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La invasión de Rusia a Ucrania marcará un antes y un después en cuanto a la política exterior de cada país, pues obliga a ubicarse frente a una guerra que amenaza el orden mundial construido después de la segunda guerra mundial para evitar otra tragedia global. Bolivia, que carece de políticas de estado, ha tenido muy pocos elementos que configuren una política exterior. Es hora de redefinirse y marcar un nuevo rumbo en nuestro relacionamiento internacional, en función de los principios que caracterizan a una nación democrática y los intereses nacionales, tanto en cuanto a nuestra soberanía como a nuestras necesidades de desarrollo.
Desde el 2006 el país se alineó con gobiernos totalitarios y autoritarios, alejándose de la comunidad internacional de naciones democráticas, desconociendo los tratados internacionales de derechos humanos suscritos por el país y manipulando el sistema interamericano de derechos humanos en función de los intereses políticos del oficialismo.
En cuanto a la reivindicación marítima, elemento central de la política exterior boliviana y el único que había mantenido una continuidad por los distintos gobiernos, de uno u otro signo ideológico, se cambió sus bases por el abandono de la vía diplomática y la apuesta por una demanda ante la Corte Internacional de Justicia que significó jugar a la ruleta rusa con la causa histórica nacional. Después del fracaso en La Haya aún no se ha iniciado un debate para definir cómo continuar con esta reivindicación hacía adelante.
En cuanto a la económico, el país se aisló internacionalmente, al anular todos los tratados de protección de protección de inversiones, retirarse de los acuerdos internacionales y paralizar las negociaciones de acuerdos comerciales para abrir nuevos mercados para la producción nacional. El resultado ha sido que llevamos 20 años sin nuevas inversiones internacionales significativas y el país se ha vuelto aún más dependiente de la exportación de materias primas, que, en el caso de los hidrocarburos y los minerales, tienen el agravante de provenir de reservas que se están agotando y no han sido repuestas. Casi todas las inversiones extranjeras de este periodo han tenido como objeto explotar con mayor rapidez estas reservas, lo que en lo inmediato generó la sensación de bonanza sin sentar las bases del desarrollo sostenible.
En los hechos, países como China, Rusia, con quienes se ha priorizado nuestro relacionamiento internacional y se ha alineado la política exterior boliviana, prácticamente no han realizado inversiones en el país, se han dedicado a darnos créditos para que contratemos a sus empresas para la realización de obras y la provisión de plantas industriales, en procesos de adquisición con serios cuestionamientos a los precios, a la calidad y la falta de transparencia en su adjudicación.
La transformación de los gobiernos de Nicaragua y Venezuela en dictaduras abiertas y la tragedia que vive esta última nación como consecuencia de las políticas estatistas y populistas implementadas por Chávez y Maduro, provocando un éxodo de refugiados que supera al de la guerra en Siria, ha marcado un desastre con el cual no quieren ser identificados ni los gobiernos de la llamada nueva izquierda de la región.
La consecuencia inmediata de la guerra desatada por Putin será que el mundo vuelva a dividirse en bloques. Bolivia debe elegir en cual bloque se ubicará. Las naciones occidentales, están utilizando todo el poder económico que significan el poder de consumo de sus mercados para aislar a Rusia. La China deberá calcular su beneficio entre las afinidades políticas con el gobierno de Putin versus lo reducido del mercado ruso y su área de influencia.
El mundo es muy grande para lo que representamos, en términos políticos y económicos. Tenemos que ubicarnos claramente en el concierto de naciones democráticas del mundo occidental al cual pertenecemos, relanzar nuestro relacionamiento con los países vecinos y otros cercanos como Colombia y Ecuador, con los cuales ya tenemos relaciones económicas. Tener una estrategia clara de atracción de inversiones y de desarrollo de exportaciones, las cuales nuevamente tendrán como principal potencial los países del continente americano y la Europa occidental que buscarán proveedores más cercanos. Es hora de tener claro los principios y los intereses que deben guiar nuestra política exterior.
*La opinión expresada en este artículo es responsabilidad exclusiva del autor y no representa necesariamente la posición oficial de Publico.bo