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Necesitamos un mínimo de coherencia sin hipocresía. La semilla de la corrupción es la mentira.
Existe gente que todo el tiempo despotrica por lo mal que está todo y dicen que de algún modo hay que cambiar todo eso (que se debe ser honesto, pulcro, no grosero tampoco vulgar, etc. y etc.); sin embargo, ni ellos mismos desean esforzarse para lograr integridad menos aún enseñar con el ejemplo, pues por puro beneficio personal son capaces tranquilamente de mentir, caer en corrupción (sobornar a otro para asegurar resultado o conseguir algo a cambio: un documento, una certificación, un carnet, una resolución o decisión favorable, una adjudicación, etc.), mostrando una mentira como si fuese una verdad para viabilizar algo de su propio interés (Ej.: un documento que acredita algo pero que en realidad es una mentira, consumación de fraudes para preservar privilegios, etc.).
Para ellos, la normalidad de la mentira termina subvirtiendo los valores, justificando actos que, en otros contextos, parecerían condenables. Allí se encuentra la semilla de la corrupción.
Necesitamos coherencia y verdadera honestidad e integridad. Si realmente deseamos un cambio o transformación para mejorar es con sacrificio y se empieza con uno mismo, de forma individual. No viene de la nada.
El sacrificio y el reto, es ser auténticamente íntegros, luchando por nuestras libertades individuales, convicciones, principios y valores, en contra del abuso de poder (que busca el dominio total de la población para obtener impunidad y mantener prerrogativas, detentando el poder), sin mentir y engañar a los demás; caso contrario, si nadie está dispuesto en serlo (íntegro), pues la sociedad, nunca cambiará, seguirá la misma situación por los siglos de los siglos, se llenará de puras reformas de fachada, elucubraciones y largas peroratas, nada de transformación.
Hoy en día, en el mundo existe una gran campaña de mercadotecnia de que todos deben ser líderes en todo y muchas veces se confunde ser líder con ser perfecto o estar al gusto de todos; sin embargo, por lo menos con que la persona sea integra, ya es ganancia. No necesitamos tantos líderes sino gente íntegra, con lo cual, el llamado “pueblo” mejorará pues es el resultado de la sumatoria de cada individuo.
No debemos heredar sólo mentira, vanidad y cosas sin provecho para las siguientes generaciones. Para mitigar la vanidad, empecemos por vencer el deseo de lucirnos, de aparentar, apantallar o de parecer humildes. Seamos nosotros mismos, con nuestra propia unicidad, pero con autenticidad, integridad y transparencia sin envidias. Detestemos la mentira.
Lo mejor que podemos hacer en esa búsqueda por mejorar al mundo es que en toda relación no se mienta. El no mentir es decisivo para un verdadero mejoramiento tanto individual como social y global.
Todo lo positivo debemos sembrar, y lo que no podamos cambiar pues debemos saber convivir con ella (me refiero a lo que está acérrimo, trágico y frenéticamente así establecido por el humano, entre otras cosas, bajo el criterio de consenso mundial; y, que no tiene sentido, entablar largas discusiones teóricas, fanáticas y dogmáticas al respecto, por cuanto, solo implicarán pérdida de tiempo), pero eso sí, no por ello, debemos dejar de estar siempre alertas en el cuidado de lo sustancial, lo elemental, que está relacionado con vivir en libertad porque las formas de engaño cambian, las trampas cambian; por lo tanto, debemos ser más sensibles y estar permanentemente atentos y despiertos.
Como ciudadano, en lo concerniente a nuestras autoridades en todos los niveles de gobierno (Estado central, gobernaciones, alcaldías, etc.) y servidores públicos, debemos (control social) necesaria y obligatoriamente exigirles: el cumplimiento de la Constitución y demás normativas nacionales, trabajo eficiente, gestión de calidad, que se destaquen en la función pública, no en politiquerías, agresiones ni mentiras tampoco en vender absurdeces para distracción y entretenimiento de la gente.