El anarco-capitalismo
Lo mejor que se puede hacer en este momento en el país es un diálogo sin exclusiones, en el que la mayoría se ponga de acuerdo en las grandes líneas de desarrollo, que permitan que Argentina recupere el sitio que tuvo hace un siglo. Ese diálogo es posible en Uruguay y Chile, con líderes con discrepancias ideológicas mayores que las que existen aquí y pueden conducirse de manera civilizada. Si un “loco” puede conducir el país a un grado semejante de cordura, estaríamos empezando a escribir una nueva historia.
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Uno de los valores que ayudó al éxito de Javier Milei es la autenticidad. Gustavo González decía en su columna de la semana pasada, que Milei se hace cargo de lo que hace, no hecha la culpa a otros. “No creo, que este hombre haya estafado a sus votantes, yo creo que debe ser el candidato que más fielmente lleva a la práctica, todo lo que prometió en campaña”.
Quienes apoyan a Milei lo han seguido justamente, porque él y su entorno no se parecen a los políticos de siempre. Sus adversarios se equivocan cuando lo atacan calificándolo de “loco”, diciendo que cree en cosas extravagantes, y no se comporta como un estadista. La gente sabe que todos tenemos creencias irracionales, visitamos a los Reyes Magos en Colonia, evitamos el piso trece en un hotel. Sin embargo, la gente de la época de la red busca líderes distintos.
Algunos creyeron que Milei actuaba así porque eso le servía para la campaña, que una vez en el Gobierno se volvería “normal”, podía aceptar el rol de personaje decorativo, traicionando a su entorno, entregando el manejo a los que “saben gobernar”.
Pero Milei no tiene temperamento de títere. Está en el otro extremo. Supone que tiene una misión histórica que debe cumplir, confía plenamente en quienes colaboraron en su corta y meteórica carrera política, nunca los cambiaría por personas que tienen otra ideología y otra forma de ver la vida.
La polémica política se reduce hoy, a acusaciones personales y morales
En América Latina, sobre todo desde que acabó la Guerra Fría, existen peregrinos de la democracia, que van de tienda en tienda buscando un cargo. Pueden pronunciar un discurso de izquierda, de derecha o de extrema cualquier cosa, con tal de que les concedan un espacio. No es el caso de Milei y su entorno. No quieren el poder por el poder, pretenden poner en práctica sus ideas, dijeron siempre que eran anarco- capitalistas, no mantienen las formas ni la mentalidad conservadora del antiguo establecimiento.
En el discurso de Milei, hubo siempre una unidad entre lo místico, lo sobrenatural, lo religioso y lo político. En un país en el que casi la totalidad de los islámicos reza cinco veces por día y el 90% de los católicos no va a misa los domingos, el tema religioso pesa en el entorno del Presidente.
En Argentina parte de la burocracia de la Iglesia Católica se ha comportado como un partido populista de izquierda, con la pobreza como el tema que articula sus intereses. El Papa actual, Jorge Bergoglio, es argentino y representa a esa forma de entender la religión. Milei en cambio, hace gala de su vínculo con el judaísmo, manda mensajes en hebreo, una de sus prioridades fue visitar Israel y rezar en el Muro de los Lamentos. La vicepresidenta Victoria Villarruel, pertenece a la Fraternidad Sacerdotal San Pío X, congregación de católicos tradicionalistas liberada por Marcel Lefebvre, que mantiene una relación conflictiva con el Vaticano, porque no aceptan las reformas introducidas por el Concilio Vaticano II. El secretario de Culto es evangélico. Todo esto es parte de la libertad de cultos que honra a la Argentina, pero llama la atención cuando se produce en el país del que es oriundo el Papa.
Milei y su entorno dijeron siempre que son anarco-capitalistas. Algunos políticos y analistas no los escucharon y creyeron que todo el que quiere el “cambio” es lo mismo, que se podía fusionar el liberalismo de Juntos por el Cambio, con el anarco- capitalismo.
Elisa Carrió dijo en una entrevista que si se leía lo que significa el anarco-capitalismo era fácil no equivocarse. La inmensa mayoría del PRO, los miembros de la CCC y del radicalismo son republicanos, pretenden construir instituciones.
En cambio, el anarco-capitalismo es una filosofía política y una teoría económica antiestatista. No es republicano. Quiere abolir al Estado, al que considera una asociación ilícita. Lo dijo Javier Milei como candidato, y lo repitió como Presidente. En Davos trató de “socialistas” a todas las corrientes políticas de la actualidad, “ya sea que se declaren abiertamente comunistas, socialistas, socialdemócratas, demócratas cristianos, neokeynesianos, progresistas, populistas, nacionalistas o globalistas”.
Salvo el ataque innecesario contra Morales, fue el discurso de un estadista
El anarco-capitalismo rechaza la igualdad económica y la justicia social. Promueve un sistema en el que cada persona es plenamente propietaria de sí misma, del fruto de su trabajo y de todo lo que haya obtenido mediante cooperación voluntaria con otros, mediante intercambio o por donación o herencia.
Toda forma de organización coercitiva es considerada ilegítima. Esto incluye al Estado que, como los sindicatos o cualquier otra organización, sólo tiene legitimidad ante aquellos que voluntariamente lo acepten.
