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En las últimas semanas, y particularmente en la última, hemos observado una creciente crítica de ex diplomáticos a las gestiones de la cancillería de Bolivia en lo que respecta al gobierno de Luis Arce.
Sin entrar en la definición de los intereses nacionales del país o en las propuestas que presentan los candidatos de cara a las elecciones, o las ácidas críticas a la decadencia de la Academia Diplomática boliviana, quiero profundizar en algo que parece pasar colado en el análisis, esto es respecto al rol de Bolivia en la región y lo que se ha hecho con Chile, que no es poco y que simplemente ha pasado desapercibido u ex profeso olvidado por los diplomáticos.
Parece una obviedad decirlo, pero cuando toda la conectividad regional se ha saltado Bolivia y los corredores bioceánicos han desestimado atravesarla, esto no sólo se trata de una derrota diplomática, sino de la invisibilización real de un país entero que debe ser revertida.
Tres elementos han transcurrido para que Bolivia sea resistida por la región. Su inestabilidad traducida en violencia, crimen organizado, desinstitucionalización progresiva, y corrupción descomunal. El fracaso de una política antidrogas y, por último, sus alianzas políticas con países ajenos a la región. Y es que el descuido a la región en esta última etapa, no pasa solo por gestionar el tema migratorio o fronterizo, sino porque la determinante política del país no busca cercanía con sus vecinos realmente. Solo se comunica con los seguidores del socialismo del Siglo XXI.
En ese sentido, el panorama con MERCOSUR y su reciente ingreso y salida si es que Bolivia no ajusta sus normativas internas al bloque. De paso, deberá olvidarse de la CAN o reajustar su rol en ella. Eso, en el papel. En la práctica, el nivel de cercanía institucional en materia de integración con los bloques regionales en el último quinquenio es como mínimo, magro y eso es por lo que sabemos todo: no hay cancillería, hay operadores políticos en funciones de Estado en el exterior.
Una mirada desde Chile
Un baño de realidad: Hoy está descartado que cualquier sector político en Chile revise el tema del reclamo de soberanía de Bolivia en las costas del Pacífico. Lo dijo hasta la candidata del Partido Comunista, Jeannette Jara el fin de semana a la pregunta directa de un periodista frente a un debate de primarias.
Ciertamente, el gobierno del presidente Boric ha insistido en mejorar el relacionamiento con Bolivia y lo ha hecho por razones de interés nacional, qué duda cabe. Primero, porque existe un estado de excepción constitucional que ya lleva tres años en la frontera con Bolivia a causa del ingreso de extranjeros por pasos no habilitados y la presencia del crimen organizado y que se ha prorrogado una y otra vez. Este no es solo un documento, involucra recursos humanos y económicos, institucionales en la frontera norte. Dispuesto por el Decreto N° 138 del 22 de marzo de 2022, las fuerzas armadas chilenas están desplegadas en la frontera con Bolivia resguardando la seguridad del ingreso irregular de personas al territorio. Segundo, porque las estadísticas de Gendarmería de Chile de noviembre de 2024 han establecido que del 15,1% de los presos extranjeros en Chile, esto es, 8.968 personas extranjeras privadas de libertad en las cárceles chilenas, el 24,38% (2.187 personas) son bolivianos; la mayor parte de ellos encarcelados por la Ley N° 20.000 que sanciona el tráfico ilícito de estupefacientes y sustancias sicotrópicas. Finalmente, porque hay que recordar que en Chile habitan a fines de 2024, 180.266 bolivianos, esto es, el 9,4% de los extranjeros que registra el Servicio Nacional de Migraciones.
En efecto, se funciona sin relaciones diplomáticas formales con Bolivia desde 1978, pero Chile conversa con sus autoridades siempre y en medio de una debacle político-institucional y económica compleja que se ha ido profundizando.
Con este panorama, ¿qué recursos podrían destinarse al tema marítimo? Francamente resulta difícil pensar en aquello porque el desastre político interno es descomunal. No obstante, que parte de la oposición sostenga esta idea de vuelta al gobierno, resulta por lo menos desilusionante.
