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Crece la sexta ola de la pandemia del covid: ¿todos tenemos la culpa?

José Rafael Vilar

Analista y consultor político

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Dentro de tres meses se cumplirán tres años de lidiar con la pandemia. Este 2022 fue el año con más olas: cuarta —iniciada en 2021—, quinta y sexta, ésta en desarrollo; con más contagios, con más pruebas.

La primera ola nos atacó inmisericordemente (como si una pandemia pudiera tener misericordia); se entiende lo que sucedió porque nadie en todo el mundo estaba preparado para el virus que se expandió rápida y exponencialmente desde China, porque no había vacunas, porque Bolivia heredaba uno de los sistemas de salud más deficientes y pobres de la Región tras años de bonanza económica dilapidada y porque coincidió con un convulso Período de Transición.

Basándonos en la cantidad de casos, esa primera ola duró entre marzo y octubre de ese año, solapándose con la más corta segunda ola, que transcurrió desde noviembre 2020 hasta marzo 2021; le siguieron la tercera ola —entre abril y septiembre 2021, la más mortífera con 6.420 decesos registrados por los reportes epidemiológicos de ese período, sin embargo con una tasa de letalidad muy inferior a la de la Primera Ola (2,7% versus 6,2%)—, la cuarta —entre octubre 2021 y abril 2022, con las cepas más mórbidas (contagiables) hasta ese momento pero con menor letalidad aun: 0,7%—, la quinta —mayo a octubre— para desembocar en la sexta ola desde noviembre de este año, que se anuncia como de altos contagios; la quinta redujo la letalidad a 0,1% —para la sexta ola aún es pronto pronosticar, considerando que la morbilidad en la primera quincena de diciembre aumentó el 920% respecto de noviembre.

2022

Este año 2022 ha sido el año con más olas: cuarta —iniciada en 2021—, quinta y sexta, ésta en desarrollo; con más contagios; con más pruebas y, como analizaremos después, con una caída significativa de vacunación respecto del promedio de 2021.

Al observar la gráfica anterior, encontramos que los meses con más morbilidad han sido enero y julio, seguidos de agosto y febrero. Sin embargo, el que los primeros 15 días de diciembre haya aumentado tanto la morbilidad con la sexta ola respecto de la de todo el mes anterior y sumándole los factores de vacaciones y fiestas del período —con el consecuente mayor relajamiento previsto de las ya relajadas medidas de bioseguridad y con una incluso mayor reducción en las tasas de vacunación—, no sería muy extraño que diciembre y, sobre todo, enero serán meses con altas tasas de morbilidad.

En el gráfico arriba mencionado, los meses de marzo, abril, septiembre y noviembre estan ensombrecidos en amarillo porque en esos meses algunos pocos días los Reportes Epidemiológicos del Minsalud no fueron publicados ni los totales nacionales de esos días pudieron ser reconstruidos a partir de los Reportes de los Sedes porque algunos de ellos tampoco los publicaron.

Es muy importante considerar el factor pruebas de detección porque se cumple que a más pruebas, más posibles casos detectados, entendiéndose que menos pruebas pueden confundir la tasa real de morbilidad.

Como podemos ver, la tasa diaria promedio de pruebas de detección aplicadas alcanza sus valores más altos en los meses de junio, julio y agosto —ésta la mayor hasta el momento en 2002—, considerando que desde que se descartó la obligatoriedad de las pruebas de detección —requisito vigente en las primeras olas—, la realización de ésta es de decisión voluntaria o por indicación médica en casos de síntomas.

Al igual que en el primer gráfico, los meses de abril, mayo y noviembre —el de más faltantes, con tres días sin datos publicados— estan ensombrecidos en amarillo porque en ellos algunos pocos días no fueron publicados los datos nacionales de pruebas de detección aplicadas. Este dato no aparece en los Reportes de los Sedes.

Este carácter de no requisito obligatorio para realizarse la prueba de detección puede haber provocado que casos asintomáticos no se la realicen y, a pesar de portar el virus y poder contagiarlo, no aparezcan en las tasas de morbilidad —ni, posiblemente, en las tasas de letalidad respectiva—; asimismo, confunde la razón de las bajas tasas mencionadas de pruebas de detección se refieren a la disponibilidad de acceso, a la existencia o no de stocks respectivos o, simplemente, a la falta de motivación —o decisión— de las personas por hacérselas.

Sexta ola

De acuerdo con el Minsalud, esta Sexta Ola se desarrolla con las cepas BA.4 y BA.5 —que ya circularon en las Cuarta y Quinta Ola— y las nuevas y más contagiosas BQ 1 y BQ 1.1 —conocidas como “Perro del Infierno” o Can Cervero, el mitológico monstruo de tres cabezas que cuidaba para Hades la entrada del inframundo—, sin descartar que también siga circulando la B.1.1.7, anunciada su presencia por el Minsalud a fines de abril.

Tomando como base la primera quincena de diciembre —donde se clarifican los casos—, esta sexta ola vuelve a presentar una concentración de los nuevos casos detectados en los tres departamentos del eje: Santa Cruz, La Paz y Cochabamba.

Es motivo de alarma el incremento de casos nuevos detectados en el departamento de Pando, el de menor población del país, cuya morbilidad estos últimos días supera con creces al de los otros cinco departamentos extraeje. Sin embargo, la diferenciación con otras olas es que, con los resultados reportados de diciembre, el departamento de Santa Cruz tiene el 75% de todos los casos del país (16.296) y el 81 de los tres departamentos del eje.

El Sedes Beni no ha publicado Reportes Epidemiológicos.

