El Loco
Es probable que la votación de Milei sorprenda en las PASO. Eso no tiene que ver con que las encuestas se equivocan, ni con que existe un voto vergonzante. Habrá, como lo hubo con Bucaram, bastante voto de última hora. La mayoría de los ciudadanos está harta de la política. Si llega a las urnas sin una decisión tomada y quiere protestar en contra del sistema, tendrá dos posibilidades: votar en blanco o hacerlo por Milei. Entre quienes voten por el partido de gobierno habrá otra opción: votar por Juan Grabois, que es distinto y nuevo.
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Apareció el libro de Juan Luis González El Loco. La vida desconocida de Javier Milei y su irrupción en la política argentina, una investigación interesante sobre la biografía del polémico candidato de La Libertad Avanza. González es un periodista valioso cuya trayectoria pude seguir desde sus inicios en la revista Noticias. Escrito con un estilo elegante y fresco, es una lectura necesaria para entender la presente coyuntura política de Argentina.
Después de leer el texto, queda claro que difícilmente votará por Milei quien quiera que el nuevo presidente sea un estadista con el fuste y la serenidad necesarios para enfrentar los problemas que vive el país. Más allá de la propuesta de un líder que cree ser un mesías que puede cambiar el país automáticamente con decretos, está una psicología compleja, fruto de una vida atormentada por el maltrato infantil y el bullying, convencido de que Dios y el fantasma de su perro Conan, que está a su diestra, le han dado una misión semejante a la de Moisés: salvar a la Argentina.
En el mundo, esto es más frecuente de lo que se cree. El Ayatollah Jamenei, que gobierna Irán, conversa con el decimosegundo descendiente de Mahoma, que está escondido desde hace mil años en las montañas, acompañado de Jesús de Nazareth, preparando el juicio final. Hay otros políticos, como el líder de Corea del Norte o la vicepresidente de Nicaragua, que contactan con fuerzas sobrenaturales para cumplir con metas trascendentes.
La candidatura de Milei ha preocupado, en las últimas semanas, a personajes del establishment que fomentan la aparición de denuncias acerca del financiamiento de su campaña y una investigación judicial sobre el tema. Se reproducen denuncias sobre temas de su vida privada con la intención de desacreditarlo. Algunos creen que este tipo de acusaciones van a debilitar a Milei, sin entender la campaña desde los ojos de sus electores.
Un libro para los nuevos tiempos
La situación es semejante a la que vivimos en 1996 cuando Abdalá Bucaram derrotó en las elecciones presidenciales de Ecuador a Jaime Nebot. Pudimos estudiar a fondo este proceso, con investigaciones cuantitativas y cualitativas que nos permiten analizar mejor el caso de Milei. En ambos casos, las actitudes de los electores son semejantes, pero se han agudizado en la Argentina contemporánea, con la implantación de la tercera revolución industrial.
En el país, existe un 70% de ciudadanos que tiene sentimientos contrarios al sistema. Incluso si votan por el peronismo o la oposición, están enojados con los “políticos de siempre” a los que culpan de la mala situación en que viven. Sienten que pertenecen a una secta que solo se preocupa de pelear, repartirse cargos, y no se preocupa de sus problemas.
Mientras más demuestran los políticos su “unidad” y los acuerdos a los que llegan entre ellos, es mayor la sensación de exclusión de la mayoría. Entre las elites partidistas y en sus mesas de debate solo están ellos, no aparece “gente como yo”. Tal vez sean muy inteligentes y preparados, pero no sienten las cosas que sentimos las personas comunes.
Casi todos los candidatos tienen respuesta para todo. Son tan preparados y difíciles de entender, que levantan sospechas. Frente a esa realidad fría y lejana, aparece un candidato que expresa sentimientos, gesticula de manera poco convencional, usa un lenguaje desenfadado. Mientras muchos candidatos tratan de situarse en la historia, Milei instala una imagen humana que penetraba entre quienes no sueñan con la construcción de grandes utopías, sino que se divierten con un espectáculo que mueve sus emociones.
Especialmente en las últimas semanas. Sus enemigos han tratado de presentar a Milei como un ser humano estrafalario, que vive con perros, que maneja los fondos de campaña con desorden, que más que un partido tiene una extravagante pyme familiar. Entre sus electores todo eso se reduce a una idea: me gusta porque no es como los políticos de siempre.
En la injusta caricatura de los políticos a la que han llegado muchos electores, es indispensable que el futuro presidente sea distinto. Si con los que tuvimos nos fue tan mal, como ellos mismos dicen, hay que buscar a alguien diverso para ver si pasa algo bueno. Los ataques reiterados que se hacen todos en contra de todos, llevan a muchos electores a hacer una síntesis: todos los políticos son malos.
Mientras las concentraciones de los políticos del sistema son serias, aburridas, se hacen para exponer propuestas que no mueven los sentimientos de la gente común, las de Milei son un espectáculo divertido: canta, salta, grita, se exalta, produce escenas novedosas con sus seguidores entonando una ópera. Muchos jóvenes quisieran estar en el sitio de este rock star y no en la mesa de los que dicen propuestas.
