipios del área metropolitana. No puede perderse de vista la creación de futuras terminales de transporte metropolitano, beneficiando principalmente a los distritos periféricos.
Todo ello requiere la articulación de políticas que promuevan el desarrollo del capital humano. Desconcentrar y tecnificar la mano de obra, para que ésta pueda atender los requerimientos de servicios cuaternarios (servicios basados en la generación e intercambio de información, tecnología, investigación, planificación financiera, etc.), será un trabajo que requerirá de la participación de más gente.
Cada uno de los ocho proyectos estratégicos requerirá una serie de sub-proyectos, que, a su vez, estarán condicionados a procesos de socialización de ideas y de propuestas junto a más sectores de la sociedad civil para garantizar su éxito. Esto permitirá que los potenciales actores involucrados, sean inversores, gestores, usuarios, o beneficiarios del área metropolitana se apasionen con la posibilidad de verse incluidos en el sueño de la Santa Cruz metropolitana, exigiendo y abogando por su concreción.
Vuelvo a recalcar la conexión entre cambio y confianza. Los tiempos para implementar las políticas necesarias variarán según cada proyecto, según la inteligencia colectiva de los actores que impulsen cada uno de ellos. No obstante, la velocidad en que veremos estos cambios está inexorablemente asociada al grado de confianza que logremos generar, a la posibilidad de creación de oportunidades conjuntas, de gestión de estas iniciativas y de la colaboración de las partes. Como ciudadanía, nos toca exigir acciones a nuestras autoridades y nuestros líderes sectoriales. Pero también debemos dialogar con nuestros pares, y ver cómo podemos formar parte de esta visión colectiva, porque este sueño nos pertenece a todos. ¿Estaremos listos para consolidar nuestra región metropolitana? De la otrora sociedad de frontera, a la sociedad que diseña sus propias fronteras hacia el mundo, esperemos estar a la altura de este gran desafío.
*La opinión expresada en este artículo es responsabilidad exclusiva del autor y no representa necesariamente la posición oficial de Publico.bo