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En tres días, incluidos un sábado y domingo, el Ministerio Público rechazó el lunes 12 de junio la denuncia del Colegio de Abogados de Santa Cruz contra los ministros de Gobierno y Obras Públicas por encubrir y no denunciar el tráfico de media tonelada de cocaína a España desde el aeropuerto de Viru Viru. La noticia era para que ambos ministros sonrían, pero no lo hicieron. ¿Por qué?
El Ejecutivo tiene el control de los órganos del Estado y puede hacer lo que sea para salirse con la suya, pero no ha podido mantener despejada la ruta del presidente Luis Arce hacia un posible nuevo mandato. Puede obtener rechazos fiscales, salvar ministros en las interpelaciones y disponer ratificaciones en el gabinete, pero el daño a la pretensión es irrefutable.
El evismo estuvo arrinconado el año pasado, pero recuperó terreno, pasó a la ofensiva y en los últimos meses ha instalado varias minas de carácter político en el camino hacia la reelección presidencial. Cuatro de esos artefactos están a simple vista: protección al narcotráfico, corrupción de alto nivel, mal manejo de la economía e inseguridad para el conjunto de los bolivianos.
Evo Morales y sus seguidores han logrado, entre otras cosas, activar un mecanismo para que las minas explosionen una por una, en grupos o todas al mismo tiempo. Él tiene en sus manos el botón para detonarlas y cuenta con parlamentarios y exministros leales, ciertas organizaciones sociales y sectores orgánicos del MAS como brazos operativos.
Dejó su confinamiento en el Chapare y ahora recorre el territorio nacional marcando las cuatro debilidades gubernamentales y denunciando que existe un plan gubernamental para destruirlo. Ese doble rol –atacante y víctima– le está abriendo puertas en espacios que aparentemente habían quedado clausurados para el evismo.
El gobierno, en cambio, se mantiene ocupado en reducir los daños colaterales. Sus energías están dirigidas a anular los procesos penales contra los ministros cuestionados, impedir que sean censurados en el Legislativo, preservar (no ampliar) el terreno conquistado en el masismo y también victimizarse con advertencias de probables expulsiones.
Incluso hizo rodar la cabeza del exministro de Medio Ambiente y Agua ante la revelación de millonarias coimas urdidas desde su despacho, pero la percepción de la mayoría de la gente, expresada en encuestas de percepción ciudadana, es que la corrupción se campea impunemente en la actual administración, con el añadido de que quien encuentra la punta del ovillo, aparece muerto.
En el caso del “narcovuelo”, considerado el mayor ejemplo de protección estatal al tráfico de drogas desde Bolivia, la sensación popular es que la cobertura ilegal al narco proviene de altas esferas gubernamentales.
Aún quedan por responder de manera inequívoca a quiénes pertenecen los 748 kilos de cocaína incautados en Barajas el 12 de febrero, cómo ingresó semejante cargamento a la plataforma del principal aeropuerto del país y si hubo o no una reunión entre policías y civiles el 16 de febrero en la capital cruceña para analizar las consecuencias de la confiscación.
Ni qué decir con la idea instalada de que existe un errático manejo de la economía nacional de parte del Ejecutivo. La escasez de dólares no se soluciona, el tipo de cambio paralelo se consolida, el estado de las reservas internacionales no se informa hace más de cuatro meses… Estamos por ingresar al segundo semestre de 2023 y pronto comenzarán a pesar los bajos porcentajes de crecimiento y los indicadores de inflación anual, así hayan pasado por la sala de maquillaje.
El evismo está demostrando que es un enemigo político que no descansa y que puede colocar otras minas en el camino. La pregunta es si el Ejecutivo realmente se da cuenta del boquete que está abriendo su adversario interno o cree que aminorando los daños colaterales puede llegar con opciones a la definición del próximo binomio electoral del masismo.
Corrupción de alto nivel, protección al narcotráfico, mal manejo de la economía, inseguridad generalizada. El escenario político ha cambiado y ahora el arrinconado es el gobierno. ¿Cuenta con una estrategia para revertir el panorama sabiendo que el Estado está a su disposición o el mandatario está rodeado por colaboradores que no están a la altura de los desafíos políticos de fondo?
Como afirma Fernando Aponte, analista político beniano, el caudillo del masismo y su entorno carecen de moral para referirse a esos temas porque también fueron parte de las fragilidades del primer largo gobierno del MAS y “quien es parte del problema, no puede ser parte de la solución”.