El término fue acuñado por Murray Rothbard, autor de “The Libertarian Manifesto”, publicado en 1973, que habló primero de “anarquismo de propiedad privada” y luego de “anarco-capitalismo”.
Rothbard se opuso al igualitarismo y al movimiento por los derechos civiles, culpó del auge del Estado de Bienestar al activismo de las mujeres Promovió el revisionismo histórico y fue amigo del negacionista del Holocausto Harry Elmer Barnes. A diferencia de Milei que defiende la vida desde la concepción, el anarco-capitalismo ha defendido el aborto, el suicidio asistido, la eutanasia, la prostitución. Como consecuencia de la propiedad privada de sí mismo, la persona es libre de vender su cuerpo, entero o por partes, idea que hizo hablar a Milei de la venta de órganos durante la campaña.
Rothbard publicó, a los 36 años, su obra magna “ El hombre, la economía y el Estado” en la que se opuso a lo que consideraba sobre especialización académica, tratando de crear una “ciencia de la libertad” que fucionara la economía, la historia, la ética y las ciencias políticas. Según él, la especialización es un tipo de ignorancia, porque las personas siempre se especializan en aquella disciplina en la que son peores.
El anarco-capitalismo propone que las funciones del Estado pasen a manos de empresas privadas. Todo debe ser privatizado. Hay que empezar por suprimir los subsidios y las regulaciones, para vender después las empresas y los servicios públicos y, finalmente, privatizar la educación, la salud y la seguridad. Creen que toda actividad de la sociedad puede realizarse por medio de transacciones entre privados. Para ellos, la distribución no voluntaria de las riquezas es contraria a la naturaleza.
La versión argentina del anarco-capitalismo no es exactamente igual a la norteamericana, surgió en un país en el que la izquierda está vieja y en la que los partidos no supieron adaptarse a la sociedad contemporánea. Como en el resto de América Latina, se pueden ganar las elecciones usando comunicaciones modernas, en las que lo que importa son las redes y las imágenes, que fueron el motor de la candidatura de Milei.
Sin embargo, esto ha llevado a que la mayoría de líderes políticos y sociales dejen de lado toda discusión teórica. Actualmente la polémica política se reduce a acusaciones personales y morales. Todos los políticos se acusan mutuamente de corruptos, se meten en la vida privada de los demás, pocos discuten propuestas y puntos de vista de fondo acerca de la sociedad.
En la sociedad superficial de los algoritmos no hay lugar para la discusión de fondo. No ayuda a conseguir likes. El fanatismo ha puesto de moda el rechazo al diálogo, y la desvalorización de la negociación, columna vertebral de una democracia plural en la que deben existir distintos grupos que puedan llegar a acuerdos para convivir de manera civilizada.
La pandemia, fue el caldo de cultivo en el que se alimentó el anarco-capitalismo, sobre todo entre los jóvenes, con las medidas de confinamiento tomadas por los políticos. Milei instaló un discurso que promovía la libertad como reacción a las restricciones que impuso la crisis.
Cuando escribía este artículo, tratando de comprender el anarco-capitalismo de Milei, interrumpí mi trabajo para escuchar su discurso ante el Congreso de la Nación. Algo típico de la política en la sociedad híperconectada, es que constantemente sucede lo imprevisto. Ganan las elecciones quienes parecían no tener ninguna posibilidad, los ciudadanos cambian de preferencias a una velocidad sideral y muchos presidentes que viven meses de aceptación entusiasta, son crucificados cuando aparece de pronto un rechazo radical.
Milei es también en eso, una expresión de la cultura de la red. Cuando visitó al Papa, después del intercambio de epítetos que habían mantenido, muchos pensamos que Francisco le pondría una cara peor de la que le puso a Macri en su visita al Vaticano. Para sorpresa de todos, el encuentro pareció el de dos viejos amigos que se apoyaban fervorosamente.
En los días previos al discurso en el Congreso, muchos anunciaron que Milei leería una lista de agravios y errores del anterior gobierno, que fomentaría la mala imagen del país en el mundo. Casi todos daban por descontado que sería un discurso violento, como sus reaccionas en contra de los gobernadores y legisladores en las últimas semanas. Se suponía que haría algún anuncio que incendiaría más las relaciones que mantiene la oposición.
Pero Milei sorprendió una vez más, pronunciando un discurso que, salvo el detalle innecesariamente violento en contra de Gerardo Morales, fue el de un estadista. En vez de terminar con una provocación que incendie a las instituciones, hizo un llamado a un diálogo amplio, para llegar al 25 de Mayo con diez puntos en el que todos los partidos políticos se pongan de acuerdo para señalar un rumbo de desarrollo para el país.
Desde nuestro punto de vista es lo mejor que se puede hacer en este momento en el país. Un diálogo sin exclusiones, en el que la mayoría se ponga de acuerdo en las grandes líneas de desarrollo que permitan que Argentina recupere el sitio que tuvo hace un siglo.
El diálogo entre todas las fuerzas políticas es posible en Uruguay y Chile, con líderes con discrepancias ideológicas mayores que las que existen en Argentina y pueden conducirse de manera civilizada. Si el “loco” puede conducir el país a un grado semejante de cordura, estaríamos empezando a escribir una nueva historia.