Escucha la noticia
No todos los cumpleaños son iguales. La forma del festejo varía según la edad y la cultura en la que uno se educa. Por ejemplo, en toda mi niñez y juventud no celebré mi cumpleaños, cuya fecha, en realidad, casi nadie conocía o recordaba. Dicen que la mejor manera de acordarse de la fecha del cumpleaños de la esposa es olvidarla una sola vez: nunca jamás en la vida la volverás a olvidar. Tal vez por eso en Japón se acostumbra festejar todos los cumpleaños el primer día del Año Nuevo. Tal vez por eso en la Europa cristiana se prefería celebrar el “onomástico”, o día del Santo cuyo nombre llevamos.
De hecho, es más fácil recordar la fecha de un Santo, cuyo nombre llevan muchas personas, especialmente en familias donde los nombres suelen repetirse, que cien fechas de cumpleaños. Por ejemplo, en mi familia paterna hay nombres que se repiten: Francesco/a (mi abuelo, yo, mi nieta); Lucía (mi abuela paterna, mi hermana y mi hija); Juan, en sus variantes de Giovanni, Gianni, Giancarlo, Gianpaolo, Gianluca, Gianfilippo. Eso facilita el recuerdo del onomástico, pero introduce discriminación y, en algunos casos, confusión.
Me explico: todos saben (o sabían, por los calendarios Bristol de antaño) que el Santo de Asís “caía” el 4 de octubre, San Antonio el 13 de junio, San Juan el 24 de junio, Santa Teresa el 14 de octubre, etc.), pero dudo que la fecha de San Protasio (19 de junio) sea igualmente conocida, de modo que los nombres de santos populares son susceptibles de ser celebrados más que los de santos menos conocidos. Adicionalmente, hay más de un Francisco en el calendario: de Paula, Regis, Caracciolo, de Sales, Xavier, Solano, etc., y la elección del santo preciso es muchas veces cuestión de una devoción particular. Googleando, uno encuentra que existen más de 70 “san francisco” (https://www.santopedia.com/buscar?q=san+francisco ).
Decía que no todos los cumpleaños son iguales: existen características del festejo a los niños que luego se pierden con los años, como la parafernalia cumpleañera (decoración, juguetes, piñata, payasos, torta, canastitas), pero también la perspectiva es diferente (se mira a lo que el futuro le deparará al niño y no al pasado y a lo sembrado, como en el caso de los mayores). Un desafío son los regalos a los ancianos: licores, cuando ya no pueden tomar; libros, cuando ya se fatigan en leer, chocolates, para que los compartan con los invitados, o una chalina de alpaca para añadir a la colección.
El mismo día de mi cumpleaños nació en Madrid la primera nieta de unos queridos colegas, pero habrá que esperar un año para que Vera y yo cumplamos años el mismo día. Sin embargo, para un japonés Vera ya está en su primer año de vida (2024) y el 1 de enero 2025 tendrá dos.
Desde que los bebés nacen en los hospitales se tienen estadísticas confiables acerca de mes, día y hora de los nacimientos y, por ende, de los cumpleaños. Resulta que el mes de mayor número de nacimientos es septiembre (¿tendrá que ver con el “pepino”?); la hora del día es de madrugada (entre las 4 y las 7 am) y es cierto que los niños se resisten a nacer los fines de semana y feriados).
Curiosamente, el año 2000 registró un exceso de nacimientos que fue explicado por la sicología en el sentido de que la humanidad “se defendió” de las prédicas milenaristas fortaleciendo su sobrevivencia. Asimismo, suelen registrarse picos de nacimientos nueve meses después de largos apagones nocturnos, aunque por otras razones.
Finalmente, la ciencia ha rebatido con abundante evidencia estadística la falsa creencia de una correlación entre la luna llena (o nueva) y la frecuencia de nacimientos. Ni la Luna, ni su satélite, interfieren en la distribución de los cumpleaños.