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Algunos días atrás, el sociólogo Henry Oporto enumeraba tres áreas donde se debería trabajar para superar la “grieta” boliviana, siendo una de ellas el diálogo entre departamentos y regiones.
Creo que estos diálogos interdepartamentales podrían ser claves para que Santa Cruz proyecte un liderazgo nacional, contribuyendo a generar un proyecto que contemple las aspiraciones de las diversas regiones, sobre todo desde la economía.
Esto no sería algo enteramente nuevo, existiendo el valioso precedente de las mesas de Visión País que impulsó Cainco en el 2005-2006, iniciativa que quedó de alguna forma eclipsada por la intensa coyuntura política de esos años.
Vale la pena repasar cómo se estructuró ese proyecto, que en parte podría servir de modelo a los diálogos interdepartamentales: se contó con el apoyo de la Agencia Sueca de Cooperación Internacional para el Desarrollo, el INCAE y los Consejos Departamentales de Competitividad, y participaron universidades, grupos sociales, trabajadores, empresarios, indígenas, campesinos y comités cívicos. No se trabajó solamente en las capitales departamentales, sino también en las provincias.
Lo importante es que se abrió un proceso de concertación y consenso por el desarrollo, que no sólo integró a los nueve departamentos, sino que incluso logró propiciar el diálogo intersectorial al interior de cada región. El trabajo de las mesas comenzó por un análisis de la estructura socio-económica de Bolivia, donde se concluyó de manera crítica que existía una alta concentración de la actividad en pocos sectores, basados en la explotación de materias primas y con baja generación de empleo. Ante esa realidad se planteó la necesidad de un cambio radical en la matriz productiva.
Visión País propuso la implementación de mecanismos de coordinación institucional público-privada, el desarrollo de infraestructura prioritaria de transporte y logística, la atracción selectiva de inversiones, y el incremento y diversificación de las exportaciones. El siguiente paso fue hacer una valoración de las vocaciones económicas de cada región. Como resultado de esa etapa de trabajo surgieron proyectos de desarrollo productivo para los nueve departamentos, que de aplicarse generarían miles de millones de dólares.
De implementarse las estrategias y líneas de acción, se estimaba un crecimiento del Producto Interno Bruto a una tasa anual promedio cercana al 7%, lo que reduciría sustancialmente la pobreza en toda Bolivia. Con esta iniciativa, los empresarios cruceños trasladaban a todo el país la fórmula con la que habían reducido la pobreza en su región durante décadas.
Se trataba, en definitiva, de un plan nacional de desarrollo emanado de la sociedad civil. Puede que haya llegado el momento de retomar esa vía, que esta vez debería ser coronada con un remate político para hacerla efectiva.