Escucha la noticia
Me apuro a escribir este artículo antes de que nos caiga el silencio electoral, rogando que los directores que gentil y quincenalmente me publican, permitan que adelante mi columna y le den un lugarcito fuera de su día.
Había optado por contenerme y limitar mi participación a un par de likes en el debate sobre el racismo. Pero la lengua es débil y mi computadora está muy a la mano.
El intelectual indianista, Pedro Portugal, reafirmó en su columna que Bolivia se ha constituido sobre la base del racismo (“indios y mestizos eran vistos como el lastre que la ‘raza civilizadora’ debía resolver para lograr el desarrollo de Bolivia”).
Portugal condena los tuits atribuidos a JP Velasco (que fueron denunciados como racistas), solo que deja ver que no le queda claro a quiénes estaban dirigidos; su sentido, explica, podría ser racial, étnico, sociológico, geográfico o político; y solamente se conocería “estudiando el contexto en el que fueron emitidos”. Sin embargo, lo que destaca es el uso que se ha hecho de esos tuits: “Un sector aún hegemónico -el altoperuano de occidente- intentó movilizar a otro sector subordinado en la misma región -el indígena y mestizo- para atacar a su contrincante político y regional reavivando el fantasma del racismo”. Este clivaje sirve bien para alentar un voto enardecido de castigo, aunque en sentido estricto Velasco goce de la misma presunción de inocencia que Lara en los procesos penales que este sí tiene abiertos.
Así lo hemos visto estas semanas en la propaganda a partir de los tuits de JP, “es un comecolla empedernido”, que se lee no tan entre líneas como “toda la alianza es racista”. Al igual que la que surge de las críticas al candidato vicepresidencial de Rodrigo Paz. Entonces, siguiendo la misma fórmula algo desgastada de los últimos veinte años, se acusa de racismo a quien cuestiona a Edman Lara; “el establishment le ha declarado la guerra al outsider Edman Lara, pero no por ser un outsider, sino por algo que se considera imperdonable en un país persistentemente racista: que un cholo tenga la osadía y el atrevimiento de igualarse o ponerse por encima de ‘uno de los nuestros’.” Dudo, no obstante, que pudieran dirigirles esa acusación a Gary Prado que, de ser jefe de campaña de Samuel en Santa Cruz, ahora apoya a Tuto. O a Carlos Valverde, feroz detractor de Lara. Quién sabe haga falta alguito más de coraje antirracista para dirigir los cañones de la justicia.
Desde el paternalismo se bloquea la posibilidad de percibir a Lara como autoritario y oscuro. Empero, como diría Pedro Portugal, en un proceso verdaderamente emancipador no debe respetarse lo que no es respetable, “pues se trata precisamente de destruir estructuras y esquemas injustos, en los que importa menos la palabrería y más el empoderamiento real y concreto”.
En esa línea, en un artículo reciente leía el reclamo de la autora a quienes “no perdonaban a Rodrigo Paz haber elegido a Lara. No por su falta de equilibrio o su exceso de pasión, ni por su torpeza al hablar, sino porque es un ‘paco’, alguien que viene de otro mundo social”…
Tengo la impresión de que de lo que se trata estos días es de usar el racismo como arma arrojadiza para neutralizar fatalmente al enemigo. Hay un belicismo discursivo que subestima la inteligencia y la ética de quienes no votamos como ellos. Pero no, no pienso justificarles mi voto.
Entre las acusaciones de quienes en esta segunda vuelta de repente ya no pertenecen a las élites, está, precisamente, que aquellas votan con un sentido “de pertenencia, prejuicio y estamento”, lo que puede ser cierto. Sin embargo, hasta donde recuerdo, cuando estos intelectuales antirracistas eran parte de esas élites (todavía hace dos meses), votaron por el binomio Doria Medina-Lupo, ninguno proveniente -que yo sepa- de sectores populares. En ese caso, desairar a Andrónico, por lo visto no tuvo nada de discriminador ni de racista o clasista por quienes venían de otro mundo social. ¿No será entonces que además del voto identitario o representativo, existen el voto utilitario, el ideológico y el de confianza en el propio candidato y en sus capacidades, como el que ejercieron sin cuestionarse si lo hacían por clasistas o criollos etnocéntricos?
Pedro Portugal dice que está bien visto declararse “antirracista”. Solo que, aclara, “en el contexto de emancipación política, la corrección política no tiene el mismo significado ni el mismo valor”.
De modo que, al menos para sentirse bien consigo mismos, los antirracistas correctos deberían seguir exhibiendo su tolerancia y acusando al resto de racismo. No se aflijan, si en primera instancia su corazón estuvo más cerca de uno de los mayores empresarios del país y de un tecnócrata del BID, exlugarteniente de Tuto y con un perfil más parecido a este que a Lara; en esta ocasión pueden mostrar su conciencia social. Tal vez en algún momento nos convenzan a los demás de que somos racistas sin remedio. Aunque antes de eso, imagino que, si Rodrigo es presidente, sea altamente probable que construya una coalición parlamentaria con Tuto. Faltará ver si la consecuencia del antirracismo alcanza para repudiar ese eventual pacto. Confiada en los principios de tantos justicieros, estaré muy atenta.