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Un año más del día Internacional de la Mujer y el poder de los tiranos sigue siendo más poderoso, como decía la Antígona de Sófocles: “Hemos nacido mujeres, nos mandan los que tienen más poder, de suerte que tenemos que obedecer en cosas todavía más dolorosas.”
En Bolivia, su versión más cercana sería “Nacer hombre” de Adela Zamudio, poema gestado desde su angustia filosófica en lucha por el acceso de las mujeres a la educación, con las mismas oportunidades que los hombres. Entabló esa batalla desde el intelecto, en el mundo de las letras, habitado entonces solo por ellos. La batalla continua hoy, y siempre, por la distribución de bienes, servicios, prestigio, libertad y poder para las mujeres, con equidad “porque vivir en una sociedad que trata a cada ciudadana/o de manera justa e igual es una ventaja”, como afirma la escritora nigeriana Chimamanda Ngozi Adichie, en su libro “Todos debiéramos ser feministas”. Debiéramos serlo, hombres y mujeres, para desterrar las oposiciones binarias, que nos decantan frente a hombres por el opuesto excluyente, siempre para abajo y al fondo, entre otros negativos.
Mientras tanto, hace casi un año, la expresidenta Jeanine Añez Chávez es la presa política del régimen Arce/Morales, o viceversa, da igual porque el producto es el mismo: la ilegal e injusta detención preventiva que le imponen, contra la lógica de la doctrina del Derecho como libertad jurídica. Libertad y ética para armonizar el mundo, tan heterogéneo y diverso, no como la malévola judicialización de la política, o politización de la justicia del partido de gobierno, misógino y patriarcal para aniquilar a la expresidenta. También a los adversarios/enemigos políticos.
A otras mujeres, las golpean, las maltratan en cuerpo y alma, las dejan malheridas, cuando no las matan como seres descartables. Tan descartables que, por un puñado de dólares y una botella de whisky, una mafia de jueces, fiscales y operadores de injusticias liberan a feminicidas que habían sido condenados a 30 años de prisión. ¿Es la justicia del ‘proceso de cambio’, la anterior, o la de toda la vida? También da igual, pues “donde no hay justicia, es peligroso tener razón”, bien dijo Francisco de Quevedo.
Por eso siguen mandando los que tienen más poder: los tiranos. Tanto que, en su desnudez más impúdica, un tirano está masacrando Ucrania por pensar diferente y amenaza con usar sus armas radioactivas. Matón nuclear, a quien el actual régimen boliviano se abstiene de condenar en el concierto internacional. El ex Evo Morales afirmó que este cultor ruso de la guerra no invadió Ucrania, sino que sentó soberanía. Ignorancia que sonroja pues con ese criterio, en opinión de Walter ‘Puka’ Reyes Villa, se podría argumentar que en 1879 Chile no invadió Bolivia, sino sentó soberanía. Para tener en cuenta e indagar que une a Morales con Putin ¿Serán solo los genes autoritarios y populistas?
Hay otras pistas, señaladas por el escritor italiano Roberto Saviano* en su artículo “El negocio de Putin con la mafia rusa en la guerra en Ucrania: carbón, oro, heroína y gas de contrabando”. Saviano apunta a que, cuando Putin define a las autoridades ucranianas como “una banda de drogadictos”, señala “al papel que juega Ucrania en la economía del narcotráfico, pero ignora que la mafia rusa es quien la organiza.” Mientras pretende ignorar esa realidad, “tras el enmascaramiento geopolítico del conflicto con la OTAN”, también ignora los orígenes eslavos de la Rus de Kiev, la federación de tribus eslavas, en la hoy Ucrania, desde finales del siglo IX hasta mediados del XIII.
La periodista rusa Yuliya Polukhina, citada por Saviano, afirma que los beneficiarios de esta guerra “son los políticos, los oligarcas y los mafiosos. Carbón, oro, gasolina y tabaco. Eso es por lo que se lucha en el este de Ucrania. La conquista del Donbas y Crimea sirvió, sobre todo, para proteger el negocio de la mafia.”
Putin pretende cortar el acceso al Mar Negro a una Ucrania posible, libre de sus impulsos de restablecer el viejo imperio zarista, con las fronteras del otro imperio, el soviético, sin rasgos de bolchevismo o de izquierda democrática: Putin abomina de ambos. Es un capitalista de derecha, homofóbico, androcéntrico y conservador. Mal bicho.
El presidente agredido, Volodímir Zelenski, denuncia que Rusia se prepara para bombardear la ciudad de Odesa. “¿Bombas contra Odesa? ¿Artillería contra Odesa? ¿Misiles contra Odessa? Será un crimen de guerra. Será un crimen histórico”, sentencia.
Miro el mapa: Odesa, nombre de mujer en el puerto más occidental de Ucrania, la perla del mar Negro. En sus famosas escaleras de 192 gradas y 10 descansos, se filmó la escena más impactante de “El Acorazado Potemkin”, obra maestra de genial factura fílmica y autentica propaganda bolchevique de Sergei Eisenstein. El maestro reconstruyó el motín marinero contra la Flota de la Armada Imperial Rusa del Mar Negro, durante la fallida revolución rusa 1905, cuando todo el imperio vivía olas de intensa insatisfacción popular, obreras y campesinas.
La metáfora de la escalera es el pueblo indefenso que, mientras baja por ellas huyendo de las balas, cae ametrallado. Muere un niño, también una madre que lleva a su bebé en un carrito. En medio de los muertos, el carrito va bajando por las gradas hasta su inevitable final. ¿Pretende Putin reeditar esa escena? Podría. Goza de los privilegios de género y de clase: es hombre y además multimillonario.
*Publicado en el Mundo de España. 4 de marzo de 2022. Autor experto en el mercado global del crimen organizado de las drogas, con sus libros Gomorra y Cero, Cero, Cero.
*La opinión expresada en este artículo es responsabilidad exclusiva del autor y no representa necesariamente la posición oficial de Publico.bo