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Ahora que todo el mundo habla de los problemas que aquejan al país y sus posibles soluciones, se me ocurrió reflotar el documento “Decálogo de temas críticos para la economía boliviana”, que el Instituto Boliviano de Comercio Exterior (IBCE) lanzara en 2007 planteando acciones concretas al Gobierno para hacer del comercio exterior, un instrumento para el desarrollo. Transcurridos dieciocho años, veamos lo acontecido.
“Privilegiar una agenda productiva y por la competitividad”, fue la primera recomendación. No se dio. Mucho se habló de la Agenda del Bicentenario 2025 para abatir la pobreza extrema y disminuir la pobreza relativa, pero, agotado el superciclo de precios altos para las materias primas, en 2014, empezaron los problemas para Bolivia al no estar preparada para enfrentar un escenario externo adverso. No habiéndose avanzado drásticamente en la mejora de tales aspectos, el crecimiento económico se ha frenado.
“No sobreponer la política, sobre la economía”, fue la segunda exhortación, advirtiendo que la ideología afecta a la economía; pese a ello, para controlar la inflación se sacrificó al productor y la excesiva atención de la macroeconomía descuidó el “día a día” del empresario que demandaba: Seguridad jurídica para la inversión, eliminación de restricciones a la exportación, uso de la agrobiotecnología y seguridad de mercados.
“Combatir el contrabando y consolidar el mercado interno”, fue el tercer consejo, pero, pese a ello, este flagelo continuó operando mimetizado en la creciente informalidad, compitiendo deslealmente al productor y al comerciante formal, tal el caso de la ropa usada contrabandeada que, pese a estar prohibida de importarse y comercializarse, hasta hoy se expende libremente por todo el país, sin que las autoridades hagan algo.
“Procurar el libre acceso para las manufacturas a mercados externos”, fue la cuarta recomendación, pero pudo más la consigna que la razón. Bolivia rechazó un Tratado de Libre Comercio (TLC) con EEUU y la Unión Europea, y a diferencia de otros países de la región, perdió la posibilidad de tener asegurados los dos mercados más importantes del planeta. La pérdida del ATPDEA en 2008 con EEUU tampoco fue compensada por Brasil, Venezuela y Argentina, sus retóricas promesas de compra resultaron “cantos de sirena”.
“Garantizar el mercado andino para las agroexportaciones”, fue el quinto pedido, por la estratégica importancia de dicha plaza para las oleaginosas, lácteos, carnes, entre otros productos, al ser Colombia el principal socio andino de Bolivia, pero también, Perú, frente a su apertura a dicho bloque por los TLC firmados con el país del Norte, gracias a la “metida de pata” de un nefasto activista boliviano “antiglobalización”.
“Tomar buenas decisiones en materia de integración”, fue la sexta exhortación, apuntando a una integración basada en intereses productivos, antes que en una afinidad ideológica. Pese a ello, Bolivia en franca oposición al Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA) y los TLC propuestos por EEUU, apostó por la curiosa Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América (ALBA) y el Tratado de Comercio de los Pueblos (TCP) que resultaron un fiasco. Se advirtió, también, tener cuidado con insistir en ser Miembro Pleno al MERCOSUR, ante el calamitoso precedente de la zona de libre comercio ejecutada con ese bloque implicando cosechar 45.000 millones de dólares de déficit, pero, siguiendo el ejemplo de Venezuela, igual se avanzó con el capricho.
“No encandilarse con la renta del gas natural”, fue la séptima recomendación, pero el país cayó en el rentismo durante el auge mundial con récords de exportación que le generaron pingües ganancias, reducidas hoy a menos de un tercio por la caída de la producción y menores precios. Previendo tal escenario, se había recomendado apostar por las Exportaciones No Tradicionales y el turismo, pero, tampoco se dio.
“Inclusión social” si, pero también, “inclusión productiva”, fue el octavo consejo, vale decir, considerar diligentemente no solo a las Pymes, sino también a la gran y la mediana empresa dentro de las políticas públicas para generar más inversión, producción, exportación y empleos dignos, de calidad y sostenibles, como la forma ideal de “mejorar hacia arriba” a la sociedad, pero, persistió la discriminación.
“Trabajar en promoción externa”, fue la novena exhortación, desatendida, también, por lo que el país anda a ciegas y sin inteligencia comercial, producto de la errónea política de austeridad aplicada al servicio exterior en un país cuya diplomacia debería captar capitales y abrir mercados.
“Drástica mejora de la calidad de la gestión pública”, fue el décimo pedido, apuntando a contar con personal idóneo para garantizar la estabilidad económica, política y social, y lograr una mejora sustancial de la competitividad que lleve a un mayor crecimiento; huelga decir que, tampoco primó la “meritocracia” deseada.
De ahí que, gran parte de lo que sufrimos hoy, es el resultado de no haber atendido aquello…