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Ningún partido o alianza política logró llegar a la presidencia y vicepresidencia de la república y habrá (por primera vez) balotaje. Los resultados imponen reeditar lo que se conoce como la “democracia pactada”. Los acuerdos fueron entre octubre de 1985 (cuando se firma el Pacto por la Democracia) y octubre de 2003 (cuando se produce la caída de Sánchez de Lozada). En los 18 años hubo acuerdos políticos interpartidarios, que garantizaron la gobernabilidad y Bolivia se convirtió en un país estable en lo económico y político, sin presos, exilados ni perseguidos por pensar diferente.
En la España postfranquista se acordaron “Los Pactos de la Moncloa”, firmados en 1977; fueron un conjunto de acuerdos que sirvieron para consolidar la democracia y resolver los grandes problemas heredados de la dictadura que duró casi 40 años. La Constitución de 1978 permitió la modernización, y acuerdos entre diferentes para la consecución de unos fines comunes, y el cumplimiento de lo pactado, cimiento de cualquier sociedad democrática.
Los pactos abarcaron tres grandes ámbitos: político, económico y social. Los de orden político avanzaron en derechos y libertades fundamentales, y sirvieron para impulsar el debate constitucional, que culminaría en la aprobación de la Carta Magna. Los de orden económico tuvieron como objetivo la modernización de España y el ingreso en las entonces Comunidades Europeas, mediante la estabilización de las cuentas públicas, una política monetaria capaz de contribuir a la reducción de la inflación, un impuesto sobre la renta que sería progresivo, y la reforma de la Seguridad Social. Por último, los acuerdos alcanzados por sindicatos y organizaciones empresariales son los que gozaron de mejor salud, porque nunca han dejado de renovarse.
En general, los Pactos de la Moncloa sirvieron para consolidar el sistema político, económico y social. Todo era susceptible de mejora, pero nada hubiera sido lo que fue si no se hubieran producido. Facilitaron y consolidaron la transición democrática española. Pactar es fundamental, y cumplir lo pactado más todavía. El expresidente, Felipe González, siempre destacaba que, en momentos de crisis o de zozobra democrática, nada hay más importante y trascendente que el cumplimiento de las reglas institucionales.
El contenido de los Pactos de la Moncloa puede clasificarse en tres grandes categorías o ámbitos diferenciados que, desde entonces, han seguido unos recorridos muy distintos, lo cual resulta relevante para analizar la cultura del pacto: a) Político y constitucional; b) Económico y de homologación con Europa; c) Social y de reconocimiento de interlocución de los sindicatos y de las organizaciones empresariales
En fin, resulta imposible imaginar una reapertura de sus contenidos en cuestiones como el ordenamiento territorial o la Corona, por ejemplo, sobre las que sería imposible repetir el alto grado de consenso alcanzado entonces. Se trató de un ejercicio irrepetible en el que toda la ciudadanía asumió el valor de ceder en determinadas reivindicaciones para lograr un bien común indiscutido y anhelado colectivamente, culminándolo con un referéndum, que implicaba la recuperación de la democracia y libertad tras una oscura, larga y cruel dictadura. Los principales avances en derechos y libertades fundamentales se han forjado y blindado mediante sentencias del Tribunal Constitucional.
España vivía momentos muy difíciles de estabilización económica e incertidumbre política. Los estragos provocados en la frágil economía española —hiperinflación, desempleo, déficit exterior, déficit público etc.—, fueron agudizados por las secuelas del sistema económico franquista cuya tardía, parcial e ineficiente reforma iniciada en 1959 a partir del Plan Nacional de Estabilización no impidió la amplificación de los desajustes durante los últimos años del régimen.
La cultura del pacto exige la promoción prioritaria del diálogo social, con independencia del gobierno que ocupe el poder, ni de su voluntad o no de estar abierto al diálogo, con firmeza y seguridad, garantizando la participación de todos los representantes de la sociedad civil. De nada sirve un diálogo social y una institucionalización democrática vacía de contenidos. Tampoco sirve no alcanzar nunca resultados concretos.
Todo esto viene a cuento para plantear la necesidad de un Gran Pacto Nacional, entre Rodrigo Paz, Jorge Quiroga, Samuel Doria, y Manfred Reyes Villa, quienes deben compatibilizar, armonizar y unificar sus programas de gobierno en una sola agenda política y comprometerse a honrar lo pactado, sin pedir nada a cambio, todo por el pueblo boliviano.