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Por Manuel Sánchez González1
En últimas fechas, ha aumentado la preocupación de los expertos sobre la posible inminencia de una recesión mundial. La buena noticia es que, en 2022, este riesgo no se materializó, al menos si se considera la definición de “recesión global” utilizada por el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial, consistente en la contracción del PIB real mundial por habitante.
Según el FMI, durante 2022, la economía mundial continuó su expansión, con un incremento de 3,4 por ciento. Aunque inferior al del año anterior, este ritmo se ubicó no muy lejos del promedio observado durante el presente siglo, antes del Covid-19. Además, si bien aún no alcanza el valor proyectable si se hubiera extendido la tendencia previa, en 2021 la economía mundial rebasó el nivel prepandemia.
De acuerdo con las estimaciones independientes de las dos instituciones mencionadas, en 2022, casi todas las naciones experimentaron tasas de crecimiento positivas, en su mayoría, cercanas a 2,0 por ciento o más. Este dato resulta especialmente revelador en el caso de los países europeos, para los cuales se llegó a temer una recesión, como resultado del alza de los precios y las disrupciones en el suministro de los energéticos.
Como sucede habitualmente, las economías emergentes y en desarrollo crecieron más que las avanzadas. Dentro del primer grupo, sobresalió la expansión de India, estimada en 6,8 por ciento.
En contraste, el dinamismo económico de China fue 3,0 por ciento, el segundo más bajo en más de cuarenta años, sólo ocho décimas por arriba del de 2020. El principal factor adverso fueron las medidas intermitentes de confinamiento dentro de la política de “cero Covid” de ese país, ante brotes de contagios masivos de la epidemia por la inadecuada vacunación de la población.
Las escasas excepciones al crecimiento positivo ocurrieron, mayormente, en naciones afectadas por conflictos. El mayor debilitamiento productivo se concentró en torno a la invasión rusa de Ucrania. Este último país ha sufrido una recesión profunda, al tiempo que Rusia, Bielorrusia y Moldavia han mostrado descensos económicos. Otras naciones afectadas durante muchos años por la violencia, como Haití, Siria y Líbano, ahondaron su disminución económica.
Sin embargo, desde otro ángulo, el carácter favorable del desempeño descrito podría considerarse limitado. A lo largo de 2022, muchas economías mostraron una tendencia de gradual debilitamiento, así como señales de alerta sobre un menor dinamismo adicional, con base en indicadores adelantados. La pérdida de vigor se ha mostrado, con claridad, en las economías industrializadas, en particular, las de mayor tamaño, como Alemania y Francia.
Por su importancia en la economía global, los temores sobre una mayor desaceleración se han enfocado en EE.UU. Según la estimación oficial preliminar, el PIB de ese país aumentó 2,1 por ciento en 2022, pero sólo 1,0 por ciento en el cuarto trimestre respecto a igual lapso del año anterior.
Además, con cifras ajustadas por estacionalidad, los primeros dos trimestres registraron contracciones, lo cual corresponde a la noción básica de “recesión”, ampliamente utilizada en estudios internacionales.
Más aún, con la información anterior, no es factible descartar, con certeza, que EE.UU. no haya iniciado, en algún momento reciente, una “recesión”, según la definición más elaborada de la Oficina Nacional de Investigación Económica (NBER), descrita como una “disminución significativa de la actividad económica que se extiende por toda la economía y que dura más de unos pocos meses”.
El comité del NBER encargado de identificar las fases de los ciclos económicos recurre, para su tarea, a diversos indicadores mensuales, como el ingreso personal, el empleo, el consumo personal, las ventas y la producción industrial. Sin embargo, durante las últimas siete décadas, siempre que ha habido dos trimestres consecutivos de variaciones negativas, este comité ha declarado la existencia de recesión, aunque no viceversa.
Es imposible conocer, por adelantado, cuál será la evolución futura de la economía mundial y de los diferentes países, y si habrá o no recesión, según alguna de las definiciones referidas. Lo único cierto parecen ser las restricciones que enfrentan las naciones para extender el avance económico.
A corto plazo, predominan los desafíos para corregir los excesos de política monetaria y fiscal del pasado, en especial los dirigidos a atenuar los efectos de la pandemia y la guerra en Ucrania. A mediano plazo, destacan los obstáculos al crecimiento de la productividad, derivados, entre otros aspectos, de la fragmentación económica mundial impulsada por EE.UU., y el posible surgimiento de nuevas tensiones políticas.
1es exsubgobernador del Banco de México y autor de Economía Mexicana para Desencantados (Fondo de Cultura Económica, 2006).
*Este artículo fue publicado en elcato.org el 13 de febrero de 2023