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Entre el dólar y el dragón: América Latina y Europa bajo fuego cruzado

En la puja de poder entre China y EEUU, Latinoamérica y Europa tienen la oportunidad de construir una nueva alianza estratégica.

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Por: Fernando Dos Reis

En la escena geopolítica contemporánea, el concepto de imperio experimentó una metamorfosis profunda. Atrás quedaron las concepciones clásicas asociadas a estructuras estatales centralizadas y a la fuerza militar como columna vertebral del dominio imperial. También perdió vigor la visión marxista que vinculaba el imperio únicamente a la expansión del capitalismo.
Hoy, el poder global se disputa en otros terrenos: el financiero, el digital y el narrativo. Justamente, América Latina y Europa lo experimentan muy de cerca, enfrentando presiones, guerras de micrófonos y siendo el campo de batalla de intereses cruzados.

Nuevo rostro del imperialismo

En esta batalla silenciosa entre superpotencias, las reglas tradicionales han sido reemplazadas por estrategias más sutiles, pero no menos efectivas. China se convirtió en una figura protagónica en este tablero. A través de su iniciativa de la Nueva Ruta de la Seda y la cooperación Sur-Sur, expendió su influencia sobre territorios históricamente dominados por Occidente.

Entre 2005 y 2023, el gigante asiático otorgó cerca de 120.000 millones de dólares en préstamos a América Latina y el Caribe, canalizados principalmente por el Banco de Desarrollo de China (CDB) y el Banco de Exportación e Importación (Ex-Im Bank). Estas inversiones no fueron desinteresadas: muchas implicaron la contratación obligatoria de empresas chinas, concesiones sobre recursos naturales, o el control de infraestructura clave. China juega un rol crucial en sectores estratégicos, como el petróleo en Venezuela o el cobre en Perú, donde posee el 25% de las inversiones del rubro.

De forma discreta pero efectiva, Pekín ha ocupado espacios que antes eran considerados el patio trasero de Estados Unidos. La visita del presidente colombiano Gustavo Petro a China y el anuncio de la adhesión de Colombia a la Ruta de la Seda marcaron un punto de quiebre que provocó reacciones inmediatas desde Washington. El asesor de Donald Trump para Asuntos del Hemisferio Occidental, Mauricio Claver, ironizó: “El acercamiento del presidente Petro con China es una gran oportunidad para las rosas de Ecuador y el café de Centroamérica”.

Estados Unidos, particularmente desde la llegada de Trump, endureció su política exterior para recuperar su estatus hegemónico. Desde el refuerzo de su influencia en el Canal de Panamá, pasando por la amenaza de anexar territorios vecinos, hasta la imposición de aranceles y una retórica nacionalista, Washington parece apostar por una estrategia de confrontaciónpara frenar el avance chino.

Realismo vs idealismo: el trasfondo doctrinal

Detrás del enfrentamiento entre estos nuevos imperios, subyacen dos visiones enfrentadas de las relaciones internacionales: el realismo y el idealismo.

Los realistas conciben al sistema internacional como un escenario anárquico, sin un poder central capaz de imponer reglas, donde lo que cuenta es la capacidad de ejercer poder. Defienden el pragmatismo y priorizan los intereses nacionales por encima de los compromisos internacionales. Por el contrario, los idealistas promueven la cooperación multilateral, el respeto al derecho internacional y la creencia de que los Estados están unidos por valores y objetivos comunes.

La política de Trump encarna el realismo en su forma más cruda: retirada de organismos internacionales, proteccionismo comercial, instrumentalización del dólar y la tecnología como herramientas de control, y un claro desdén por el multilateralismo. Esta actitud, lejos de reforzar la posición estadounidense, abrió espacios que China supo aprovechar.

El ejemplo más claro es la salida de Estados Unidos de la Organización Mundial de la Salud, que fue rápidamente contrarrestada por China con una donación de 500 millones de dólares. Lo mismo ocurre con la imposición de tarifas: mientras Washington cierra mercados, China ofrece oportunidades económicas que, a su vez, refuerzan su posicionamiento geopolítico.

Entre dos fuegos

América Latina y Europa se encuentran en medio de este conflicto, como piezas de un tablero que no han diseñado. China adopta una narrativa amigable, presentándose como socio estratégico para ambos. En cambio, EEUU recurre a una retórica de confrontación que muchas veces genera fricciones innecesarias con las dos regiones. EEUU y China persiguen lo mismo: el control geopolítico.

Esta guerra comercial tiene efectos colaterales considerables. Por un lado, las presiones para tomar partido. Por otro, los impactos económicos derivados del desplazamiento de productos chinos hacia otros mercados, lo que podría alterar significativamente las economías locales.

Pero en medio de la tensión, también emerge una oportunidad histórica: la posibilidad de construir una alianza estratégica entre Europa y América Latina.

Un momento de oportunidad

Europa y América Latina se complementan de manera natural. Mientras Europa tiene capital, tecnología y experiencia institucional, América Latina posee vastos recursos naturales, mercados emergentes y un potencial agrícola e industrial impresionante. Con más de 600 millones de habitantes, América Latina representa una de lasregiones más prometedoras del planeta para las inversiones europeas.

Ambas regiones comparten una visión multilateral del orden mundial, respeto al derecho internacional y compromiso con los derechos humanos. La agenda común puede abarcar además la lucha contra el cambio climático hasta la cooperación en ciberseguridad, inclusión social, democracia, desarrollo sostenible, migración y reducción de la pobreza.

Tanto Latinoamérica como Europa viven una crisis de democracia considerable, con el brote de partidos de extrema derecha en Europa y el asentamiento de proyectos populista de izquierda y derecha en América Latina. Pero eso no es todo, ambas comunidades enfrentan oleadas migratorias sin precedentes.

En un mundo cada vez más polarizado, donde las potencias imponen lealtades y las alianzas se definen por el cálculo geoestratégico más que por principios, Europa y América Latina pueden ofrecer una alternativa: un modelo basado en la cooperación, el equilibrio y el respeto mutuo.

En lugar de ser rehenes de la confrontación entre los nuevos imperios, pueden convertirse en arquitectos de una nueva etapa de relaciones internacionales, donde los pueblos estén en el centro de las decisiones globales. Ese sería el verdadero contrapeso ante la hegemonía agresiva y el espejismo de los imperios disfrazados.

*Periodista, con maestría en Gerencia Pública y Comunicación Política. Consultor en temas de análisis de entorno político, liderazgo y comunicación política. Coordinador general de la red binacional Awala de la Fundación Konrad Adenauer en Colombia.

*Artículo publicado en dialogopolitico.org el 04 de junio de 2025

*La opinión expresada en este artículo es responsabilidad exclusiva del autor y no representa necesariamente la posición oficial de Publico.bo


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