El cisne blanquinegro
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La gestión de Luis Arce comenzó hace casi 19 meses con dos enormes desafíos: superar la crisis sanitaria ante el embate del coronavirus y resolver la crisis económica con la tarea prioritaria de la reactivación. De manera transversal se activó la persecución política de opositores con la fábula del golpe de Estado y apareció la crisis terminal de la justicia boliviana.
Un fenómeno de dimensiones delictivas, económicas, sociales y globales pasó inadvertido en los primeros meses, pero este año irrumpió con fuerza, amenazando con ser la sombra sobre la administración de Arce. Las pugnas en el masismo no han hecho otra cosa que ponerlo en primer plano y mostrar hasta dónde ha penetrado.
Nueve hechos de impacto relacionados al narcotráfico, todos en lo que va del 2022, confirman que se trata de un factor inherente al ejercicio del poder autoritario y puede definir la viabilidad del actual esquema gubernamental, por ejemplo de cara a las elecciones presidenciales de 2025. Repasemos cómo el narcotráfico se mueve en el Estado Plurinacional.
La detención de Maximiliano Dávila, exjefe antidrogas de Evo Morales, el 23 de enero, y el pedido de extradición a Estados Unidos por el tráfico de toneladas de cocaína a ese país. El megaoperativo antidrogas en el aeródromo La Cruceña, el 27 de marzo, en el que se secuestraron 66 avionetas preparadas para trasiegos y se detuvieron a 38 sospechosos.
La denuncia de Morales de protección al narcotráfico, el 4 de abril, en un operativo en el valle de Sajta, trópico de Cochabamba, con narcoaudios que hicieron rodar las cabezas de las principales autoridades de la fuerza antinarcóticos. Los permanentes ajustes de cuentas entre narcos en las capitales y municipios rurales de Santa Cruz, Pando y Beni.
El triple asesinato de policías en el municipio cruceño de Porongo, el 21 de junio, y la aparición en escena de Misael Nallar, yerno del narcotraficante Einar Lima Lobo, extraditado a Brasil el año pasado. La denuncia del controvertido diputado oficialista Rolando Cuéllar, el 29 de junio, de financiamiento de un narco argentino a la campaña del MAS en 2014, vinculando directamente a Gerardo García, vicepresidente de su partido.
El asesinato de tres jóvenes cruceños en Ivirgarzama, el 5 de julio, por gente del Chapare en cuya vivienda se encontraron sustancias controladas. El violento ataque de pobladores de Shinaota, también en el trópico cochabambino, a efectivos de una patrulla de Umopar, el 22 de julio, tras haber sorprendido a dos mujeres con 70 paquetes de cocaína.
Y las narcoavionetas que vuelan cotidianamente sin control aéreo en Bolivia, varias secuestradas con alijos de drogas en países vecinos y hasta una que cayó el 20 e julio en el municipio cruceño de Cabezas cuando intentaba huir de los agentes antidrogas.
Para que no quede duda de que el control del narcotráfico es uno de los grandes motivos de las pugnas internas en el masismo, el martes 26 de julio el Ministro de Gobierno escribió un hilo en Twitter con 17 mensajes para describir detalles de lo ocurrido en Shinaota y advertir que se luchará contra el narco “venga de donde venga y caiga quien caiga”.
Así, con sus diversos rostros y sus cambios de intensidad, el narcotráfico le hizo sentir al masismo y su gobierno que no piensa dejar de operar en el país. La cúpula partidaria y gubernamental decidió frenar el desgaste y optó por una consabida estrategia para desviar la atención.
Retomó la persecución política a los opositores con un nuevo proceso relacionado al inventado golpe de Estado y atizó la polémica nacional sobre la postergación del Censo. La escalada de casos de Covid-19 y el incremento de la publicidad gubernamental pagada con recursos públicos apuntalarían la operación.
La reacción resultó tardía. El narcotráfico ya está asociado a este y el anterior gobierno del MAS. No por sendas investigaciones ni denuncias de las fuerzas opositoras, sino por las peleas intestinas en el bloque oficialista. Me animo a pronosticar que será uno de los grandes temas de debate en el próximo proceso electoral nacional.
Mientras el Ejecutivo hacía esfuerzos para silenciar el tema, enmudeciendo al polémico diputado masista y ordenando que las investigaciones de los narcoescándalos se manejen en reserva, una avioneta con droga caía en Santa Cruz, un presunto narco era acribillado en Cobija y un operativo en Shinaota encontraba droga en seis viviendas.
La teoría del cisne negro, que en realidad es una metáfora, señala que es un suceso imprevisto o un conjunto de hechos improbables con grandes repercusiones impensadas. Parece que eso está sucediendo ahora con el narcotráfico y la actual administración gubernamental, aunque el matiz podría estar en que el cisne del masismo y su gobierno es blanquinegro.