Escucha la noticia
“El mando es una vigorosa mezcla de estrategia y confianza. Si hay que arreglársela sin una de las dos, mejor renunciar a la estrategia” (General Norman Schwarzkopf)
Pasamos gran parte de nuestro día cumpliendo procedimientos lentos y, por ende, costosos.
Algunos son necesarios, otros, no obstante, carecen de sentido práctico y son hijos de la lógica de la desconfianza. Las legalizaciones de documentos, por ejemplo, constan de un largo circuito de reconocimientos de firmas que podría evitarse con una simple llamada a la organización expedidora del mismo.
El sociólogo Alejandro Navas afirma que el fantasma de la desconfianza no solo abarca el ámbito político, sino que también ha atacado lo que antes eran firmes bastiones de la confianza: la medicina, la enseñanza, incluso la vida familiar.
Por eso, uno de los mayores retos a los que se enfrentan las organizaciones para conseguir mejor ambiente de trabajo y mayor eficiencia, es confiar y eliminar mecanismos de control innecesarios: relojes que controlan entrada y salida de la fuente laboral (como si calentar el asiento fuera prueba de eficiencia), reportes que nadie lee, reuniones informativas excesivamente largas, etc.
No es casualidad que los emprendedores contemporáneos más exitosos son quienes basan el modelo de su negocio en la confianza. La herramienta financiera de traspaso de fondos Hawala, menos costosa y menos burocrática que las entidades financieras clásicas, ya logra mover cientos de millones al año. El Crowdfunding, cuenta ya con varias plataformas donde los emprendedores venden su idea y consiguen financiación de miles de desconocidos, que simplemente confían en ellos, haciendo realidad numerosos proyectos millonarios. Qué más confianza puede haber que abrir las puertas de tu hogar a un extraño, y es que Couchsurfing es una plataforma donde se intercambia hospitalidad y ya está presente en miles de ciudades.
Pero no solo se puede apreciar el valor de la confianza en novedades que nos traen las TICS y la economía colaborativa. Ya teníamos ejemplos maravillosos previos a este boom. El sistema de transporte urbano en países como Alemania o Austria es una muestra de aquello. No existe ningún tipo de control para el acceso al metro o autobús; únicamente está la revisión de un funcionario vestido de civil en ocasiones muy puntuales. No con poca razón, Navas afirma que la confianza ciega es imprudente, pues confianza y control se implican mutuamente. “Trust but verify” decía también el carismático Ronald Reagan.
Qué duda cabe, la manera más sensata de combatir el fraude es hacerlo como una excepción a la regla y no como una conducta esperable. Desconfiar, pues, es un lujo caro que cada vez menos organizaciones se lo pueden permitir en un mundo interconectado, veloz y competitivo. El filósofo alemán Robert Spaemann acierta al decir que “la confianza ahorra tiempo y con ello dinero. Seguros, controles, comprobaciones, cuestan dinero. La confianza significa velocidad y por eso los costes de la desconfianza por la pérdida de tiempo deben ponderarse en relación con el posible aumento de seguridad”.
Navas escribe con un sentido común abrumador que la confianza es natural en los seres humanos, que no nacemos siendo cínicos y que muchas conductas heroicas tienen su origen en la confianza. En la misma línea, pero yendo todavía más lejos, el filósofo Juan Fernando Sellés afirma que la confianza está en el corazón humano y se debe confiar en todas las personas. “Si esto se lleva a cabo, las personas rectas se entregan más, y las que no lo son tienen la puerta abierta a serlo”.
Confiar, en definitiva, no es un camino fácil, pero nos da las bases para tener una economía y una sociedad más libre y dinámica, donde se cree relaciones duraderas, donde la palabra se cumpla y la picardía sea realmente aborrecida, no admirada. Donde se construyan puentes, no muros.
*La opinión expresada en este artículo es responsabilidad exclusiva del autor y no representa necesariamente la posición oficial de Publico.bo