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Una semana para disfrutar al mejor país que nos heredaron nuestros antepasados: los originarios de estas tierras de páramos y de selvas; los que llegaron en carabelas; los que llegaron en barcos, trenes, mulas y carretones y hasta en camiones; los que llegaron huyendo y los que llegaron amando. El departamento del Beni es un reflejo de todo ello, único y a la vez resumen de esta patria que llamamos Bolivia.
El 6 de agosto de 1842, según recordaba la página histórica de “Sache Mojos”, el presidente José Ballivián, declaró mediante decreto la independencia de la Provincia Moxos del Departamento de Santa Cruz; hecho festejado cuando la noticia llegó dos meses más tarde. Los benianos tienen su propia identidad. Ocupan un privilegiado lugar geográfico relacionado directamente con Pando, La Paz, Cochabamba y Santa Cruz. Es el espacio con mayores ciudades intermedias y desarrollos diversificados.
Decidí vencer bloqueos y el cada vez peor servicio de BOA para compartir otra vez la Ichapekene, la fiesta grande de San Ignacio de Moxos. Primera estación, Trinidad, que casi siempre visité como periodista, esta vez como turista.
Mi guía fue Hugo Padilla Monrroy, uno de esos personajes míticos que dedica su vida a mejorar la calidad de vida de sus coterráneos. Cuenta la historia de la catedral y sus características arquitectónicas. Visitamos el Museo Ictícola de la Universidad Autónoma del Beni y el centro Cibioma, con características singulares, únicas en el país. Marbely Haibara A., es la autora del texto sobre especies de los ríos benianos y su relación con el nuevo turismo ecológico. De sus aportes me ocuparé en otro artículo.
Padilla organizó en la Casa de la Cultura conferencias para profundizar sobre los orígenes del Beni y sus culturas precolombinas. Compartimos con miembros de “Pueblo de Leyenda” y de otros movimientos culturales dedicados a investigar y difundir la esencia beniana. Autores como Edwin Bause, Erlan Vargas, Walter Zabala y Mauricio Paz Barbery publican obras que consolidan el imaginario beniano.
Existen varias ofertas para recorrer las rutas del bufeo y pasear por los ríos Ibare y Mamoré por horas, días o semanas. Aunque la sequía afecta los colores del monte, es el paisaje que todos los bolivianos deberíamos defender; es el último tesoro que queda.
San Ignacio es la Bolivia profunda que nos consuela de los otros males. La Escuela de Música de San Ignacio y su precioso fruto, el Ensamble de Moxos, es encontrar diamantes en medio de la selva. Son casi dos décadas desde que escuché sus primeros conciertos y cada vez es una emoción particular. La maestra Raquel Maldonado lleva en su sangre la memoria del pueblo potosino tan musical en su día a día y de la familia materna aficionada a las notas. Son sus ancestros los que le dan la fuerza para vencer tantos obstáculos que enfrentan los gestores culturales. Una belleza aplaudida por públicos selectos y públicos sencillos en más de veinte giras mundiales.
Raquel y Antonio Puerta no solamente unen Europa y América a través de las partituras misionales de la época colonial, sino que han creado un ambiente internacionalista. Esos días compartían clases músicos de España, Colombia, Estados Unidos, Japón, Alemania. Su Posada abre las puertas a visitantes cruceños, paceños, potosinos, sucrenses. Inolvidables tertulias reposando en hamacas en el atardecer tropical.
El plato fuerte fueron los largos días de la Ichapekene, desde los preparativos para coser los vestidos de raso bordados de cintas rosadas, celestes o amarillas, las máscaras, los tocados de plumas de los macheteros, los instrumentos, las vísperas/velorios y las procesiones. Es lo más auténtico de la interculturalidad nacional. Año tras año mantiene las tradiciones y los numerosos rituales que encabeza el Cabildo indigenal para el santo patrono San Ignacio de Loyola y también para Santiago. El jocheo de toros, el palo ensebado, las cabalgatas, la feria ganadera, los paseos por la laguna, completan las jornadas. Cada una con su especificidad.
El Museo local es un esfuerzo civil y religioso para contar en profundidad la historia de esa misión en plena selva, el encuentro con los indígenas, las expresiones culturales y religiosas, la defensa de la Loma Santa, las marchas contemporáneas en defensa de su territorio. Falta tiempo para contemplar los muchos objetos recuperados.
También en San Ignacio se movilizan poetas como el profesor Eduardo “Chichi” Velasco, el equipo municipal del sector cultural y organizaciones no gubernamentales para rescatar el pasado de un espacio que puede contar la historia de nuestros ancestros más remotos.
El movimiento de académicos, escritores, historiadores, periodistas benianos por dar a conocer al país sus expresiones culturales llegó también a la Feria del Libro de La Paz gracias a personas como Carlos Ostermann y María Pilar Gamarra. El Ensamble de Moxos tocó para un público infantil y para adultos, entre ellos qaraqaras que escuchaban asombrados.
Una de las salas de la Feria lleva el nombre del gran historiador movima José Luis Roca. Un extenso programa alentado por la Casa de las Culturas de Riberalta presentó conferencias diarias sobre la realidad beniana: territorio, fronteras, luchas, Cachuela Esperanza.
Desde el Beni, el último bosque, se construye un proyecto con visión nacional.
Gracias a todos los que trabajan por esta patria. Personal felicidad porque en mis venas corre la sangre del beniano Antonio Rodríguez, el bisabuelo que me acompaña.