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El Bicentenario y el turismo abren la posibilidad de reconciliarnos

AGORA REPUBLICANA

Carlos Hugo Molina

Abogado con especialidad en Derecho Constitucional y Administrativo por la UNAM

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Ninguna actividad económica tiene una base tan ancha como la del turismo. Son más de 20 los sectores que están relacionados con él de manera directa y la ventaja mayor es que los productos y los destinos están repartidos en todo el territorio nacional.

Lo auténtico y lo maravilloso se han convertido en unos sujetos más que no dejan de sorprendernos cuando nuestro territorio se explaya desde una altitud máxima de 6542 msnm en el Nevado Sajama y una altitud mínima de 90 msnm cerca del río Paraguay. Si a ello le sumamos nuestra extensión territorial y la bajísima densidad que tenemos, aparece un bono territorial que no estamos sabiendo aprovechar y por los titulares, lo estamos convirtiendo en conflicto. Si toda la población boliviana se trasladase a vivir al departamento de Santa Cruz, y quedaran los otros 8 departamentos sin población alguna, seríamos solamente 33 habitantes por Km2. El Salvador tiene 300. Y Alemania, uno de los países con mejores índices de desarrollo sostenible, tiene 233 habitantes por Km2. En Bolivia cabrían 52 veces El Salvador, y 3 Alemanias. Queda claro que el problema no puede ser la tierra sino la forma estúpida como nos estamos relacionando con ella.

La ironía es que estamos haciendo todo lo imposible por inviabilizar la potencialidad del turismo reproduciendo conductas perversas. Además de los bloqueos de caminos que convierten a Bolivia en un destino de riesgo y de aventura en los 9 departamentos, además, se han presentado acciones repudiables como la quema de domos hoteleros en el salar de Uyuni y la existencia de una suerte de “impuesto comunitario” que se aplica en los lugares de turismo rural, conductas que no difieren en nada de las prácticas de las maras salvadoreñas o el “impuesto de guerra” aplicado por la guerrilla, los paramilitares o los narcotraficantes en su momento, en Colombia.

Parece que las autoridades y sectores productivos de Chuquisaca están por brindarnos una solución al problema.

Si hay un departamento que necesita del turismo es Chuquisaca, y al descubrir que la cercanía del Bicentenario ofrece una oportunidad para ponerlo en valor, han estado realizando jornadas y debates de sensibilización que les permite evaluar sus potencialidades en patrimonio barroco, cultural e histórico para ofrecerlo al mundo. Bolivia será el último país en celebrar su independencia y el 6 de agosto del 2025 debiera convertirse en algo más que un momento de recordación histórica. Creen los chuquisaqueños que es un momento propicio para plantear un pacto a Bolivia por el desarrollo, el turismo y la reconciliación. Me ha tocado escucharlo y entusiasmarme al igual que ellos, con una posibilidad que ofrece certezas.

Chuquisaca es el único departamento que puede ser escuchado por el Gobierno Central sobre la importancia del turismo al existir un mandato en la Ley 1347, Ley del Bicentenario del Estado Plurinacional de Bolivia, que reconoce a Sucre, en su calidad de capital constitucional y al Departamento de Chuquisaca, la calidad de centros articuladores de las actividades del Bicentenario y sede de los actos principales. Para actuar en consecuencia, la Gobernación aprobó el Plan Estratégico Departamental para las Cultura, Artes y Turismo de Chuquisaca (PEDCAT), elaborado junto con las instituciones del departamento, y en esa lógica está diseñando una estrategia de trabajo para el año 2024 que, en medio de sus propuestas, tiene 2 acciones novedosas. La primera será la aprobación de una Ley Departamental que declarará el Turismo como prioridad departamental, proponiendo una concertación activa de todos los actores públicos y privados para lograr el objetivo. La segunda es más innovativa al proponer un Pacto Social hasta finales del año 2025 por el cual y para no perjudicar el objetivo departamental de fomentar el turismo, los habitantes del Departamento negociarán soluciones pacíficas a los conflictos, sin llegar al bloqueo de caminos y del aeropuerto, como instrumento de protesta. Expresan que no desconocen las justas reivindicaciones que pudieran plantearse, simplemente, en un acto de madurez ciudadana comprometidos con el desarrollo del departamento y el mejoramiento de la calidad de vida de sus habitantes, se comprometen a no perjudicarse ellos mismos.

Si Chuquisaca lo logra, una vez más estará mostrando el camino a Bolivia, como hace 200 años.

*La opinión expresada en este artículo es responsabilidad exclusiva del autor y no representa necesariamente la posición oficial de Publico.bo


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Carlos Hugo Molina

Abogado con especialidad en Derecho Constitucional y Administrativo por la UNAM

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