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¿De dónde viene el proteccionismo de Trump?

Las amenazas económicas anunciadas por el presidente de Estados Unidos no son una sorpresa. El país tiene una tradición proteccionista que inspiró las ideas del mandatario.

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Por Gabriel Pastor1

Para simplificar las razones detrás de un malestar o un problema —individual o colectivo— tendemos a reducir la realidad a esquemas dicotómicos: bueno o malo, blanco o negro. Este enfoque simplificado caracteriza la lectura de las políticas de Donald Trump y contribuye a oscurecer un escenario mundial inestable. Además, dificulta la comprensión de un fenómeno que marca el inicio de una nueva era que pone en cuestión la construcción del multilateralismo y la existencia de intereses compartidos.

De la amplia lista de medidas que componen la agenda disruptiva de Trump, el aumento generalizado de aranceles del 10% sobre todas las importaciones de Estados Unidos —con incrementos aún mayores para países como Vietnam, China, Suiza, India, Japón y la Unión Europea— revive escenarios del siglo XX, caracterizados por el deterioro del orden económico, político y social. Hoy, estas medidas, ¿son una casualidad?

Los acontecimientos, ya sean buenos o malos, rara vez son espontáneos. En general, responden a procesos más largos y complejos, muchos de los cuales pasan desapercibidos a simple vista. La respuesta de Trump contra el libre comercio puede leerse desde una perspectiva histórica.

Estado de emergencia

La decisión de la Casa Blanca eleva los aranceles al nivel más alto desde 1909. Algunas estimaciones consideran esta suba la mayor en la historia de EEUU. 125 países quedaron sujetos a una tasa del 10%, y otros 60 enfrentan gravámenes aún mayores.

El criterio utilizado para definir el grado de protección frente a cada socio comercial se basa en cálculos poco transparentes, que buscan reflejar una supuesta reciprocidad en los aranceles entre EEUU y los demás países. La lógica subyacente es clara: si nos cobran, les cobramos.

La Casa Blanca se ampara en leyes de emergencia de 1977 y 1976. Otorgan al presidente la facultad de enfrentar amenazas graves a la seguridad nacional, la política exterior o la economía del país. La justificación oficial es directa: resulta urgente regular las importaciones para corregir las prácticas comerciales globales que. Según la administración, alimentan los “grandes y persistentes déficits anuales” en el comercio de bienes de EEUU.

Trump considera que los presidentes anteriores no hicieron lo suficiente para resolver un problema que persiste desde hace más de 50 años. Añade además dos pilares de su diagnóstico económico: una presión fiscal excesiva, que debe reducirse, y una deuda federal descomunal.

Mi palabra favorita

Este Trump recargado cree firmemente en el poder de los aranceles. Primero los reconoció como su palabra favorita: “Una de las palabras más hermosas que he escuchado”, describió. Luego los colocó en el cuarto lugar de sus preferencias, después de Dios, religión y amor.

Esta admiración no es nueva. Desde finales de la década de 1980, el multimillonario inmobiliario promueve los aranceles como respuesta a prácticas comerciales que, según él, perjudican a EEUU. “Mucha gente está cansada de ver a otros países estafar a Estados Unidos”, decía en un antiguo registro televisivo. Una afirmación que bien podría pronunciar hoy, sin modificar ni una palabra. En ese entonces se refería a Japón. Décadas después, ya como candidato republicano, señalaba a China con el mismo tono. Hoy, su guerra comercial se ha globalizado: el objetivo es todo el mundo.

Fuentes de inspiración

Las ideas comerciales de Trump tienen varias fuentes de inspiración. Una de ellas es Lou Dobbs, popular presentador de televisión, primero en CNN y luego en Fox Business. Entre 1980 y 2021 denunció los acuerdos de libre comercio y la entrada de China a la Organización Mundial de Comercio por considerar que habían destruido millones de empleos manufactureros en EEUU. Dobbs sostenía que el gobierno debía intervenir activamente para impedir que las empresas trasladaran empleos al extranjero.

