Chile enterró el ciclo de la sinrazón del Constitucionalismo populista
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De haber triunfado la aprobación de la nueva Constitución chilena, inmediatamente hubiera provocado una serie de reformas afines en los débiles entramados legales de los diferentes países latinoamericanos. Todo bajo el impulso de la intelectualidad fundamentalista de la izquierda criogénica, refugiada en la Internacional Progresista, organizada por iniciativa de la Fundación Sanders de los EEUU, donde además del senador norteamericano, participan Yanis Varoufakis, Correa y el inefable Álvaro García Linera, gurú del presidente Boric; quien después de haber cambiado a parte de su gabinete político, el resultado también lo llevará a seleccionar con más precaución a sus asesores.
No es casualidad que se hayan desatado una serie de reformas constitucionales en la primera ola populista (1999-2019) luego de la ascensión al poder del Chavismo en Venezuela. Bajo el alero bolivariano y los abundantes petrodólares, contrataron a políticos y constitucionalistas españoles que promovieron el independentismo e introdujeron el mandato del “Estado Plurinacional” desde los centros universitarios de Valencia, Cataluña y la Complutense de Madrid.
Necesitaban canalizar su energía revolucionaria, había que poner a prueba las teorías del llamado “constitucionalismo revolucionario”, y el “populismo democrático”, del constitucionalista norteamericano Bruce Ackerman de la Escuela de Harvard y de la Facultad de Derecho de Yale. Remarcaron la importancia de los mecanismos de consulta popular, y el parlamentarismo de calle. Si sumamos a ello el “Poder Constituyente” de Antonio Negri, las propuestas de Boaventura De Sousa Santos de “descolonizar el saber” y democratizar la democracia, tenemos el menú completo. Con esta misión, los intelectuales de izquierda: Pablo Iglesias, Iñigo Errejón, Juan Carlos Monedero, Roberto Viciano y Rubén Martínez Dalmau —que posteriormente fundarían PODEMOS— constituyeron el CEPS (Centro de Estudios Políticos y Sociales).
La Fundación —originalmente— sin fines de lucro, les proporcionó la cobertura para efectuar convenios con el gobierno de Hugo Chávez. Recibieron 3,7 millones de euros entre 2002 a 2012, asesoraron con holgura política y bien remunerados, las reformas gubernamentales y posteriormente, con un generoso financiamiento, se proyectaron a Bolivia, participaron activamente en la Asamblea Constituyente de 2006 a 2009, con Iñigo Errejón y un equipo. En Ecuador a partir de 2006, asesoraron la campaña electoral de Correa y el trabajo de la Asamblea Constituyente, con la intervención de José Alfonso Seco.
Chile es un ejemplo del riesgo que significa llevar adelante reformas constitucionales al calor de estados de ánimo ocasionales, y alimentadas por inconsistentes mayorías circunstanciales en la Asamblea Constituyente. El error de la efímera mayoría de constituyentes: dirigentes sectoriales, sociales y plataformas independientes —sin partido político— seducidos por la izquierda fundamentalista, fue suponer que tenían un cheque en blanco para “refundar Chile”, para empezar de cero y hacer de la Asamblea un “Poder Constituyente”. No extraña que detrás de este errático camino, estuvo el asesoramiento del abogado de PODEMOS Rubén Martínez Dalmau,
Con gran lucidez y arrojo se opusieron a los impulsos refundacionales, los expresidentes Ricardo Lagos, Eduardo Frei; intelectuales de centro izquierda organizados en el movimiento “Amarillos por Chile”, profesionales independientes, analistas sociales y medios de comunicación.
El expresidente Frei, optó decididamente por el rechazo, contrariando la decisión oficial de su partido la Democracia Cristiana que se inclinó por la aprobación. Declaró que era “ineludible la responsabilidad de manifestarles a mis compatriotas la importancia de proteger nuestra democracia de iniciativas que la debiliten, sometiendo a nuestra institucionalidad permanente a la discreción de mayorías políticas coyunturales”,
Ahora se abre una nueva oportunidad para reencauzar la voluntad popular, sin radicalismos ni aventuras, este es el mejor camino para enterrar el oportunismo populista de ir de refundación en refundación hacia el desastre democrático y la erosión destructiva de la institucionalidad en nuestras naciones.