Por increíble que parezca en estos tiempos, es notable que ambos países hayan conseguido conversar de temas fundamentales, tales como facilitación fronteriza, controles integrados, temas aduaneros, comerciales (ACE 22), temas fito y zoosanitarios, migraciones, temas policiales y lucha contra el contrabando, asuntos de desarrollo fronterizo con las subcomisiones de riesgos y atención de desastres, salud, turismo y transporte. Ello, además de dos reuniones del Comité de Frontera e Integración (XV y XVI) realizadas en Arica y en La Paz, respectivamente. Esto es política exterior. El informe propuesto de LAPRID reciente y otros ex diplomáticos, parece que no lo ven así.
Resta, sin embargo, y lo ha apuntado una posterior declaración al discurso del 23 de marzo, emitida por ex cónsul de Bolivia en Chile, Walker San Miguel (2010-2011), restaurar el tránsito ferroviario entre ambos países, cuestión que no se dice en Bolivia, solo depende de las líneas bolivianas, porque el tren de Arica a la frontera está operativo. Un imperativo que aplaudimos y que contribuiría a su comercio exterior, que suele olvidar que la distancia a las costas es lo que encarece sus productos.
Sin duda, es necesario reflexionar a fondo sobre estos temas, porque habrá cambio de gobierno en ambos países. Sería contradictorio que, en vez de avanzar con Chile, las propuestas de la vieja guardia diplomática boliviana fueran en detrimento de los logros. Logros, quizás para algunos algo pobres, pero que para Chile son claves: en materia de seguridad y manejo de personas y fronteras, y que finalmente tienden a conducir las relaciones binacionales al siglo XXI hacia lo pertinente.
Bien haría la oposición boliviana en reconsiderar estos aspectos. Impetrar a Chile no será la solución a los problemas y podría llevar a ambas naciones a mayores litigios, esta vez, con un espíritu mucho menos conciliador para las zonas de frontera.
Pensar con calma y buena letra
Bolivia, está ad portas del Bicentenario y lleva dos décadas consumidas por la ideologización. Eso debe revertirse y tendría que ser el primer deber del próximo gobierno boliviano.
Como dicen los antiguos, una cosa es tener años y otra experiencia. Bolivia cumplirá años y debe aprender de esta experiencia.
Cuando los bolivianos estudien este primer cuarto del siglo XXI, ¿Cuáles van a ser los hechos constitutivos de la memoria? Un país enfrentado, fracturado, fuera de los mercados, ajeno a las inversiones, lejano a la paz. Temo que será esto lo que predomine. Pero, por favor: nunca más.
No claudiquen. Voten por la esperanza, por la cordura, por el sentido común.
Desde hace dos décadas se ha reventado el sistema judicial de Bolivia y ha convertido al legislativo en un circo pobre. Es cierto. Pero Bolivia no tiene que ser esto. No se lo crean, por favor no lo hagan. Mírense ustedes mismos. Resístanse a ser un país controlado por potencias ajenas, por un país consumido por el odio. El rol de Bolivia es ser un país de contactos, no un territorio que vive del crimen organizado y la violencia. Ustedes saben mejor que nadie quienes son y lo lejos que pueden llegar.
Sí, en efecto hago un llamado a las fuerzas democráticas del país a que pongan a su gente por encima de todo. La convulsión mundial que se nos viene encima es un tsunami, si los pilla como están hoy, habrá hambre, enfermedad, guerra y muerte. El mundo está en guerra. Poco aconsejable es que sigan pensando en estrategias, mecanismos, integración, y que sigan perdiendo tiempo. Ya han perdido demasiado tiempo en creer que el giro copernicano de la política exterior de Evo Morales, les sirvió para alguna cosa. Que al país se le oyó o tuvo presencia internacional de algún tipo. De buen vivir ni se vive, ni se recuperan las divisas dilapidadas; de la coca no es cocaína no se paga la subvención del diésel. ¡Qué manera de engañarles con el lenguaje! Suma qamaña y ayni, nada; el ayllu no gestiona nada a nivel internacional. Y la pachamama, ¡pobre tierra boliviana, desecha por los interculturales y los incendios! ¡Cuándo, en la historia de Bolivia, se quebrantó más la naturaleza del país, a su población nativa, a sus parques nacionales, su flora y su fauna! Y encima, se firman contratos de espaldas a las regiones. Paren. Mediten. El más básico análisis de contexto debería decirles que “allí afuera”, hoy solo reina el conflicto. No el derecho internacional. Hemos vuelto al conflicto y en esa línea, las propuestas en materia internacional de Bolivia, no pueden ser las de fines del siglo XX.
Bolivia: América Latina los necesita. Ustedes son 12 millones de almas que tienen que parar esta locura.