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El Movimiento al Socialismo (MAS) se encuentra fracturado entre los bloques comandados por el expresidente Evo Morales, el del presidente Luis Arce y el del actual vicepresidente David Choquehuanca. Los grupos no solo buscan cuotas en el gabinete de Luis Arce, sino también el control del poder político en sus diferentes ramificaciones. Es cierto que Luis Arce ganó las elecciones generales con el 55%, pero el líder del instrumento político es (todavía) Evo Morales, de modo que hay (y habrá) una relación muy tensa entre los elegidos y quién permitió que sean elegidos.
Las declaraciones públicas no solo han subido de tono (se acusan de traidores a menudo), sino que dos dirigentes y diputados Rolando Cuellar y Gualberto Arispe, terminaron a puñetes en la misma Asamblea Legislativa. Entre las facciones internas del MAS (que existen hasta en las mejores familias), Luis Arce no solo que ha ignorado el pedido de Evo Morales de cambiar algunos ministros, sino además que ha echado a dirigentes históricos como el expresidente de la cámara de diputados.
Los facciosos exigen cuotas de poder y como Luis Arce tiene la billetera parece decidido a todo (incluyendo una inminente ruptura con Evo Morales) con tal de quedarse en el trono y buscar la reelección presidencial en el 2025. El primer mandatario maneja y controla cerca del 90% del presupuesto general del Estado, y puede además conseguir espacios para sus seguidores en el ejecutivo central y la mayoría de los gobiernos departamentales, municipales, etc.
Lo evidente es que la hegemonía política que tenía Evo Morales se debilitó y diluyó en cuanto ascendió al poder. La erosión de esta hegemonía se hizo sentir en dos momentos concretos: i) durante el conflicto del Territorio Indígena y Parque Nacional Isiboro-Secure (TIPNIS), en 2011, que puso en evidencia la contradicción entre la retórica indigenista/ambientalista y las políticas públicas realmente existentes (desarrollistas, antiindígenas y extractivistas; ii) y cuando el MAS optó por la estrategia de la reelección indefinida de Evo Morales, y el desconocimiento del referéndum del 21 de febrero de 2016.
A la erosión de esa hegemonía política hay que agregar el envejecimiento de la narrativa del proceso de cambio. Pero ¿se trata de un fin de ciclo? Lo que está claro es que el MAS ha empezado a vaciarse de contenido. ¿Qué valor tienen actualmente los términos “descolonización”, “democracia intercultural” o “Vivir Bien”? Estas palabras fueron objeto de sobreinterpretaciones, desplazamientos de sentido, mutaciones y falsificaciones; en realidad perdieron su credibilidad y por ende su capacidad de interpelación.
El 21-F, la sentencia constitucional 84/2017, los gravísimos casos de corrupción, la narrativa del golpe, los abusos del poder como la detención de Jeanine Áñez, entre otros, minaron seriamente la hegemonía discursiva del MAS porque perforaron la vigencia real de la Constitución que es uno de los valores más relevantes del pueblo boliviano. El desconocimiento del referéndum y buscar eternizarse en el poder, vulneraron también el principio de la soberanía como fuente del poder democrático.
El agotamiento discursivo del MAS tiene que ver igual con la instrumentalización del sistema judicial, y la necesidad de una reforma urgente, que depende de la voluntad política para llevarse a cabo. El Órgano Judicial está para combatir los abusos del poder político o de los particulares; sin embargo, hay casos donde se hace y se ha hecho exactamente lo contrario: la justicia ha sido el instrumento para abusar del poder en el gobierno del MAS.
En el actual escenario político interno del MAS existen al menos dos tendencias: la primera está centrada en buscar la reproducción del poder político del MAS a cualquier precio (que incluye sí o sí la candidatura de Evo Morales). La otra tendencia busca también allanar el camino hacia la reelección de Luis Arce, aunque por ahora enarbola la defensa del Estado Constitucional de Derecho y de sus instituciones judiciales y electorales. En esta guerra de baja intensidad parece que se va imponiendo Luis Arce, pues a Evo Morales le reclaman la caída del MAS el 2019 y, sobre todo, su huida del país, gravísimo error político que se lo gritarán siempre y parece determinante.