OpiniónEconomía

Entre el retrovisor y el parabrisas

Carlos Hugo Barbery Alpire

Economista DAEN. Certified Pricing Professional (CPP).

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Describir la coyuntura resultaría tautológico para este espacio reducido, pero vale la pena resumirlo mencionando que, «La problemática actual es la consecuencia de todo el camino recorrido y hoy el corto plazo es el día, el mediano plazo la semana y el largo plazo llegar a fin de mes» por lo tanto, hay que visualizar lo venidero y fundamentalmente con la sazón de un año electoral y festivo.

«Quien se quemó con leche, ve una vaca y llora» fue una analogía que se le escuchó en un streaming a Luis «Toto» Caputo, Ministro de Economía de Argentina y es que si bien el pasado no condiciona el futuro, es en tanto se configuran escenarios diferentes y mejores.

Esos escenarios diferentes y mejores no son los que se ven en el Presupuesto General del Estado (PGE) 2025 fundamentalmente en cuanto a las variables macroeconómicas se refiere y que confirman para la siguiente gestión una mayor inflación, un menor crecimiento, un mayor déficit fiscal y una brecha cambiaria que no avizora cerrarse ni mucho menos y a su vez una contracción de la economía formal; fundamentado en lo siguiente:

Respecto a la perspectiva de la inflación, el PGE 2024 la esperaba en 3.6% la misma que en términos anualizados a noviembre 2024 ya alcanzó 9.51% esperándose un cierre anual 2024 en torno al 10%. El PGE 2025 se espera en 7.5% entonces ¿En cuánto debemos esperar la efectiva 2025 considerando la desviación 2024? Pues la tendencia de los últimos datos da en media 15% y en extremo 22%.

En relación al crecimiento, el PGE 2024 se formuló en 3.71%, el último dato revelado por el Instituto Nacional de Estadística (INE) está en el orden de 2.58% y el PGE 2025 lo estima en 3.51% muy distante de cifras de organismos internacionales, como el caso del Fondo Monetario Internacional (FMI) que tanto para el 2024 como para el 2025 lo avizora en 1.6%.

Para el déficit fiscal debemos retroceder un poco más, pues el PGE 2023 lo estimó en -7.49% y la cifra de cierre fue de -10.9% reportada el 19-sep-2024, para el PGE 2024 se previó en -7.8% y habrá que ver en cuánto cierra y cuándo se lo informa, pero lo más relevante es que para el PGE 2025 se establece en -9.2% es decir, mayor gasto.

Por otro lado, con relación al tipo de cambio, como ya es habitual desde hace muchas gestiones pasadas se expone solo una variación de ±10% siendo que, está tácitamente reconocida una brecha cambiaria de ±60% ya que el Banco Central de Bolivia (BCB) publica en su portal un tipo de cambio de 11.14 Bs/USDT al 16-dic-2024 como activo virtual.

Finalmente, un dato no menos importante tiene que ver con el componente ‘papeles’ de los ingresos tributarios, es decir la parte que no corresponde al efectivo propiamente dicho, lo cual ha venido teniendo un comportamiento creciente en los últimos años y a una tasa mayor que el crecimiento de los ingresos tributarios en efectivo, por ende si la tasa de crecimiento de éstos, es decir lo efectivamente recaudado, es menor a la inflación registrada, significa que el ‘efecto precio’ de la economía formal –pues es el formal quien paga impuestos– está inclusive más que explicando el incremento de pago de impuestos y con ello disimulando una contracción por ‘efecto volumen’, es decir, menores ventas de productos/servicios en términos de cantidades comercializadas, ajustadas inclusive por el ‘efecto reduflación’.

A todo esto es evidente que ya se han ‘normalizado’ muchas cosas que antes eran impensadas como ser ‘las colas’ ya no solo por combustibles –especialmente diésel, pero además para ciertos productos básicos– sino también para el tipo de cambio paralelo, y lo que últimamente está ‘sorprendiendo’ es que, so pretexto de control del agio y la especulación, el decomiso de productos; que dicho sea de paso, está instrumentalizándose en el PGE 2025 y que ojalá no sea algo a lo que también nos tengamos que acostumbrar, pues representa un franco atentado a la propiedad privada.

Lamentablemente pocas esperanzas se tienen en ese sentido, pues la evidencia empírica y hasta teórica lo relata de inmejorable manera en las palabras de Wilhelm Röpke, Ordoliberal de la Escuela de Friburgo, –citado por Mauricio Ríos García en ‘La hipótesis del desastre deliberado’–: «El camino de la inflación reprimida termina en el caos y la paralización, cuanto más empuja la inflación los precios hacia arriba, tanto más refuerza el Estado su aparato represivo, tanto más ficticio se hace el control de precios, mayor el caos económico y social».

El 2025 será un año electoral y festivo por el Bicentenario de la República de Bolivia, esperemos que las propuestas de los candidatos presidenciales sean consistentes con la realidad económica del Estado y con la responsabilidad histórica que les demandará enfrentar; claramente estas propuestas para preciarse de ser serias, mínimamente deben contener para el corto plazo:

  1. a) Una reforma tributaria,
  2. b) Una reforma fiscal de disciplina del gasto,
  3. c) Una reforma institucional del Estado para todos sus niveles de gobierno y órganos de gestión,
  4. e) Una reforma moral y social orientada al trabajo, la educación y la salud como medios legítimos de construcción de la prosperidad individual, y definitivamente;
  5. d) Un orden público que garantice la más elemental de las libertades, la de trasladarse de un lugar a otro a poder desarrollar las actividades básicas de subsistencia.

Esta ‘adrenalina en la sala de urgencias’ debe ser el puntapié inicial para luego avanzar hacia una reforma constitucional que redibuje la nueva República de Bolivia para su tercer siglo.

*La opinión expresada en este artículo es responsabilidad exclusiva del autor y no representa necesariamente la posición oficial de Publico.bo


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Carlos Hugo Barbery Alpire

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