Esta situación conlleva, a las puertas de las vacaciones y las fiestas, una verdadera alarma epidemiológica para el departamento de Santa Cruz —sin obviar el resto del país, principalmente el Eje— que deberá ser abordada con urgencia antes de que se repita el cuadro de la cuarta ola, que podría incrementarse —incluso superarse— a partir de los bajos niveles de vacunación —estimulados a fines de 2021 por el anuncio de su obligatoriedad, del que volveremos a hablar.

El relajamiento generalizado de las medidas de bioseguridad, los bajos niveles de vacunación —que veremos a continuación— y el no-incremento de capacidades hospitalarias, a pesar de la experiencia sanitaria, puede confluir negativamente.

Vacunas y vacunación

El proceso de vacunación empezó a inicios de 2021 y empezó “chueco”. ¿Por qué? Porque la apuesta “antiimperialista” de Bolivia fue contratar las vacunas rusas Sputnik V —aún hoy no aprobadas por la OMS por falta de información, según consta en su sitio oficial—, https://extranet.who.int/pqweb/sites/default/files/documents/Status_COVID_VAX_29Sept2021_0.pdf y hacer la apología de sus ventajas y del “apoyo ruso”.

Para no demorar la explicación, fueron llegando las primeras dosis pero rápidamente dejaron de llegar las segundas —porque es, de las vacunas de doble dosis certificadas por la OMS (que no es su caso) o que hayan solicitado certificación, la única que sus dos etapas son fórmulas diferentes—, en un inicio por el autobloqueo ruso a la exportación de esas vacunas como consecuencia del desborde de casos locales sin que el productor pudiera cubrir la demanda y, después, porque el Instituto Gamaleya —quien las producía— no tenía la posibilidad de aumentar su capacidad de producción. (Un adelanto del descrédito de la industria y tecnología rusas comprobado con la invasión de Ucrania.) La solución boliviana fue dilatar cada vez más la aplicación de la segunda dosis bajo el falso argumento de que “más tarde era más efectiva”, un caso más en que, para algunas tendencias políticas, la ideología prima sobre el bienestar y la seguridad humanos. Se fueron paliando las carencias con adquisiciones y donaciones de la vacuna china Sinopharm —que por la situación de contagios en su país de origen posiblemente no sea tan efectiva como se afirmaba— y después, en mucha mayor medida, con donaciones por diferentes países —EEUU principalmente— de las “inicialmente odiadas” vacunas occidentales; Pfizer, Moderna, AstraZeneca y Janssen.

El esquema de vacunación mantuvo la estructura secuencial sugerida por la OMS/OPS, agregándose una tercera dosis de refuerzo en octubre 2021 y una cuarta —anual— en abril 2022, ambas éstas exclusivamente para el percentil poblacional igual o mayor de 18 años. En octubre 2021 se empezó a vacunar a adolescentes entre 16 y 17 años, extendiéndose luego a todo el percentil entre 12 y 17, continuando en diciembre con el grupo de 5 a 11 años (los percentiles de menores de 18 años no han sido habilitados hasta el momento para las dosis de refuerzo ni anual).

Con suficientes dosis en stock, el proceso de vacunación en primera dosis y pauta completa —o unidosis en el caso de la Janssen— prosiguió con campañas comunicacionales y motivacionales del Minsalud y de los diferentes Sedes y con la priorización de la prevención —vacunación masiva— y detección —pruebas masivas, nasales, serológicas y PCR—, las que funcionaron efectivamente hasta enero cuando —al empezar la obligatoriedad de la vacunación y el porte del carné respectivo para una gran cantidad de actividades: acceso a oficinas, trámites públicos, entrada a espectáculos, malls y comercios, entre muchos más— sectores antivacunas —los mismos que durante el gobierno de transición habían sido promovidos por el mismo actual partido de gobierno, negando incluso la pandemia— se opusieron y, en muestra de debilidad y de constatación de que eran afines —o, al menos, su “deudor” —, el Minsalud suspendió el empleo del carné y la obligatoriedad de la vacunación. Quedará pendiente algún estudio a futuro para saber si los altísimos niveles de contagio detectados en enero 2022 pudieron tener alguna relación con tan desafortunada decisión.

Al martes 13 pasado, tomando como referencia el Reporte Epidemiológico N° 1003 del Minsalud, el avance global de la vacunación es como aparece en el gráfico a continuación:

Aunque pudiera parecer cifras altas, la comparación con la población total vacunable (10.655.356 personas de cinco años y mayores, según proyección 2022 del INE) da porcentajes bajos, que analizaremos en poco.

En global de los inmunizados con pauta completa en 23 países de la Región, https://ourworldindata.org/coronavirus#coronavirus-country-profiles. Bolivia con el 58,6% de inmunizados de cinco y más años ocupa el lugar 14, a mucha distancia de los dos primeros: Chile (90,3%) y Cuba (89,2%). Es decir, a pesar del stock asegurado —como ha remarcado el Minsalud—, estamos con poco más de la mitad de la población inmunizada con pauta completa.

Esto es más crítico cuando analizamos la inmunización con pauta completa por percentiles.

En este desglose por grupos de edades —percentiles—, el grupo de 18 años en adelante se ubica entre México (64,8%) y Colombia (71,0%), mientras que el grupo de 5 a 11 años está al nivel de inmunización con pauta completa entre Guatemala (39,4%) y Jamaica (26,3%); Haití (2,1%) ocupa el siguiente y último lugar.

Con estos porcentajes de inmunizados con pauta completa, faltarían 1.102.118 niños entre 5 y 11 años por vacunar con segunda dosis y 753.878 preadolescentes y adolescentes entre 12 y 17 años por inmunizar.

Tareas urgentes de cumplir.

*La opinión expresada en este artículo es responsabilidad exclusiva del autor y no representa necesariamente la posición oficial de Publico.bo


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José Rafael Vilar

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