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La semana pasada hubo un intercambio mediático de criterios entre los que consideran que NO estamos en crisis, principalmente las autoridades, frente a analistas y políticos que afirman que SÍ estamos en crisis. El problema es que al final queda una aureola de duda sobre la situación. Se escuchan ambas visiones y no se llega a una conclusión.
La discusión llegó a todas las esferas. Por ejemplo, el sondeo de la Fundación Friedrich Ebert a líderes de opinión del país en el primer trimestre muestra que 16% de los 131 entrevistados afirma que estamos en crisis, 55% que estamos entrando en crisis y el restante 29% afirma que hay dificultades, pero no crisis.
A nivel poblacional, el problema más citado por los encuestados de Ipsos Ciesmori en el primer trimestre de este año fue el desempleo (59%), pese a que el empleo reportado oficialmente es alto. En el caso de los que respondieron a Captura Consulting, la confianza del consumidor está por debajo de lo que se considera normal en lo que va del año. Y para completar la figura, Kantar World Panel reporta un aumento casi nulo (0,4%) del consumo de bienes masivos en la gestión pasada. Tres empresas que captan preferencias y actitudes con mensajes similares.
¿Estamos en crisis?
Para responder hay que definir qué es una crisis. Comienzo con lo más general: el diccionario de la Real Academia de la Lengua (RAE). De los siete significados, sólo una se refiere a la economía: “Reducción en la tasa de crecimiento de la producción de una economía, o fase más baja de la actividad de un ciclo económico.”
SI es reducción en la tasa de crecimiento, entonces estaríamos en crisis: el crecimiento cayó de 6,1% en 2021 a 3,6% en 2022, a un número por debajo de 3% el año pasado y a otro por debajo de 2% este año según las previsiones internacionales.
¿Es la fase más baja de la actividad de un ciclo económico? Después de la crisis de la pandemia que significó una caída de 8,7%, la desaceleración que describí sería sólo el inicio si es que la escasez de dólares se acentúa. Dada la alta dependencia de insumos importados, la falta de divisas puede ser muy complicada para las industrias, pero también para el comercio y servicios.
¿Estamos en crisis? Según la RAE cumplimos uno de dos criterios. El problema es que no es una fuente especializada.
Para ser más riguroso acudí al Diccionario Palgrave de Economía, la fuente por excelencia de términos económicos.
Si buscamos la acepción crisis, esta fuente dice que “se utiliza en economía principalmente asociado con Marx…aplicándolo a cualquier situación en la que el proceso de renovación y expansión del capital fue interrumpido.” No es útil porque proviene de una línea ideológica específica y apunta a la crisis del capitalismo.
Pero hay varios tipos de crisis en este famoso diccionario: financiera, cambiaria, bancaria, además de crisis específicas como griega, irlandesa, del euro, etc.
En términos técnicos, ¿qué tipo de crisis cuadra con la situación de Bolivia?
Todos los síntomas que hay en el país como caída de reservas y alza del tipo de cambio paralelo apuntan a crisis cambiaria. Esta fuente, escrita por la reconocida economista Graciela Kaminsky, señala que estas crisis aparecen en economías frágiles por varias razones: a) problemas de competitividad, b) booms financieros, c) problemas de deuda, d) altos déficits fiscales, e) salidas de capital, y f) crisis de confianza.
De esas seis causas resalto la baja competitividad externa, la menor capacidad de endeudamiento externo acorde los indicadores de riesgo país, el alto déficit fiscal (las cifras parciales a septiembre de 2023 apuntan a que habría estado por encima del 10% del PIB) y una evidente crisis de confianza.
Estamos en una crisis cambiaria.
¿Se puede solucionar? Por supuesto, aunque con dolor. ¿Y qué pasa si no se quiere o no se tiene la capacidad de hacerlo? El deterioro económico se acentuaría rápidamente con miles de empleos en riesgo.
¿Saldremos de la crisis? Esperemos que sí, aunque depende de nuestros líderes.