Los seguidores de los outsiders no reciben a sus líderes con la devoción y respeto con el que los antiguos electores oían a Perón, Velasco Ibarra y otros líderes populistas. Eran vistos como sabios venerables que tenían grandes ideales y hablaban de proyectos nacionales. Su público se comportaba con ellos como el de una ópera: escuchaban en orden lo que decía y aplaudían cuando se debía aplaudir. Este tipo de líder moderno habla de sueños más efímeros y de proyectos automáticos. La primera semana dinamito el Banco Central, arreglo todos los problemas del país con una pocas propuestas. El ambiente de sus concentraciones se parece más al de un concierto de rock en el que la gente participa, canta, se mueve, se integra al candidato en un “nosotros” de nuevo cuño. Bucaram se comparaba con Cristo, Gandhi y otros profetas que fueron asesinados por su deseo de servir a la humanidad y terminaba sus discursos anunciando que le decían loco y que podían asesinarlo en cualquier momento. La dramática advertencia desataba las carcajadas de sus seguidores. Tal vez se reían de su audacia de compararse con líderes de esa magnitud o simplemente gozaban de la escena. Milei se asume como un nuevo Moisés y probablemente eso divierte también a sus seguidores.
Si tomamos como inspiración el libro de Juan Luis González podríamos relatar muchos incidentes sorprendentes y graciosos de la biografía del dirigente libertario, pero aconsejamos mejor la lectura del interesante texto. Tenemos que anotar que todo esto no es solamente anecdótico, sino que representa nuevas formas de ver la vida y la política que están vigentes en el país y son difíciles de entender para los analistas tradicionales. Estamos cargados de prejuicios y de ideas épicas. En nuestra mente pesan demasiado los textos de Gramsci y Max Weber, nos es difícil dar la importancia que tienen algunos elementos de la vida cotidiana que explican desde otro punto de vista los comportamientos de los electores.
Es probable que la votación de Milei sorprenda en las PASO. Eso no tiene que ver con que las encuestas se equivocan, ni con que existe un voto vergonzante. Habrá, como lo hubo con Bucaram, bastante voto de última hora. La mayoría de los ciudadanos está harta de la política. Si llega a las urnas sin una decisión tomada y quiere protestar en contra del sistema, no escogerá a Horacio, Patricia o Sergio. Tendrá dos posibilidades: votar en blanco o hacerlo por Milei, no tanto porque apruebe sus propuestas, sino porque quiere votar negativamente, rechazando al sistema. Entre quienes voten por el partido de gobierno habrá otra opción: votar por Juan Grabois, que sacará una votación interesante porque es joven, distinto, nuevo.
Es probable que Milei sea el candidato con más votos individuales en las PASO, especialmente si los votos de Grabois son suficientes para bajar el volumen de Massa. También que, si esto se produce, cunda el pánico entre periodistas y políticos que le temen, que se pongan a trabajar abiertamente en su contra, como ocurrió con Bucaram en su momento y hace poco con Trump y Bolsonaro.
Electores de la Sociedad Líquida
Para el sector de la población que podría votar por el outsider, la prensa y los académicos están también en la lista del establecimiento y su oposición abierta no hará mas que fortalecerlo. Existe un divorcio entre la élites politizadas y con valores modernos del país, con un amplio grupo de electores poco informados y de mentalidad tradicional para los que el individualismo, los derechos humanos y la democracia tienen otros sentidos.
Los partidos, extraviados de las ideologías, son vistos por buena parte de la población como grupos de personas que pelean para repartirse el botín estatal. No representan ni las angustias ni las ilusiones de electores que sienten que no los representan. Mucha gente no se siente representada sino que tampoco quiere ser representada. Construye su realidad en una dialéctica extraña, en la que la internet le proporciona una gran cantidad de información que se procesa individualmente, en contacto con su comunidad virtual.
Hay también una crisis en cuanto a las alternativas. No existen propuestas originales. Si alguien inventa alguna en algún país, la red permite copiarlas en minutos y que aparezca en cualquier otro.
La política no se decide por la discusión de tesis en las plataformas de la red, sino por las cantidades de likes que acumulan imágenes. Finalmente todos proponen algo semejante, la gente reacciona negativamente frente al discurso “racional” de los políticos y busca una salida en líderes nuevos que plantean con su espectáculo, esperanzas más allá de la racionalidad.
Hay, finalmente, una crisis de los valores tradicionales. El respeto reverencial a la “sabiduría” y a las clases dominantes tradicionales agoniza mientras nuevas élites menos “preparadas” disputan el poder.
Los miembros de las élites culturales y políticas del país, si quieren conservar su influencia, no pueden basar sus esperanzas en “educar” a un pueblo que no se comporta como dicen los libros que debería hacerlo, sino que deben tener la modestia de educarse a sí mismos aprendiendo el lenguaje de los electores, intentando comprender su mundo y planteando alternativas nuevas que permitan afrontar las difíciles circunstancias de una democracia que debe encontrar sus propios caminos.