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La democracia es generosa con quienes lo único que han hecho es desfigurarla y torpedearla, arropándose en ‘la democracia método’; es decir, en las elecciones periódicas y el voto, ambos instrumentos manipulados, siguiendo consignas jacobinas y externas, como las populistas del socialismo del siglo 21, en Bolivia y otros lares.
Ese el caso del Movimiento al Socialismo (MAS) y de su líder, el ex Morales, mandamás del partido, aunque ande hoy a trancazos en la pelea por quién se apropia del instrumento político, donde confluyen connotados miembros del postestalinismo. Son 17 años en los que se consumó el cambio de Constitución Política del Estado (CPE), la manipulación de la representación político- partidaria en el Parlamento, la subordinación del Poder Judicial a los designios del Ejecutivo, la negación de la pluralidad política y la identificación del Estado-gobierno-partido-líder-pueblo en una sola entidad.
Ese fue “el momento de la fatalidad”, magistral frase de Urbinate, porque se perdió la garantía de las libertades constitucionales, el principio del poder limitado, la alternancia en el poder y la convivencia entre diferentes. Y, sin contenciones, el populismo se convierte en dictadura. Ese fue el camino que emprendió el chavismo en Venezuela, afirma la politóloga italiana.
El MAS y sus líderes nunca fueron demócratas. Fueron y son los profetas de la derrota democrática. Ahí siguen, tras 17 años, con más de cien muertes violentas y ejecuciones extrajudiciales, como la del Hotel Las Américas en esta ciudad; supresión de la independencia de poderes e indefensión ciudadana ante mafias de fiscales, jueces y colgandejos, es decir, asaltos al Estado de Derecho y sus instituciones democráticas. Amén de violaciones a la CPE, como desconocer el art 169 de la Constitución sobre la reelección, y el Referéndum del 21 F de 2016, que dijo NO a la cuarta postulación de Morales; despilfarro de la bonanza de hiperprecios del gas; corrupción y sobreprecios en obras públicas; manoseo al padrón electoral para ganar siempre elecciones; más algunos vicios del “Jefazo”, entre otras embestidas.
Con toda esa carga a cuestas, Morales fue candidato el año 2019. Fue una farsa en la que se gestó el fraude electoral, comprobado por la Comisión de observadores de la OEA. A denuncia del expresidente Carlos Mesa, candidato
de Comunidad Ciudadana (CC), se abrió un proceso contra los que consideró autores intelectuales: el expresidente Evo Morales, el ex vicepresidente Álvaro García Linera, Juan Ramón Quintana, Héctor Arce Zaconeta, Carlos Romero y otros. Mesa señaló que «Los autores materiales de este fraude fueron los miembros del Tribunal Supremo Electoral (TSE), pero respondieron clara y evidentemente a un autor intelectual: al gobierno de Evo Morales.” Sin embargo, apenas ganó Arce la elección del 2020, la juez Claudia Castro anuló y archivó el caso. (La Razón. La Paz 14/12/2020).
Y ahora, Morales, adicto al ejercicio poder, quiere volver a ser candidato el año 2025, y pone al país en apronte de combate, entre sus seguidores ‘evistas’, y los del actual presidente, Luis Arce, ‘arcistas’, su ministro de economía más de 12 años, al que hoy llama “el cajero”. Lo hace en un congreso con sus fieles, para atornillarse en la jefatura del partido y ser oleado candidato, en su reducto cocalero, en los municipios chapareños. Allí donde se cultiva la hoja de coca, materia prima de la cocaína, y el crimen organizado campea a su anchas, y se extiende en el resto del país, siempre bien armado y haciendo tropelías.
¿Será que nadie se conmueve ante tamaño despropósito y afrenta a la ciudadanía, aun la que reniega de la política y de quienes la ejercitan, con aciertos y desaciertos? Afrenta al sistema de partidos políticos, o sociedad política, venida a menos, cierto, por múltiples razones. Afrenta al resto de la sociedad, la civil, mucha de ella organizada en manifestaciones que demuestran preocupación, temor, angustia, pesimismo, pero, siempre, ganas de salir del tormento que supone el MAS, con cualquiera que lo comande, y atónita ante las sandeces que dice el ex vicepresidente jacobino. Esa pulsión está presente, aquí en Santa Cruz y en toda Bolivia, la indígena, la campesina, la urbana y citadina.
Es la pulsión democrática, que quiere ponerle freno a otro “momento de la fatalidad” con el MAS reproduciéndose en el poder, desde el poder. Ese freno debe provenir de la política, de una política de oposición que estamos a tiempo de construir, desde los partidos, las instituciones, los medios de com unicación, las universidades, viejos y jóvenes, para lograr una unidad posible. No una unidad que borre las diferencias y los conflictos, propios de la diversidad, sino que dialogue, discuta, confronte ideas, asuma la pluralidad, los bordes y los medios, las formas y los contenidos de Bolivia. Esta Bolivia presente en Santa Cruz que genera excedentes, que se abre para que los que migran aquí, también lo generen. Esta Santa Cruz que asume con orgullo su mestizaje primigenio, a pesar del fiero y rudo encontronazo entre los pueblos indígenas del Oriente y los conquistadores. Santa Cruz y Bolivia que aceptan los retos de un futuro que quieren democrático, representativo, republicano, constitucional. Sí se puede, dijo Jerjes Justiniano.