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El gobierno de Arce logró implementar una política de comunicación enmarcada en la premeditada ausencia informativa del presidente. Evitan inmiscuirlo en el ruido informativo y la ch’ampa guerra cotidiana, desgastadora y rechazada por la gente.
Al circunstancial todopoderoso presidente, no le va muy bien cuando improvisa en sus alocuciones. Notoriamente en la reunión con los alcaldes en Oruro el miércoles 30 de agosto, le traicionó el subconsciente y dijo una verdad inocultable: “el gas se está agotando”. Para subsanar esta súbita honestidad que ilustra una descarnada realidad, se vio obligado a romper el silencio informativo y efectuar un encuentro con los periodistas.
La conferencia de prensa del presidente el 31 de agosto, fue noticia por su comparecencia y no por el contenido de los temas que abordó. No dijo novedad alguna, reafirmó una vez más la “espiral de cinismo” que caracterizan todas sus intervenciones: “no es oportuno hablar del tema candidatura 2025 (…) No está en nuestra agenda”. Todos deducen —especialmente Evo— que sus permanentes viajes, reuniones con sectores sociales, actividad tuitera y cooptación de organizaciones sociales, se inscriben en la disputa de la candidatura presidencial.
Disimula con mayor pericia cuando se desenvuelve en su zona de confort y aprovecha las aglomeraciones financiadas, informando lo que le interesa, evitando la realidad y las preguntas incomodas. Emplea con astucia una retórica negativa para sugerir indirectamente a Evo: “los ataques internos y externos (…) que amenazan con desestabilizar la patria”.
La gestión comunicativa del régimen masista se fundamentó en la intoxicación de información y en expandir noticias distractoras para apartar el foco de atención de la ciudadanía sobre los temas de interés nacional: escasez de divisas, devaluación del dólar en el mercado paralelo, encarecimiento de los alimentos y el costo de vida, corrupción generalizada en la gestión, complicidad de autoridades policiales y ejecutivas con el narcotráfico, agotamiento de las reservas de gas, las falsas nacionalizaciones, el desastre de la demanda marítima ante el tribunal en La Haya, el desastre económico de las empresas estatales, la creciente inseguridad, y un interminable etcétera.
Para distraer a la población, el régimen dispone de mucho dinero y cuenta con la colaboración de falsos medios de comunicación —cooptados por la propaganda oficial o los adquiridos por testaferros—; también recurren a “opinólogos” oficiosos e intelectuales que tienen columnas en la prensa internacional. Unos trabajan por convicción ideológica, otros porque decidieron poner precio a su pluma.
Mediante la distracción informativa: divulgando información falsa, distorsionando los acontecimientos o instalando noticias frívolas; el régimen de Luis Arce y anteriormente el de Evo Morales; manejaron hábilmente las crisis sociales, regionales, conflictos externos, taparon el mundo oscuro de la corrupción y el santuario para la delincuencia internacional en el que convirtieron nuestro territorio.
La “espiral de cinismo” llega a su máxima expresión, el exministro de Economía y Finanzas Luis Arce se hace el desentendido de su participación en la nefasta gestión gubernamental de 2006 a 2019. Se olvidó de los trece años de despilfarro y corrupción escandalosa del régimen evista, del cual fue principal gestor y cómplice.
Los aduladores de Evo y Arce no perciben el cambio de actitud del orden mundial con relación al régimen; visualizan nítidamente el Estado delincuencial que se instaló en Bolivia. Muchos países y organismos multilaterales occidentales conocen la destrucción de la institucionalidad, la concentración del poder presidencial, la ausencia de un Estado de derecho y la podredumbre judicial. Por ello el masismo solo encuentra aliados en los Estados del BRICS, allí buscan refugio, sin percatarse que son más pragmáticos y codiciosos, quedó en el pasado la solidaridad entre los pueblos.
Poco a poco la gente conoce los entresijos de la falacia del “milagro económico boliviano”. La fábula se agota en la medida que disminuyen los ingresos de la economía extractivista. Emerge una ciudadanía crítica que se desencantó de la seducción populista del Movimiento al Socialismo. Esta embrionaria movilización ciudadana reclama una activa participación y se rebela paulatinamente contra el ejercicio abusivo del poder, y reprocha la intrascendencia política de la oposición.