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Las calles de La Paz están alborotadas. Se acerca el mediodía y la tradición dice que para que las miniaturas que adquieres el 24 de enero se conviertan en realidad, hay que hacerlas bendecir. Esquivo a vendedores, compradores y oficiosos funcionarios municipales. Estoy buscando algo que se asemeje a la justicia independiente, transparente y eficiente. Recorro varios sectores de la feria.
En el sector de los yesos hay de todo: alcancías con diversidad de formas; además de caballos, toros, gallos… No encuentro una imagen que haga referencia a la justicia. Me conformaría con una réplica de esa dama que sostiene una balanza con los ojos vendados o un pequeño maso sobre un librito que representa la ley, pero nada. A paso apurado voy al sector de los impresos.
Me topo con un universo. Hay títulos profesionales, pasajes aéreos, dólares, euros, yuanes, bolivianos, certificados de matrimonio, títulos de propiedad… Pero no hay algo que acredite que tengo derecho a una justicia justa. Comienzo a preocuparme. Falta poco para el mediodía y no hallo la miniatura que me devuelva la esperanza, pese a que en el fondo suena el himno del Papirri que en una parte dice: “Sé que el Ekeko cambiará mi vida…”
La multitud me obliga a caminar más lento y pienso en que no hallaré lo que busco porque en realidad nunca habrá justicia independiente, transparente y eficiente en Bolivia. Me desespero, pero no dejo de buscar porque creo que después de que el sistema judicial tocó fondo con la prórroga de los magistrados, no es posible que aparezca otra aberración en el camino.
Prefiero ilusionarme y pensar en que la salida ideal podría ser que los evistas/bloqueadores, los arcistas/acusadores, los opositores parlamentarios, los juristas independientes y expertos nacionales y extranjeros entablen una negociación seria y confiable, en la que, cediendo y aportando todos, se encamine un proceso selección de candidatos que apunte a los mejores abogados, a los más meritorios.
Como estoy en la feria de los deseos, no me cuesta nada imaginar que las facciones y los partidos renuncien a sus intereses mezquinos y, por ejemplo, den paso a que una comisión de notables se encargue de la selección de postulantes, así se deba realizar una reforma parcial de la Constitución, la lista sea validada por la Asamblea Legislativa Plurinacional y el país tenga se dote de probos en la cúpula del Órgano Judicial y del Tribunal Constitucional mediante el voto popular.
Veo el ejemplar de un diminuto periódico de hace más de dos décadas, colgado en un puesto en calidad de reliquia, y recuerdo que la clase política del país tuvo la capacidad de ponerse de acuerdo, en tiempos neoliberales, y eligió por consenso a los altos cargos del Poder Judicial, a la primera Defensora del Pueblo y otras autoridades nacionales de áreas sensibles por dos tercios de votos.
Se acabó el tiempo, el mediodía llegó y no encontré lo que buscaba. Quedo convencido que ninguno de los actores político-partidarios de la actualidad tiene capacidad y menos voluntad para ponerse en el lugar de la gente que merece una justicia independiente, transparente y eficiente. Que puede ser la vía para garantizar seguridad jurídica para la llegada de inversiones privadas en momentos de crisis económica.
El Ekeko, el dios de la abundancia, la illa que transforma las ilusiones en realidad, no tiene lo que busco. Alcancé a comprar dólares, bolivianos y lingotes de oro de Alasita. Un amauta los bendijo pidiendo que se conviertan en un aporte a las escasas reservadas internacionales del país. Mis prioridades son distintas, pero si de apoyar se trata, que el fetichismo haga lo suyo.
Antes de dejar el reino de la miniatura busco y sí encuentro el puesto de venta de api y pasteles quemantes de mi amigo Lino Yujra, su esposa Sarita y su suegra, quien mantiene el secreto de los deliciosos apis de Oruro por décadas. Le pago con billetes de Alasita. Me mira, sonríe y me sirve un vaso humeante, un pastel y buñuelo gigante en un pequeño homenaje al desprendimiento, algo que se les exige a los políticos de hoy para superar la crisis terminal de la justicia.