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Cuando vi cruzar la meta a Héctor Garibay en los 42ks de la CDMX, se me vino a la mente la carrea que hizo un inconmensurable Claudio Caniggia durante el partido de Camerún con Argentina en el mundial de Italia 90. En determinado momento del partido, Caniggia arranca tal cual bólido enloquecido desde la mitad de su campo sorteando a dos jugadores rivales que en su trayecto hierran al tratar de derribarlo, hasta que ya bien entrado en campo rival y con el acelerador al fondo, recibe de forma despiadada una infame patada que lo hace besar el suelo, el camerunés perdió una chutera producto del impacto y naturalmente vio la roja, pero en cambio, Caniggia se había consagrado como hijo del viento.
Esa carrera se ganó un espacio en la memoria colectiva histórica, pero seamos honesto, el fútbol es un deporte de equipo, mientras que el fondismo es un deporte individual, es básicamente uno mismo contra uno mismo, una implacable lucha interior entre cuerpo, alma, espíritu, corazón y porque no, hasta contra tus propios demonios que te incitan a tirar toalla, lo sé, porque como deportista aficionado, tengo tres maratones en mi haber. Es tan dura esta prueba, que el primer maratonista de la historia corrió los 42Ks que separan la llanura de Maratón con Atenas, llevaba un mensaje urgente, el de: victoria, luego de pronunciarlo, inmediatamente murió. Contra todo pronóstico, el mundo democrático había derrotado al ejército imperial de Persia, el mensaje evito el suicidio y el éxodo colectivo ante la destrucción que se cernía sobre la ciudad de la diosa de la sabiduría. En honor a él y para celebrar esa batalla, hoy corremos maratones en todo el planeta.
A lo anterior tenemos que sumar que Garibay corrió para Bolivia, y ahora que se ha vestido de gloria eterna, es nuestro héroe impoluto e inmaculado, cómo tiene que ser, pero hay un pasado de indiferencia por parte de autoridades, medios de comunicación y sociedad civil. Recordemos que ya nuestro héroe había demostrado su jerarquía ganando los 42ks de Buenos Aires (2021) y se había clasificado a los Juegos Olímpicos en los 42ks de Sevilla (2023). Por lo que naturalmente se lo vio un poco sentido al principio, y seguramente tentado a correr por otras banderas.
Otro hijo de Eolo (dios griego de todos los vientos), es Abebe Bikila, quien ganó corriendo descalzo los 42Ks de Roma (1960), obteniendo la primera medalla de oro en unas olimpiadas para un país africano (Etiopia), en adelante los atletas provenientes del continente africano (si de allá, donde perdimos nuestro paraíso arbóreo y dimos nuestro primeros paso como bípedos), terminarían imponiendo una suerte de hegemonía en la disciplina. Por lo que Garibay con su falta de respeto al pelotón de keniatas, nos demuestra que no se ha roto la codificación genética que nos vincula con el eslabón perdido, nuestra gratitud y deseos de paz eterna en su última morada.
El fondismo es un deporte muy básico, no se necesita ninguna indumentaria para practicarlo, ya lo demostró Bikila, nuestros antepasados con suerte usaban un tapa rabos, contemporáneamente se debe de usar algo de ropa para evitar el pudor y la censura de los curiosos, y cómo obedece a nuestro instinto básico de supervivencia de ataque y escape, es una gran fuente de las drogas de la felicidad, así que además de apoyarlo, los invito a practicarlo.
Otro guiño de nuestro corredor al mundo griego es su nombre; Héctor, que significa entre varias acepciones “el que posee”, y no solo es poseedor de record de los 42Ks de la CDMX, sino que también posee los corazones de los bolivianos.
¡hurra por nuestro campeón y por los hijos del viento!