El “Estado del arte” en la comunicación oficial
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Todos estarán de acuerdo en que la comunicación tiene un sitial de importancia estratégica en este siglo en que vivimos. Siempre lo tuvo pero hoy, con las nuevas tecnologías y el acceso amplio a ellas, es transversal a todo lo que hacemos.
Esta verdad indiscutible lleva a otra no menos importante: la necesidad de una política de comunicación en los Estados. En nuestro país, formalmente, tiene un rol secundario, apenas llega en jerarquía a un viceministerio, dependiente del Ministerio de la Presidencia y su protagonismo es mínimo.
Según el DS 4257, Art. 24 (dictado por la ex Presidenta Jeanine Añez) el actual Viceministerio de Comunicación tiene 13 atribuciones comenzando por el diseño, elaboración de políticas y estrategias de comunicación gubernamental que, claramente, todavía no hemos conocido; además y entre otras, la sistematización de las demandas sociales y de opinión pública que también nos encantaría se compartan, si existen. En realidad, no se han difundido los logros o el cumplimiento de alguna de las tareas encomendadas por Decreto a la actual viceministra, Gabriela Alcón, que no es parte de ninguna de las agendas mediáticas.
Pero la verdad es que pocos gobiernos de la etapa democrática han tenido una política de comunicación que difunda, promueva y aliente el cumplimiento y debate de políticas públicas como es su función principal.
Una investigación realizada en 2004 da cuenta de los vaivenes que ha sufrido esta instancia estatal tan importante. En los primeros años de democracia, durante el gobierno del Dr. Hernán Siles fue Ministerio de Informaciones; luego se agregó a un vocero presidencial, con alta jerarquía, en el periodo encabezado por el Dr. Paz Estenssoro. El Lic. Paz Zamora la convirtió inicialmente en Secretaría Nacional de Informaciones para terminar como Subsecretaría de Informaciones y volver a ser Ministerio en el primer periodo del Lic. Sánchez de Lozada.
El Gral. Banzer, en 2002, volvió a cambiar por Dirección General de Comunicación y, adicionalmente, creó UNASEP (Unidad de Asuntos Estratégicos de la Presidencia). El Ing. Jorge Quiroga, que completó el mandato entre 2001-2002, creó la Agencia para el Desarrollo de la Sociedad de la Información en Bolivia, ADSIB, para implementar las nuevas tecnologías de información y comunicación.
Para el segundo gobierno del Lic. Sánchez de Lozada, 2002-2004, la Dirección Nacional se nominó como Secretaría Nacional de Comunicación con una unidad especial, UNICOM, dependiente del Ministerio de la Presidencia, y un “cuarto de guerra” manejado por consultores con independencia administrativa. Carlos Mesa, en 2004, mantuvo la Dirección Nacional con dependencia del Ministerio de la Presidencia aunque como entidad desconcentrada.
Estos cambios en la estructura también se reflejaron en la conducción. Mientras en el gobierno de la UDP la línea era debatir; en el del MNR del Dr. Paz era usar la información para respaldar la imagen de seriedad del primer mandatario y de su gobierno. El gobierno del MIR utilizó toda la estructura para difundir campañas con línea política nacional e internacional como “Coca no es cocaína” y así sucesivamente. En muy pocos casos, la titularidad fue ejercida por comunicadores o periodistas.
¿Y por qué extrañamos una política de comunicación?
Porque allí debemos encontrar al menos una parte de las respuestas a nuestras más importantes inquietudes sobre el futuro y el presente o, cuando menos, tener la iniciativa, desde el Estado, para un debate de soluciones a estos problemas que cada día encontramos: violencia hacia las mujeres y hacia los niños; destrucción del medio ambiente hipotecando el futuro de nuestros hijos y nietos; el contrabando que carcome sin piedad las ya por sí débiles estructuras productivas nacionales; o por qué el fútbol boliviano siempre cierra las listas como últimos, entre muchos otros.
Tengo la absoluta certeza de que, incluso por el acceso a nuevas tecnologías, si se abre la oportunidad, y más aún si se lo hace desde el Estado, muchos bolivianos y bolivianas, jóvenes y viejos, podremos dar una idea de cómo resolver algunos de estos problemas tan importantes.
Creo sinceramente que no se aprovecha este tiempo privilegiado en materia de comunicación. Se la utiliza como una herramienta de confrontación política; se envían mensajes y amenazas a la libertad de expresión cuando es un derecho que, de tan posicionado, ya se lo toma como una obviedad en todas partes del mundo, menos aquí.
Apuntar esta falencia es el primer tema que resalto aprovechando la oportunidad de un espacio en esta página. No será la única porque, como hemos mencionado, la comunicación es transversal a nuestra vida y toca todos los temas que nos importan. La idea es aportar a que esta maravillosa herramienta, optimizada por la tecnología, se utilice para mejorar la convivencia, los niveles de debate sobre políticas públicas y poner en evidencia las consecuencias que, después, tenemos que pagar todos y todas. Espero contar con la benevolencia de la lectura.
*La opinión expresada en este artículo es responsabilidad exclusiva del autor y no representa necesariamente la posición oficial de Publico.bo