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Ser alcalde de La Paz o de El Alto es seguramente uno de los mayores desafíos de gobernabilidad en Bolivia. Por tanto, empiezo compadeciendo al Negro Arias por tan ingrato trabajo (aunque parece que lo disfruta).
He esperado que terminen dos meses festivos para escribir esto: julio y diciembre. Lamenté que en plenas celebraciones julianas el gobierno del MAS hubiera citado a Arias como “testigo” de uno de los casos más delirantes de persecución política y servilismo del sistema judicial. Fue una manera mezquina (propia de masistas odiadores) de aguar los festejos de La Paz.
Pero bueno, nos toca decir cosas que de repente no le gustan al alcalde (ya endurecido por la crítica), pero hay que decir lo que corresponde. El aparato informativo del GAMLP se encarga de contarnos las maravillas de la gestión municipal, pero nosotros tenemos el deber de señalar los problemas que afectan día a día a la ciudad, más allá de la propaganda costosa e innecesaria.
Arias prometió más de 110 obras en julio. Reinauguró por tercera vez el embovedado del Choqueyapu (que no es obra suya) como la “gran obra” de las fiestas de la ciudad. Pues bien, hace siete meses que no se avanza ni un centímetro en el trabajo que debía hacerse para habilitar una nueva ruta desde la avenida del Poeta hasta la curva de Holguín. Es apenas un kilómetro de largo, pero hasta ahora no hay nada nuevo. Solo siguen ahí tres monigotes que sirvieron el día de la challa (uno ya no tiene cabeza), y no se ha visto en meses a ningún trabajador ni tampoco avances.
En otras palabras, el alcalde prometió y no cumplió: “Palabra empeñada, palabra cumplida”. No cumple las promesas electorales, pero hace más promesas.
El alcalde se ocupa de tonterías cosméticas y sus asesores lo “ayudan” a meter la pata. Se le ocurrió “remodelar” la plaza Abaroa, un gasto ridículo porque lo único que necesitaba esa plaza de Sopocachi era que limpien los letreros pintados sobre el piso para los desfiles del 23 de marzo (“movimientos sociales”, “UMSP”, “Instituciones Cívicas”, etc.), y que luego se quedan todo el año, año tras año, sin que nadie los borre.
Eso no es todo, lo grotesco no tiene límite. Repitiendo la mala costumbre del culto a la personalidad (según el manual de Evo Morales), el alcalde hizo colocar en el exterior de la plaza Abaroa una enorme valla espectacular donde aparece él anunciando que ahí se va a realizar una “super obra” para avanzar en “la ruta del amor…” Por favor, no sea patético alcalde. En primer lugar, la plata es de los ciudadanos, no de su bolsillo, o sea que su foto está de sobra, así como “fuerza Negrito” y otras babosadas que lo hacen cada vez más antipático. Pero, además, ¿acaso está construyendo cinco niveles de parqueos subterráneos debajo de la plaza, o una gran biblioteca y centro cultural que tanta falta le hace a la ciudad? ¿No? Entonces ¿de qué “super obra” nos está hablando? Déjese de macanas (para no usar la palabrota atribuida al prócer).
Mientras tanto, en la ciudad de La Paz hay asuntos importantes que atender, en lugar de pintar plazas y poner plantitas. En lugar de arreglar jardineras y volver a asfaltar lo que ya estaba asfaltado, ¿por qué no limpia el río Choqueyapu? Se necesita reciclar efectivamente la basura, pero en vez de aumentar el número de islas de separación, las hace desaparecer, como la que había en Calacoto en la plaza Humboldt. ¿Por qué no coloca en las esquinas basureros de plástico medianos y no de metal (que se corroe con la humedad y no tiene capacidad para nada)?
Necesitamos más áreas peatonales y ciclovías, las aceras están rotas y provocan accidentes todos los días. Marañas de cables cuelgan por todas partes y empresas privadas siguen colocando más, destruyendo el paisaje urbano. ¿Dónde están los parquímetros que prometió el primer día, cuando despidió a los jóvenes que ayudaban con los estacionamientos? Los pasos de cebra son una prioridad, pero ni siquiera los pinta, espera que inmigrantes venezolanos lo hagan. La Guardia Municipal es ineficiente y corrupta, ni siquiera es capaz de cuidar las paradas del PumaKatari para que no estacionen autos particulares o taxis, y nunca está en los cruceros donde no se respetan los semáforos (como en San Jorge o detrás de la UMSA). Son unos vagos que engordan detrás de sus escritorios y salen solamente en Navidad para cosechar coimas.
Necesitamos una alcaldía proactiva y creativa que haga la vida cotidiana de los paceños más agradable. Por ejemplo, que intervenga inmediatamente (y no tres días más tarde) cuando hay tiendas que producen ruido por encima de los decibeles permitidos, o cuando empresas constructoras bloquean las aceras con ladrillos y tierra impidiendo el paso de peatones. Ni hablemos del lavado de dinero mal habido, en centenares de edificios fuera de norma, sobre los que no se hace absolutamente nada porque hay concejales bribones que se están enriqueciendo.
Basta ya de celebrar “el inicio” de obras: lo que queremos es obras concluidas, terminadas. Con demagogia barata no vamos a llegar muy lejos.