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El presidente Luis Arce ha reconocido que la producción de gas está tocando fondo. Al escuchar esta declaración mi primera reacción fue de un gran susto. Me santigüé tres veces e invoqué a mi orishá Xango, pensé que me había reencarnado en el primer mandatario. Repetía lo yo digo hace años: El gas se hace gas. Después sospeché que una inteligencia artificial proimperialista había puesto mis palabras y cifras en su discurso. No, nada de eso, opinador presumido. No fue acto de espiritismo económico ni una jugarreta del ChatGPT. Fue un ataque increíble de sinceridad digno de resaltar en la hermandad azul.
Hace varios años su seguro servidor dominical y mucha gente de más valía hemos estado alertando sobre la crisis que se produciría en el sector del gas natural. En 2014, se producían 60 millones de metros cúbicos al día (MMCD), pero ahora, con suerte, llegamos a 37 MMCD. Hace 10 años, exportábamos 6.600 millones de dólares de este energético a Brasil y Argentina e importábamos en torno de 1.139 millones de dólares de gasolina y diésel. El superávit era de 5.000 millones de dólares. La renta gasífera (Impuesto Directo a los Hidrocarburos (IDH), regalías y otros impuestos) eran de 5.489 millones de dólares.
En el año 2022, esta renta se había reducido a 2.489 millones de verdes. Es decir, se habían esfumado de las arcas estatales 3.200 millones de washingtones. El año pasado fue el periodo de inflexión y Bolivia, de potencia gasífera, se convirtió en un importador neto de hidrocarburos. Vendimos 3.000 millones de dólares de gas y compramos 4.200 millones de gasolina y diésel. El déficit de la balanza energética fue de 1.200 millones y pagamos 1.700 millones de dólares de subsidio a los hidrocarburos.
Como es obvio, junto a este declive del sector hidrocarburífero, también cayeron los ingresos del Estado y consecuentemente, se secaron los recursos para gobernaciones, municipios y universidades. Recordemos en el auge, en el año 2014, el 50% del total de las recaudaciones del Estado provenía de los impuestos, regalías y participaciones (en suma, todo el government take) del sector gas. Esta es la abrumadora realidad de los hechos presentada hace tiempo por muchos opinadores y que ahora, la primera autoridad del país reconoce. Aquí no resisto usar la frase que más divorcios y peleas produce: Yo te he dicho, waway.
Frente a las alertas de muchos opinadores sobre el declive del sector gas, los hermanos y compañeros del proceso de cambio se dedicaron a crucificar a los mensajeros. Nos han dicho de todo. Aquí vamos a reproducir sólo los epítetos para oídos castos: “Falsos profetas”, “Nostradamus fallidos”, “peeerrrros neoliberales”, “aves de mal agüero”, “adivinos de feria” y “dicen eso hace años y no pasa naranjas”. Los más sofisticados hablaban de profecías autocumplidas. Hablaron tanto del tema que al final lo provocaron. Son los poderes mágicos de los opinadores.
Recordemos que en la narrativa oficial del pasado inmediato, el exitoso modelo económico se basaba en el excedente generado por el sector hidrocarburos, brindaba los recursos para que el Estado financie subsidios, ejecute la política social, la inversión pública, y promueva la industrialización y crecimiento de la economía. Nos contaron que el inventor intelectual y conductor de este modelo era el ministro de economía y finanzas de la época, razón por la cual, inclusive fue candidato exitoso y ahora, presidente. Toda esta épica en el sector gas natural era la energía que transformaba Bolivia, como decía la propaganda. El gas era el generador del excedente y base fundamental del modelo económico, social, comunitario y productivo.
En este contexto, es incomprensible que desde el año 2014 no se hayan realizado las inversiones en exploración de gas natural, que era la base económica del proceso de cambio modelo. ¿Qué pasó? ¿por qué se metieron este autogol de media cancha? ¿Por qué estrangularon a la gallina de los huevos de oro, YPFB, con tanto talento? ¿Hubo alguna mano negra o fue simplemente cojudeza criolla?
Pero para tranquilidad de todos, ahora que las vacas salieron del corral decidieron cerrar la puerta de éste y prometen, ahora sí, cientos de millones de dólares en exploración, anuncian 42 nuevos proyectos. La pregunta central aquí es: ¿Ahora que el gobierno hace 10 años tiene un déficit público y existe una enorme escasez de recursos, ¿cómo financiarán los nuevos emprendimientos?
En una lectura optimista, es un buen primer paso que se reconozca este grave problema económico, entretanto lo más curioso, para decir lo menos, es que culpen, de este retroceso en la producción de gas, sotto voce, a gobiernos anteriores. Da la impresión de que el ministro de Economía, en la mayoría de los 16 años del gobierno del presidente Morales, fue el fantasmita Gasparín.
En un acto de pirotecnia política, el presidente Arce desconoce al ministro Arce y manda un misil a la línea de flotación del gobierno de Morales. El ataque de sinceridad es cargarle el muertito al candidato Evo y hace parte de la champa guerra en la hermandad. Por supuesto, si estamos en batalla lo que corresponde es pututus al viento, coro de ñustas en do mayor y todos los del gobierno al unísono: “De tin marín de do pingüe. Cúcara, Mácara, títere fue. Yo no fui, fue Teté. Pégale, pégale que él fue”.