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El olimpismo hunde al racismo y a la xenofobia

Lupe Cajias

Periodista e historiadora

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Millones de seres humanos a lo largo y ancho del planeta observaron, aplaudieron y muchos festejaron (sobre todo en los países más pequeños) las victorias de sus atletas en diferentes escenarios franceses, mayormente parisinos. Las Olimpiadas son la mejor cita mundial para entender que es posible que los hombres vuelvan a ser hermanos, como soñaron Friedrich Schiller y Ludwig van Beethoven hace más de dos siglos.​

La idea griega se hunde en la mitología, aunque se sabe de la participación de personajes históricos como Alejandro Magno en la carrera de caballos y se conocen los escenarios y varias de las pruebas. Fue modernizada por el barón Pierre de Coubertin que la gestó en 1894 en la Universidad de la Sorbona, en París. El cuerpo como complemento de la mente y de las emociones. Las competencias crecieron, giraron por continentes, casi siempre con el espíritu de la fraternidad, de la amistad, de la necesidad de “cambiar el tono” de la miseria cotidiana.

En 1936, hay que reiterar, Adolf Hitler imaginó una demostración mundial de la superioridad de la raza aria sobre los otros colores de tez, los ojos claros sobre los oscuros, el cabello lizo sobre el rizado, las piernas germanas sobre las gitanas. No esperaba la sorpresa que Estados Unidos le tenía preparada, a pesar de sus propias leyes segregacionistas.

Jesse Owens, el afroamericano, fue el más veloz en la carrera más esperada, saltó, participó en las postas. Sus zancadas precisas dejaron muy atrás a los demás. Además, consolidó la amistad y la alegría con otros atletas rubios, europeos. Su historia fue una gran inspiración para los XXVII Juegos Olímpicos en Sidney en el 2000, al inicio del nuevo siglo. Australia puso especial énfasis en unas competencias bajo el imaginario de la camaradería.

Wilma Rudolph era la hija número 20 de una familia pobre, negra y con escaso acceso a la salud, reservada en 1940 para los blancos de Clarcksville. Nació con apenas dos kilos, padeció muchas enfermedades y a los cuatro años contrajo el virus de la polio. Creció con un aparato ortopédico. Más tarde venció a la escarlatina. Con un don especial, decidió jugar baloncesto escolar. Fue en una cancha donde un entrenador vislumbró sus posibilidades. “La gacela negra” cosechó legendarias victorias en las carreras de 100, 200 y postas en sucesivas olimpiadas. Su historia es fantástica.

 En los años 70, comenzó la participación creciente de atletas morenos de países africanos que también se convirtieron en héroes. Biografías de carteros, de hombres y mujeres que corrían descalzos entre las aldeas, de escasos recursos, pero con una gran potencia para imponerse en diferentes competencias atléticas.

Cuba encabezó varias veces la lista más avanzada de los medallistas latinoamericanos. En 2024 quedó evidente el declive de su representación oficial con la hambruna en la isla. En cambio, varios afrocubanos representaron a otros países adoptivos conquistando el podio principal. El caso emblemático fue el de los tres nacidos en Cuba conquistando medallas para países europeos.

Los corredores de Jamaica parecían inalcanzables. Santa Lucía, Barbados y otras islas caribeñas mostraron que su gente tiene dones naturales para vencer. La historia de la etíope Sifan Hassan que se coronó con la prueba más emblemática de las justas olímpicas, la maratón femenina, es un “estate quieto” a todas las corrientes xenófobas. Corrió con la bandera neerlandesa, ganó la medalla de oro, otras dos medallas y batió récord olímpico. Ocupó el lugar soñado por todo atleta al recibir el trofeo en la maravillosa clausura en el estadio parisino. Fue la mejor entre las mejores, la más agasajada, la más aplaudida, la mujer que recorrió el camino de las revolucionarias de 1789 con su corona simbólica de su propia cultura.

Es un buen año para el deporte y para el significado del valor de todos los seres humanos. Hace pocas décadas, la delegación alemana de fútbol incorporó migrantes en su onceavo titular, a pesar de las protestas de los neo hitlerianos. La Eurocopa 2024 mostró equipos pluri multis y dos hijos de migrantes dieron el triunfo a España.

En Bolivia, el No Estado Plurinacional no entiende de ello. De mal a pésima la burocracia en el Viceministerio de Deportes. Una paupérrima delegación, con participación lamentable, llena de incidentes.

Mención especial a los atletas refugiados, especialmente a los palestinos que también en este caso tuvieron que vencer 70 años de ocupación, décadas de vivir en campamentos y barrios arrasados por los bombardeos israelíes para poder competir.


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Lupe Cajias

Periodista e historiadora

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