OpiniónEconomía

El ave fénix como alegoría boliviana

Pablo Mendieta Ossio

Economista en el campo de políticas públicas

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A pocas semanas del Bicentenario, Bolivia enfrenta la crisis multidimensional más profunda del siglo XXI. No obstante, también se abre una oportunidad histórica.

Dentro de las cenizas de un país agotado, se vislumbra la posibilidad de un renacimiento. Como el mítico ave fénix, Bolivia puede alzar el vuelo nuevamente, si elige sabiamente su rumbo en las elecciones próximas y se promueve la gobernabilidad necesaria.
Ese majestuoso mítico ser que se consume en fuego al final de su vida solo para renacer de sus propias cenizas simboliza desde la antigüedad la capacidad de los pueblos para reinventarse tras la destrucción, como sería el caso de nuestro país.

Conocemos el diagnóstico y la prescripción. Distintos centros de análisis nacionales y mundiales han advertido que Bolivia necesita una transición ordenada hacia una forma distinta de hacer economía.

Se requiere una visión con sostenibilidad fiscal, regímenes monetario y cambiario más realistas, una política social más efectiva y focalizada, así como apoyo al emprendimiento privado en todos sus niveles y regiones. Sin estos ajustes, el riesgo de una crisis desordenada —económica y social— es alto.

La figura del Ave Fénix a la que recurro no está basada en una mera expectativa o en pensamiento ilusorio (“wishful thinking en inglés), sino que tiene cimientos que han empezado a tornarse más claros estas semanas.

Primero, la revisión de los programas de gobierno de los partidos y alianzas como de las declaraciones no oficiales de los candidatos muestra una fuerte coincidencia para retomar la estabilidad macroeconómica, apoyar a la población vulnerable y, algunos, promover la producción.

Segundo, las intenciones más recientes de votación nacional sugieren un apoyo creciente a frentes que enarbolan esta transformación, mientras que las de votación departamental insinúan que podríamos tener una Asamblea legislativa que permita gobernar.

Tercero, los diversos instrumentos de análisis social muestran un hartazgo de la mayor parte de la población el estado actual de las cosas y un fuerte deseo de cambio. Este fenómeno se ha reforzado debido a la falta de combustible y la inflación creciente. Ese sería la base del apoyo social para un ajuste ordenado e inclusivo.

Y, por último, la historia económica nos ofrece ejemplos de países que lograron dar un giro desde situaciones similares. Con sus matices, Chile en los ochenta, Perú en los años noventa, y Paraguay en la última década muestran que con reformas estructurales, compromiso político y estabilidad institucional se puede recuperar la senda del desarrollo y del bienestar social.
En el caso boliviano, el sector exportador emerge como el potencial protagonista de esta nueva etapa. Agroindustria, turismo, servicios digitales e incluso minería podrían ser los nuevos pilares de la economía nacional.

No se trata de “privatizar” el Estado, sino de generar condiciones para que la inversión privada —nacional y extranjera— impulse la creación de empleo formal, generación de divisas y más valor. Para ello, será clave avanzar hacia un entorno de reglas claras, seguridad jurídica, eficiencia gubernamental y articulación público-privada.

Esta posibilidad de renacer como el ave fénix no es automática. Exige decisiones políticas valientes y, sobre todo, una ciudadanía dispuesta a elegir con responsabilidad.

De nuestras acciones individuales y colectivas dependerá si Bolivia continúa condenada a deteriorarse o inicia una nueva etapa de reconstrucción. No se trata solo de cambiar autoridades, sino de redefinir el contrato social: uno que combine estabilidad macroeconómica, inclusión social y desarrollo productivo.

El bicentenario, lejos de ser solo una conmemoración simbólica, puede marcar el inicio de un nuevo ciclo histórico como la del ave fénix.

Me inspiro en la invitación hoy a participar del Congreso Internacional de Gestión Humana, 2025 donde la figura mítica es protagonista.

Ojalá que nuestra reconstrucción no sea un mito, sino una realidad palpable.

*La opinión expresada en este artículo es responsabilidad exclusiva del autor y no representa necesariamente la posición oficial de Publico.bo


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Pablo Mendieta Ossio

Economista en el campo de políticas públicas

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