Trump refleja la misma indignación que Dobbs cuando lamenta la pérdida de empleos en el sector manufacturero. De algún modo, canaliza la desilusión, convertida en bronca, de muchos trabajadores industriales que se sienten perjudicados por un sistema comercial que, durante décadas, alentó la deslocalización de fábricas hacia países con menores costos. Lo que fue concebido como una estrategia empresarial para competir en un mundo global, es visto por estos sectores como un camino antinacionalista, que prioriza las ganancias sobre el bienestar de los trabajadores estadounidenses.

Tradición proteccionista

EEUU tiene una tradición proteccionista con profundas raíces históricas. Como primer secretario del Tesoro (1789-1795), Alexander Hamilton defendió el establecimiento de aranceles para fomentar el desarrollo de la industria nacional. Esta idea perduró en varios gobiernos del siglo XIX.

De ese pasado proteccionista, el presidente republicano William McKinley (1897-1901) es tal vez la figura más influyente para Trump. A fines del siglo XIX, McKinley aún se movía dentro de una lógica mercantilista, aunque en un contexto de creciente industrialización, conocido en su tiempo como el “Napoleón de la protección”. Trump reconoció su admiración por McKinley durante su segunda asunción presidencial: “El presidente McKinley hizo muy rico a nuestro país mediante aranceles y talento. Era un hombre de negocios nato”.

Ya entrado el siglo XX, podrían integrarse las ideas de la corriente soberanista, cuyas raíces son posteriores a la Primera Guerra Mundial, como una reacción ideológica a los problemas de comercio, migración y el auge de movimientos nacionalistas. Según la historiadora Jennifer Mittelstadt, esta corriente surge como respuesta a la creciente globalización y la pérdida de control sobre los asuntos internos de los países. Rechaza las políticas de apertura y cooperación internacional, promoviendo la idea de que un país debe recuperar su soberanía económica y política para proteger sus intereses nacionales, un pensamiento muy presente en la prédica de Trump.

William McKinley. Foto: McKinley Museum

Cuerda tensada

El camino radical contra el libre comercio parece seguir la misma senda que el Departamento de Eficiencia Gubernamental, la oficina de Elon Musk, que busca eliminar regulaciones y agencias estatales para reducir gastos y aumentar la eficiencia del gobierno a gran velocidad. En cuanto al aumento de aranceles, subyace la idea de que el sistema global de comercio no puede reformarse, por lo que debe desmantelarse.

Sin embargo, no parece haber un indicador robusto que ponga en cuestión la credibilidad del comercio y la globalización. La necesidad de más ingresos federales por parte de la administración Trump para avanzar en la reducción de impuestos nacionales no es culpa del libre comercio ni de la arquitectura multilateral posguerra, con todas sus imperfecciones.

Es difícil que el incentivo arancelario termine desencadenando una relocalización de grandes compañías y la creación de más empleos manufacturados, como espera la Casa Blanca. Aun así, Trump puede tener razón en algunos de sus diagnósticos críticos sobre las reglas de juego del comercio mundial, tal vez no adaptadas al actual ajedrez geopolítico con EEUU y China como principales competidores. Se ha denunciado al régimen chino por prácticas desleales como la manipulación de la moneda, subsidios a empresas estatales, robo de propiedad intelectual y espionaje industrial. Mientras tanto, empresas chinas, aprovechando el T-MEC, se instalan en México para acceder al mercado estadounidense, como lo demuestran las crecientes inversiones chinas en México.

Podría deshilacharse alguna costura del libre comercio, pero desmantelar el ropaje que envuelve todos los aspectos de la vida cotidiana parece una tarea imposible. Como escribió el columnista Zachary Karabell sobre la globalización: “Es fácil odiarla y muy oportunista usarla como diana de nuestras críticas, pero imposible detenerla”.


1Miembro del Consejo de Redacción de Diálogo Político. Investigador y analista en el think tank CERES. Profesor de periodismo en la Universidad de Montevideo.

*Artículo publicado en dialogopolitico.org el 09 de abril de 2025

*La opinión expresada en este artículo es responsabilidad exclusiva del autor y no representa necesariamente la posición oficial de Publico.bo


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