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En Ecuador, al proceso de acumulación de fuerzas de movilización que se venía impulsando “a la boliviana” (con organizaciones sociales) contra Lenin Moreno y Guillermo Lasso, ahora se han agregado las milicias narco “a la mexicana”, como las que mueve el Cártel del Golfo. El eje narcosocialista va ensamblando metodologías.
Y aunque pueda sonar paradójico, lo visto pocos días atrás es un caso de terrorismo de Estado. Porque, al fin de cuentas, todo terrorismo lo ha sido históricamente, aunque actuase en otros territorios distintos a los del Estado patrocinador. Detrás de las guerrillas latinoamericanas ha estado Cuba, detrás de Hamas está Irán y detrás del terrorismo registrado en Ecuador están, sin duda, los narcoestados del continente.
Por una parte, el salto cualitativo insurreccional en ese país ha sido parte de su propia dinámica interna, que, como señalábamos, venía en un largo proceso de acumulación. Pero no puede descartarse que, al mismo tiempo, sea una respuesta a cambios en el tablero mayor de la región. La pérdida del control político sobre Argentina pone en riesgo ciertas rutas del sur, ante lo cual se busca reforzar la plataforma ecuatoriana de exportación, responsable de un tercio de los ingresos de cocaína a Europa.
En Bolivia, la crisis ecuatoriana debería redoblar las preocupaciones (que muchos venimos manifestando desde hace más de una década) por la penetración de clanes y “emisarios de cárteles” en el aparato estatal, y por el vacío e ingobernabilidad de varios territorios estratégicos.
Un pequeño paso en la dirección correcta fue dado por el Ministerio de Gobierno con los recientes operativos en el corazón del Chapare, que por primera vez desde que el MAS llegó al poder supusieron el ingreso de las fuerzas de interdicción a una zona vedada o “liberada”. De esa manera, parece incrementarse la línea de golpes logísticos a la infraestructura de los clanes más afines políticamente a Evo Morales, aunque sin detenidos, como ya es tradición.
Como dice el politólogo Rolando Tellería, al evismo “se lo cocina a fuego lento”. Y todo esto debe ser visto dentro de los límites en los que efectivamente sucede: es un goteo selectivo, útil para la resolución de la interna del oficialismo, pero al mismo tiempo continúa el descontrol territorial que suponen las “guerrillas toma-tierras” en el oriente boliviano. Mientras no se vea una acción institucional clara contra estas organizaciones armadas, será difícil tomar en serio esos otros esfuerzos que, reiteramos, pueden tener límites de oportunidad política muy acotados.
Entretanto, no perdamos en este tema la mirada regional, ante una globalización de las mafias y su interrelación con un proyecto narco-político que ha instaurado en varios países del continente dictaduras electivas, regímenes híbridos o democracias aparentes.