Democracia sin memoria
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El próximo 10 de octubre Bolivia cumplirá 40 años de vida democrática, pese a los embates que ha sufrido este fragil e imperfecto sistema de parte de coaliciones que trataron de expropiar la voluntad popular y de populismos tiránicos que han intentado destruirlo después de haber llegado al poder a través del voto de la gente.
Cuatro décadas que no deberían pasar como algo que se sabe que está ahí, pero sobre lo que no se reflexiona, no se dimensiona, no se valora y no se proyecta. Lo peor que le puede pasar a la democracia boliviana es perder la memoria colectiva sobre el sacrificio humano que costó retomarla.
Un pueblo sin memoria es un pueblo condenado a no tener futuro, se dice comúnmente y parece que la institucionalidad construida a partir de la reconquista del orden constitucional ha decidido echar al olvido a quienes protagonizaron la lucha por la recuperación democrática en las décadas de los 70 y 80.
Ocurrió este sábado 15 de enero, 41 años después del asesinato de ocho jóvenes dirigentes de la conducción nacional del Movimiento de Izquierda Revolucionaria, en la clandestinidad en ese momento, por parte de temidos grupos de paramilitares organizados por la dictadura de Luis García Meza y Luis Arce Gómez.
Salvo una resolución del Senado Nacional y mensajes personales de autoridades de gobierno, institucionalmente ninguno de los tres niveles estatales, en ninguna parte del país, se hizo una pausa para reflexionar sobre el significado histórico de la masacre de los mártires de la democracia perpetrada en la calle Harrington de La Paz.
Felizmente para nuestra democracia, los impulsores del Juicio de Responsabilidades a los dictadores del 80, los liderazgos políticos de izquierda de esa época, los familiares de los caídos en la lucha por las libertades, la única sobreviviente de la masacre y algunos exponentes de las generaciones actuales rindieron homenajes en La Paz y Santa Cruz, fundamentalmente.
Durante 21 años de los 40 que se cumplirán en esta gestión, es decir entre el 2000 y el 2021, la alcaldía de La Paz no dejó de refrescar la memoria colectiva y revalorizar año tras año las vidas de los ocho dirigentes de izquierda asesinados con ráfagas de metralleta en 1981.
Durante un poco más de dos décadas la Alcaldía paceña encabezó actos sencillos pero significativos primero en la calle Harrington y luego en el Memorial 15 de Enero, en el Parque Urbano Central, aparejando con ellos los homenajes que también se realizan en los cementerios de La Paz y Santa Cruz.
El próximo 21 de marzo se recordarán 42 años de la tortura y asesinato del sacerdote jesuita Luis Espinal Camps, otro mártir de la democracia boliviana, y tal vez la memoria estatal no alcance a dimensionar su aporte al derecho a la libre expresión o a la lucha pacífica por la recuperación de las libertades en tiempos de dictadura.
Y más tarde, el 17 de julio se conmemorarán también 42 años del último golpe militar en Bolivia, aquel que tomó por asalto el poder, masacrando en centros mineros, torturando y asesinando a dirigentes sociales y políticos, obligando a renunciar a la primera presidenta constitucional del país, disponiendo el confinamiento de los rebeldes, imponiendo toques de queda y cadenas radiales para que se escucha una sola verdad, la del régimen garcíamesista.
Ojalá que el presidente Luis Arce, que se reclama seguidor de Marcelo Quiroga Santa Cruz, asesinado el 17 de julio de 1980, haga un alto en sus labores de Estado y reconozca en el líder socialista a todos los hombres y mujeres que entregaron sus vidas por el retorno de la democracia el 10 de octubre de 1982, hecho que este año cumplirá 40 años.
Los que con seguridad refrescarán la memoria colectiva sobre un momento crucial en la historia reciente del país serán quienes homenajearon este sábado 15 de enero a Arcil Menacho Loayza, Artemio Camargo Crespo, José Reyes Carvajal, Ricardo Navarro Mogro, Jorge Baldiviezo Menacho, Ramiro Velasco Arce, Luis Suárez Guzmán y Gonzalo Barrón Rendón, los mártires de la democracia.