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El transporte público que Santa Cruz merece

Sebastian Crespo Postigo

Mgs. Dirección de proyectos, economista y exdirector del Comité pro Santa Cruz.

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Santa Cruz de la Sierra creció más rápido que su capacidad para moverse. Lo que hace décadas fue símbolo de conexión y progreso, hoy refleja desorden, atraso y resignación. El transporte público, que debería ser el sistema nervioso de la ciudad, se ha convertido en un obstáculo diario para su desarrollo. Y lo peor: todos lo sabemos, pero nadie lo enfrenta.

Cada día, miles de ciudadanos pierden horas en trancaderas, sufren la falta de información sobre horarios y rutas, y viajan en vehículos antiguos que contaminan y ponen en riesgo la vida de todos. Los minibuses y micros funcionan bajo una lógica sindical arcaica, sin control real de rutas ni estándares de servicio. En una ciudad que aspira a ser metrópoli moderna, seguimos sometidos a la ineptitud de los que gobiernan, a los cómplices que callan y a los sindicalistas que frenan el desarrollo cruceño.

La transformación digital en este caso no es un lujo, sino una necesidad urgente. Significa gestionar flotas en tiempo real, permitir pagos electrónicos, optimizar rutas mediante datos y ofrecer al ciudadano información transparente sobre su trayecto. Es usar la tecnología para ordenar el caos y devolverle al transporte su rol público. Lograr esto no es imposible, requiere una política pública clara, con planificación seria, responsabilidades definidas y mecanismos de control de resultados. No se trata de inventar nada nuevo, sino de aplicar buenas prácticas con visión y disciplina.

La movilidad es un asunto de vital importancia, es simplemente darle mejor calidad de vida a todos los habitantes de Santa Cruz. Un sistema eficiente y digital reduce las brechas sociales, mejora la productividad y disminuye la contaminación. Cada minuto que un cruceño pierde en el tráfico es tiempo que le roba a su familia, a su trabajo o a su descanso. Cada bus obsoleto que sigue circulando es una señal de inacción institucional, pero también una oportunidad para construir soluciones desde la colaboración público-privada. ¿Por qué no pensar en una cooperativa cruceña de transporte que integre tecnología, capital local y gestión profesional? Si el Estado no puede hacerlo solo, el mercado puede y debe ser parte del cambio.

Sin embargo, esta transformación requiere decisión política. Y en Santa Cruz, esa decisión ha faltado. Las autoridades locales han sido complacientes con los sindicatos del transporte, permitiendo que impongan sus condiciones y bloqueen cualquier intento de modernización. No se ha tenido la mano firme para ordenar el sistema, ni la inteligencia para ofrecer incentivos reales a la renovación de flotas. En lugar de depender únicamente de la Alcaldía, se necesita un modelo de financiamiento mixto, con la participación de bancos locales, organismos internacionales y alianzas público-privadas, que haga posible no solo renovar los buses, sino también modernizar toda la infraestructura vial: paradas señalizadas, rutas integradas y espacios seguros para los usuarios.

No se puede aspirar a ser una ciudad inteligente si mantiene un transporte del siglo pasado. Este será uno de los grandes retos de la próxima gestión municipal. Urge que se dialogue con firmeza y que se premie a quienes apuesten por el cambio. La transformación no debe quedarse en los papeles: debe convertirse en el primer paso hacia la ciudad que los cruceños merecemos.

*La opinión expresada en este artículo es responsabilidad exclusiva del autor y no representa necesariamente la posición oficial de Publico.bo


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Sebastian Crespo Postigo

Mgs. Dirección de proyectos, economista y exdirector del Comité pro Santa Cruz.

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